Análisis sobre las relaciones diplomáticas entre China – Venezuela y EE.UU desde la llegada de Donald Trump a la presidencia. Lic. Jesús A. Camejo, Investigador del Centro Venezolano de Estudios sobre China y del Centro Nacional de Historia de Venezuela, actualmente estudia en la Universidad de Shanghái.

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Para poder realizar un análisis de las relaciones diplomáticas triangulares entre China, Venezuela y EE.UU es necesario visualizar los hechos a través de la media internacional, destacando lo resaltante del discurso político de sus líderes mientras se contrastan con lo ocurrido en el plano económico-comercial.

 La Relación entre EE.UU y China

 Desde Venezuela, las relaciones diplomáticas entre los dos países más poderosos del mundo es vista desde dos extremos del espectro político; es decir, para los partidarios de la oposición venezolana, las acciones de China son vistas como una imagen algo negativa, mientras que los partidarios del gobierno venezolano destacan el lado positivo de las acciones de China y del presidente Xi.

Oficialmente, el gobierno de Venezuela mantiene la doctrina de no injerencia en los asuntos internos de los países extranjeros, especialmente con sus aliados políticos. Esta actitud lleva a los medios oficiales a no hacer mención ni seguimiento (público) a la evolución de las relaciones diplomáticas entre los dos gigantes.

La realidad vista desde Venezuela por la Academia fue que, pese a las actitudes e incendiarios discursos del Presidente Trump, las relaciones diplomáticas entre EE.UU y China se han normalizado escapando de caer en un conflicto internacional y esto en parte gracias a la pragmática política china.

Desde finales del 2016, la idea de que “China es nuestro enemigo” se colaba en los discursos del entonces candidato presidencial de Estados Unidos, Donald Trump quien acusaba a China de “violar” económicamente a Estados Unidos, acumulando enormes superávits comerciales, supuestamente mediante la manipulación del RMB y el abuso de las reglas internacionales del libre comercio.

El discurso sino-fóbico de Trump fue replicado por muchos de sus seguidores en América Latina, sin embargo, las acciones tomadas por el máximo vocero de la Casa Blanca parecían más bien favorecer a China y sus intereses comerciales a nivel internacional.

Por otro lado, al observar las expectativas de la media china durante la campaña de Trump se denotaba cierto optimismo y aceptación popular hacia el controversial candidato. China, al tener una visión pragmática de la política (ganar–ganar), siempre tuvo expectativas positivas ante la inminente presidencia del Republicano, pues al ser un empresario compartiría en parte dicha visión pragmática de la diplomacia más allá del discurso político. China cuidó muy bien a nivel interno que su población no viera con temor el notorio discurso anti-chino de Donald Trump llegándo incluso a promoverlo entre la media como una figura caricaturesca.

De esta manera transcurrieron los primeros meses de gobierno de Trump en la Casa Blanca. Muchos esperaban que una “guerra comercial” entre ambos países estallase pronto. Las acciones del magnate norteamericano en contra de la política de una sola China hacían pensar que el conflicto era más que inminente. Sin embargo, poco después de estrenar la presidencia, China concedió oficialmente protección legal al presidente de Estados Unidos para el uso de la marca “Trump” en el país asiático,[1] este gesto marcaría el inicio de la normalización de la política de EE.UU. hacia China.

El juego político cambiaría radicalmente tras el primer encuentro de ambos jefes de Estado, del 6 al 7 de abril de 2017 en Florida. Tras dicho encuentro se comenzarían a establecer los límites de acción y el poder de cada nación. Así fuimos testigos de como en plena conversación entre ambos mandatarios, EE.UU. realizó ataques en Siria demostrando así que el país no está retirándose del escenario mundial ni mucho menos pasando la antorcha. Trump solo está priorizando sus intereses de acuerdo al nuevo contexto global.

