China y la contrariedad taiwanesa

In Análisis, Autonomías by PSTBS12378sxedeOPCH

Tras dos mandatos de gobierno del nacionalista Kuomintang (KMT), las elecciones del 16 de enero en Taiwan pueden dar un vuelco significativo al mapa político de la isla. La derrota del KMT ha sido largamente anticipada por las encuestas, pero también a consecuencia de una generosa secuela de tropiezos: deficiente gestión económica, rechazo mayoritario a la política aplicada en relación a China continental, la severa derrota en las elecciones locales de noviembre de 2015, el relevo a trompicones de la candidata inicial a estos comicios (Hung Hsiu-chu)… En paralelo, la victoria de los soberanistas del Partido Democrático Progresista (PDP) se  considera cosa cantada, restando por saber únicamente si logrará o no la mayoría absoluta en el Yuan legislativo. Un último elemento a considerar es la posible irrupción de un amplio elenco, muy fragmentado, de terceras fuerzas. Para ello, deben sortear la barrera del cinco por ciento de los sufragios. 

Las consecuencias del vaticinado triunfo del PDP no serán menores. En primer lugar, previsiblemente, agravará la crisis del KMT. Su actual presidente y candidato, Eric Chu, podría regresar a la alcaldía de la ciudad de Nueva Taipei, dejando el partido a expensas de un congreso extraordinario que debe no solo elegir un nuevo líder sino redefinir su identidad política. 

Pero las mayores incertidumbres se ciernen sobre el futuro de la política a través del Estrecho. El KMT y el Partido Comunista de China (PCCh) difieren en algunas cosas pero comparten el principio de que “solo existe una China”, abogando por la reunificación del país. Recuérdese que Taiwan no está bajo soberanía continental desde 1895. La recuperó brevemente, de manos japonesas, en 1945 pero en ella se refugió el KMT tras perder la guerra civil en 1949. Hoy, Taiwan o República de China, es un Estado de hecho, pero no de derecho, reconocido apenas por una veintena corta de aliados diplomáticos. 

Tras el periodo de gobierno del PDP (2000-2008), la recuperación del poder por parte del KMT abrió un tiempo de activa colaboración y entendimiento con el continente. Se firmaron numerosos acuerdos y quedó restablecido el diálogo político con ese epílogo de la cumbre de noviembre en Singapur entre los presidentes Xi Jinping y Ma Ying-jeou. 

China intercedió en la campaña tratando de aupar a su viejo enemigo y ahora aliado, el KMT, por diversas vías: un “teléfono rojo” entre ambas capitales, cierta voluntad de concesiones en el acuerdo de comercio de mercancías, aceptación de Taipei como lugar de paso para los continentales que viajan a terceros países… pero ni con esas. Apenas un par de puntos pudo recortar Eric Chu a Tsai Ing-wen. El PDP lo tiene fácil, además, por la división en las filas nacionalistas al presentar James Soong, líder del Partido el Pueblo Primero, una candidatura propia. 

El PDP y su actual líder Tsai Ing-wen se han desprendido de las ínfulas independentistas de antaño. Su moderación en este aspecto ha sido clave para eludir el escenario vivido en 2012, cuando los poderes fácticos de la isla utilizaron esta carta para impedir su triunfo. Tsai ha dado garantías de mantener el statu quo y aun en el supuesto de obtener mayoría absoluta no cabe esperar cambios drásticos. Aun así, el entendimiento que se fraguó desde 2008 en virtud de la cooperación entre PCCh y KMT no es reeditable. El PDP rechaza el principio de una sola China y abogará por políticas más equilibradoras en todos los órdenes. 

EEUU, Taiwan y el Pivot to Asia 

Tanto Eric Chu como Tsai Ing-wen visitaron EEUU en los últimos meses. Washington es un referente clave para ambos, especialmente en materia de seguridad. Semanas atrás, la Casa Blanca anunció un nuevo paquete de venta de armas que irritó a China reiterándose una pieza teatral con guiones que se repiten una y otra vez. 

Taiwan ya no es el “portaaviones insumergible” como lo calificara el general Douglas MacArthur, pero sigue siendo una pieza estratégica esencial en un estrecho por el que circula buena parte del comercio marítimo mundial. Taipei tiene el control de la mayor de las islas Spratly, la Taiping, donde llevó a cabo recientemente diversas mejoras de infraestructura. El Mar de China meridional constituye un escenario de tensión que enfrenta a China y EEUU por la hegemonía en la región. La victoria del PDP acerca más a Taiwan a Japón y EEUU, si bien ninguno de estos dos países equipara la posición de Taiwan  en el litigio a la de Vietnam o Filipinas. Es más, Beijing y Taipei defienden posiciones similares en estos contenciosos, pero ni siquiera con el KMTfue posible una acción conjunta. Mucho menos lo será con el PDP. 

El alejamiento de Taiwan de China continental, como el fracaso de la reforma político-electoral en Hong Kong, evidencian quiebras importantes para el liderazgo chino, complicando el propósito de infundir calma en su vecindario, abriendo camino a las estrategias económicas y comerciales que simbolizan el BAII o la ruta marítima de la Seda, el entendimiento con la recién constituida Comunidad ASEAN o los TLCs Con Corea del Sur y más países. La apuesta estadounidense por el TPP y el fortalecimiento de los vínculos militares con algunos países de la zona cada vez más involucrados en su estrategia, pillará a Taiwan en medio. 

Taiwan es un talón de Aquiles de la seguridad en una Asia donde la guerra fría no ha terminado (nos lo recordó de nuevo la bomba de hidrógeno de Corea del Norte). La reunificación es parte del sueño chino. Beijing no renunciará a Taiwan y cualquier veleidad soberanista será objeto de respuesta en los términos previstos en la ley antisecesión aprobada en 2005. Un mínimo gesto inapropiado puede encontrar una respuesta contundente en el continente, por ejemplo, liquidando buena parte del apoyo diplomático que le resta a Taipei. 

El desafío que plantea al PCCh el triunfo del PDP en Taiwan le remite a su capacidad para establecer un diálogo constructivo con formaciones oponentes. Es también aquí donde debe acreditarse la sinceridad de la fórmula “un país dos sistemas”. Penalizar al PDP equivale a penalizar a un segmento significativo de la sociedad taiwanesa que le apoya. Es esa sociedad la que China debiera mimar pues sin su anuencia será difícil de materializar una reunificación, que solo puede ser pacífica. La victoria del PDP vendría a demostrar que el acuerdo PCCh-KMT no es suficiente para superar ese complejo legado de la historia.