La nueva oportunidad tibetana

In Análisis, Autonomías by PSTBS12378sxedeOPCH

La elección democrática de un primer ministro que actuará de forma independiente del Dalai Lama constituye un hecho novedoso que Beijing se aprestó a descalificar considerando la imposibilidad “objetiva” de que el líder religioso tibetano renuncie a su papel político. No obstante, de hecho se abre una nueva situación a la que sería un error responder con el discurso al uso, ataviado de inmovilismo, o, peor aún, agudizando una represión que solo puede conducir a un callejón sin salida y una mayor radicalización de las partes.

Los problemas relacionados con las nacionalidades minoritarias constituyen uno de los vectores más vulnerables del aparentemente sólido edificio político-territorial de China. En los últimos años han surgido crisis graves en regiones autónomas importantes como Tibet (y provincias limítrofes) o Xinjiang, cuya descalificación a través de la denuncia de “intervenciones exteriores” no puede menospreciar los factores de índole interna que alertan a las claras de que no todo se está haciendo bien.

 

Durante su mandato, Hu Jintao, que ha promovido innovaciones destacadas en el orden económico o social, en el entendimiento con Taiwán o en algunos aspectos de las relaciones exteriores, ha encontrado aquí uno de sus mayores obstáculos al que, hasta ahora, ha respondido con mucho timoratismo. La inercia y la falta de propuestas creíbles han derivado en un fracaso de las negociaciones con los representantes del Dalai Lama y  en un estancamiento que preanuncia nuevas tensiones en torno a esta cuestión.

 

Las autonomías de las nacionalidades minoritarias chinas requieren un impulso político que refuerce su autogobierno. Sin medidas políticas que complementen los esfuerzos por mejorar los índices de desarrollo y bienestar, será cada vez más difícil encontrar un terreno común con el potencial suficiente para modernizar el discurso y la práctica de unas relaciones clave para el futuro territorial y la estabilidad de China, no solo en el orden político, sino también económico, habida cuenta de los ingentes recursos presentes en estas regiones.

 

El paternalismo autoritario conducido por gobernadores enviados a “tierras lejanas” para curtirse en el desempeño público en condiciones adversas difícilmente puede aportar como balance un resultado positivo. Propio de otro tiempo, tal anacronismo no derivará en el afianzamiento de nuevas lealtades, estas solo pueden fidelizarse a través de un enfoque adaptado a las exigencias que imponen los nuevos tiempos.

 

China debiera mover ficha y hacerlo con propuestas de alcance que realmente ofrezcan otras perspectivas, más democráticas, para abordar el problema. Ignorar los cambios no facilitará el hallazgo de soluciones.