Seguidamente, el pasado mes de noviembre Donald Trump visitó la R.P. China ansioso por aprovechar la buena química con el presidente Xi Jinping. Sin embargo, lo que obtuvo (según fuentes norteamericanas) se inscribe en el clásico modelo chino: “más ceremonia que sustancia”, lo que se tradujo en una reunión llena de más promesas vagas y menos progresos visibles.[2] Por otro lado, en un giro radical en su retórica Trump consideró que China no tiene la culpa del déficit económico bajando notablemente su tono bélico con respecto al gigante asiático, dejando de acusarle de “tomar ventaja” del “enorme” desequilibrio comercial con Estados Unidos.

Es posible que la estrategia de Beijing para lidiar con Donald Trump en su calidad de hombre de negocios, haya dado los efectos deseados y estemos ante la puesta en escena de una posible división de áreas en el liderazgo mundial. Ambos prometen regresar a sus respectivos países a un pasado de gloria y redescubrir una era dorada de gran supremacía, sin permitir que ningún interés externo se interponga en su camino. Pero la gran pregunta para ellos reside en si serán capaces de hallar una forma para que sus países sean grandes juntos, o si entablarán un juego de suma cero en el que las ambiciones de grandeza de uno exijan la disminución del otro.

 La relación entre EE.UU y Venezuela.

Actualmente, las relaciones bilaterales entre Venezuela y Estados Unidos están enmarcadas en un fuerte conflicto diplomático–mediático. Dese el pasado mes de enero, Estados Unidos ha sido más frontal en su postura contra Venezuela; a partir de entonces se han sucedido una serie de sanciones contra altos cargos del gobierno venezolano, incluido el mismo presidente Nicolás Maduro, al que Washington llama directamente “dictador”[3] y a quien la Casa Blanca acusa de avanzar hacia una agenda anti-democrática.

El caso venezolano es uno de los más claros ejemplos de que la política intervencionista de EE.UU. no ha cambiado nada con la llegada de Donald Trump, quien incluso ha llegado a contemplar la “opción militar”, mientras lograba que sus aliados en la Unión Europea (UE) aprobaran un embargo de armas contra la nación suramericana.[4]

A mediados de año, Estados Unidos decidió imponer por primera vez sanciones financieras a Caracas tras la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. Dichas medidas prohíben a las empresas y ciudadanos norteamericanos (y aquellas con accionar en su territorio) realizar negociaciones sobre nuevas emisiones de deuda y de bonos emitidos por el gobierno de Venezuela y la petrolera estatal PDVSA, motivo por el cual Venezuela ha experimentado en las últimas semanas, severas dificultades para cumplir a tiempo con sus compromisos de pago.

Sin embargo, si vemos más allá de la dura dialéctica política, EE.UU. sigue siendo un socio comercial básico para Venezuela. Pese al descenso en ventas durante los últimos años, todavía unos 750.000 barriles de crudo venezolano llegan cada día a Estados Unidos, uno de los pocos países con refinerías adecuadas para tratar dicho petróleo. Si bien Venezuela tiene una fuerte relación comercial con China y Rusia, EE.UU. es el único que le paga en efectivo.

Aunque, Venezuela exporta crudo a China y Rusia, dicha exportación es para devolver préstamos y créditos anteriores, ya gastados. Entonces, asumiendo que el precio del barril de petróleo es de 50$, los 750.000 barriles equivaldrían a más de 30 millones de $ por día, una importante suma de dinero que Caracas utiliza, entre otras cosas, para comprar insumos que escasean en el país.

Donald Trump llegó a plantear la posibilidad de establecer un embargo petrolero a Venezuela. Sin embargo, por los momentos dicha opción quedaría descartada por considerar que tan extrema medida también implicaría grandes gastos para Washington, sin contar que los efectos de un embargo petrolero se sentirían mucho más allá del gobierno de las fronteras del gobierno de Maduro.[5]

También debemos recordar que Venezuela fue declarada en default por la agencia calificadora S&P Global Ratings, por no haber desembolsado 183 millones de dólares para el pago de dos bonos de deuda. Por su parte, el gobierno venezolano aseguró tener más de 3.000 millones de dólares “bloqueados en el sistema financiero mundial” el cual responde a los lineamientos norteamericanos. Por otro lado, la petrolera estatal PDVSA, la cual aporta 96% de las divisas de  Venezuela, el pasado 16 de noviembre fue declarada en default parcial por agencias calificadoras norteamericanas, como la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) debido a tres retrasos en los pagos. El país con las mayores reservas petroleras del mundo debía pagar en lo que restaba del año varios cientos de millones de dólares de deuda soberana y de PDVSA, y unos $8.000 millones en 2018. La pregunta sería cómo podría hacerlo ante el cerco económico impuesto por EE.UU.

