Jaque a la moderación

In Análisis, Autonomías by PSTBS12378sxedeOPCH

En los últimos meses se había abierto camino cierta interpretación según la cual gran parte de la gravedad de la situación en Xinjiang era consecuencia de las políticas aplicadas por el defenestrado Zhou Yongkang, ex jefe de seguridad. Se quería con ello enfatizar que tras su caída y aun a pesar del toque de corneta vigente en la represión contra los grupos terroristas y el reforzamiento de los vectores tradicionales que apuntaban a acelerar el paso del desarrollo de la región, había espacio para que el nuevo liderazgo apadrinara una sofisticación de la política en relación a Xinjiang.

Algo similar a lo que en tiempos ocurrió durante el mandato de Hu Jintao con la aprobación de la ley antisecesión en 2005 que lejos de representar una continuidad con la política de Jiang Zemin hacia Taiwan, en realidad culminaba un fin de etapa. A partir de entonces se sentarían las bases para el diálogo entre el PCCh y el KMT y los dos lados del Estrecho, girando 180 grados con el abandono de la política de amenazas a Taipei, instaron una progresiva normalización de los contactos.

Pero la dureza de la sentencia (a prisión de por vida) contra el profesor Ilham Tohti echa por tierra cualquier conjetura a propósito de un diálogo matizado con los sectores más moderados y laicos que pudieran contribuir a tender puentes entre la mayoría Han y la minoría uigur.

El mensaje enviado por las autoridades chinas es de intolerancia total con cualquier manifestación de reivindicación identitaria automáticamente asociada a “separatismo” aun cuando se pueda apostar por soluciones autonomistas de diverso contenido. La sentencia dictada contra Ilham Tohti evidencia la cerrazón ante cualquier posibilidad de diálogo y la negativa a admitir cualquier posibilidad de crítica en esta materia cuyos autores pasarían a ser considerados “enemigos”, patrocinadores del “odio étnico” e instigadores de la violencia.  

La sentencia marca un punto de inflexión que abunda en el temor a un endurecimiento de un conflicto conducido por los grupos terroristas de una parte y las autoridades del otro, fagocitando sin contemplaciones a los críticos moderados objeto de una severidad sin matices en atención a la prioridad concedida a la seguridad nacional y la estabilidad.

En China crece el miedo al terrorismo suicida que ha ganado terreno en Xinjiang, especialmente a partir de 2011. El pasado domingo murieron unas 50 personas en una serie de explosiones registradas en el distrito de Luntai, resultando heridas otro medio centenar de residentes. Las autoridades han avanzado otra vuelta de tuerca contra libros y otras publicaciones relacionadas con Xinjiang mientras envía nuevos contingentes de funcionarios para “impulsar el desarrollo” de la zona…

Beijing no podía ignorar las consecuencias internacionales del caso ya que al propio acusado se le imputaron responsabilidades específicas en la internacionalización del problema uigur. Como era de esperar, la UE y EEUU han criticado la sentencia. Sería bueno dar cuenta de los poderosos argumentos y pruebas que sustentan tan dura condena, un ejercicio de transparencia que haría bien difícil sostener la equiparación entre la labor de Tohti y las huestes del Ejército Islámico, tal como aseveraron algunas fuentes oficiales.

La convicción de que una pena menos brutal podría entenderse como una muestra de debilidad parece haber primado en la sentencia, pero este escenario aboca a una intensificación difícilmente evitable de la fractura étnica y al dinamitado de los frágiles puentes sustentados en la laicidad y la profundización de la autonomía, los únicos que pueden contribuir a una superación efectiva de las tensiones.