El gobierno de Venezuela ratificó en varias ocasiones la solvencia y solidez de su industria petrolera, cuyos títulos representan 30% de la deuda externa del país, estimada en unos 150.000 millones de dólares que el presidente Nicolás Maduro busca refinanciar, tras el cerco económico contra los bonos del Estado y Petróleos de Venezuela. Una de las alternativas planteadas por el Ejecutivo venezolano fue establecer la canasta de divisas, como parte del nuevo sistema de pagos internacionales, lo cual incluye la venta de petróleo en base al RMB y la creación de una moneda digital, el Petro.

Existen dos escenarios peligrosos para Maduro como consecuencia de la creciente presión de Trump. Él deberá elegir con precisión en qué invertir las divisas que entran al país. Si no paga la deuda, se asomará al default y mayor presión internacional, pero si aumenta el desabastecimiento de productos básicos, crecerá la tensión social en el país. En este escenario, la carta de Trump es dejar a EE.UU. como el único comprador efectivo del petróleo venezolano y así poner a la nación caribeña en jaquemate.

La relación entre la R.P. China y Venezuela en el marco del gobierno de Trump

Según fuentes de la cancillería venezolana, China no ha cambiado en nada sus relaciones político-económicas-comerciales con el país caribeño; por el contrario, se ha beneficiado del retiro norteamericano a nivel comercial en la región desde que Donald Trump comenzara su gestión. Por su parte, la cancillería china ha instado en varias ocasiones a otras naciones a no intervenir en los asuntos internos de Venezuela y asimismo, ha manifestado un total desacuerdo con las sanciones tomadas contra la nación petrolera.[6]

Para algunos analistas criollos, la media oficial venezolana tiende a exagerar o poner mucha confianza en el gobierno de Beijing como un aliado en la lucha mundial contra el imperialismo, cosa que dista mucho del pragmatismo de la nueva China mercantilista.

Podríamos pensar que los $65.000 millones de dólares que Venezuela le debe a China no son una cifra para nada despreciable y dan testimonio de lo mucho que se han estrechado los lazos entre ambos países en los últimos años. Actualmente, los 400.000 barriles diarios enviados a China por Venezuela son parte de los pagos por los préstamos ya recibidos; sin embargo, ante las dificultades actuales de pago, China fue reduciendo el volumen de sus préstamos a Venezuela hasta cerrar esta posibilidad el pasado 2016.

Es obvio que China hará lo que considere que tenga que hacer para proteger sus intereses, pero de forma discreta y prudente. El especialista Matt Ferchen le dice a BBC Mundo que lo más importante para Beijing será tratar de garantizar el pago de la deuda por parte de Venezuela aun en caso de un cambio de gobierno. Pese a que en Beijing puedan estar preocupados por la  situación de Venezuela, “China se va a mantener al margen, si acaso enviará mensajes privados”.

Para el profesor venezolano Norbert Molina de la Universidad de los Andes (ULA), las sanciones económicas tomadas por el gobierno de Trump podrían tener un impacto negativo a largo plazo en las relaciones sino-venezolanas, pues las empresas privadas chinas que tengan negocios en los EE.UU. acatarían las sanciones por temor a represalias, además de que la R.P. China no podría asumir una mayor compra del crudo venezolano.

Sin embargo, quienes difieren de esta posibilidad argumentan que las relaciones sino-venezolanas no se verían seriamente afectadas por las sanciones de EE.UU. pues responden a una naturaleza comercial diferente, ya que el 80% de la inversión china en América Latina proviene de empresas estatales (SOE), que poco temen a las restricciones norteamericanas. El Gobierno chino se mueve con cautela ante el temor a la fuga de capitales y sus operaciones en el extranjero son en los sectores que le interesan tales como la inversión en infraestructura.[7]

Una peculiar situación sucedió el pasado 27 de noviembre cuando se entabló una demanda contra la petrolera venezolana PDVSA ante el Tribunal Federal de EE.UU. por la empresa SINOPEC debido a incumplimientos en pagos de deuda. Dicho conflicto continuó hasta 6 del presente mes cuando la empresa china presentó una solicitud de arbitraje ante la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional.[8] A pesar que ambas empresas pudieron llegar a un acuerdo, esto dejó sentado un precedente negativo en el caótico escenario actual. Superado este amargo incidente, ambos gobiernos firmaron el 17 de diciembre un acuerdo para la creación del Centro Internacional de Investigación e Innovación del Petróleo “Hugo Chávez Frías” [9]como parte de los planes para ampliar los acuerdos de cooperación económica y tecnológica entre ambos países.

La directora del Programa sobre Latinoamérica y el Mundo del Centro de estudios Diálogo Interamericano, Margaret Myers, refiere que los cinco años de presidencia de Xi Jinping han transformado la relación de China con Latinoamérica, priorizándola como nunca antes se había hecho; en el caso particular de Venezuela, China optó por ser más prudente, pues si bien los préstamos dan cuenta de los lazos que existen entre ambos países, también expone sus limitaciones tal como lo explica el articulista Rafael Rodríguez Olmos: “China ha sido extremadamente cuidadosa en su diplomacia, para que por ningún motivo se le vea como una potencia expansionista ni entrometida. Y una de sus grandes virtudes, es jugar con todos, pero sin comprometerse con ninguno”.[10]

Venezuela debería aprender entonces del pragmatismo político chino pese a lo mucho que difieran sus respectivos estilos de negociaciones para que, pese a las acciones de los EE.UU., se continúe la política de “Ganar – Ganar” en las relaciones sino-venezolanas.

 

CITAS

[1]   Esas aprobaciones no le abren las puertas de China directamente, sino que protegen su marca ante aquellos empresarios chinos que traten de lucrarse utilizando su nombre, una práctica común que han tenido que batallar multinacionales como Apple o personalidades como Michael Jordan. los controvertidos negocios de Donald Trump y su familia con China. 10 noviembre 2017. En: http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-41920774

[2] “China se concentra mucho más en el espectáculo de la visita”, dijo Paul Henle, un exdirector para China del Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. “Quiere hacer todo lo posible en ese plano y lo menos posible en lo relativo a políticas”.

http://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/visita-de-donald-trump-a-china-no-deja-muchos-resultados-149810

[3] Sin embargo, la retórica beligerante entre ambos países  y las sanciones de Washington no impiden, sin embargo, que estos continúen siendo sean comerciales y no solo en el ámbito petrolero, por el que llega una buena cantidad de dólares a las arcas del gobierno de Caracas, sino también con las armas; según los datos del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés), que forma parte de la Organización Mundial de Comercio, en 2016 Venezuela compró a Estados Unidos bombas, granadas, misiles, torpedos y otros proyectiles por valor de 2,3 millones de US$.

[4] China fue el principal y casi único país que suministró armamento a Venezuela en 2016.

[5] «Eso tendría un impacto en la pobreza en el país y haría aparecer a Estados Unidos como responsable del desastre económico allí», dijo Roger Noriega, que encabezó la diplomacia de EE.UU. para América Latina durante el gobierno de George W. Bush, en diálogo con BBC Mundo. http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40798275

 

[6] Beijing, agosto 29 – China rechazó este lunes las sanciones ilegales impuestas por Estados Unidos (EEUU.) contra Venezuela, y señaló que son injerencistas y unilaterales, y no sirven para resolver el conflicto político del país suramericano… La historia muestra que las medidas sancionatorias solo consiguen que la situación sea más compleja», aseguró la portavoz de la Cancillería de China, Hua Chunying, en una rueda de prensa… La diplomática recalcó que la postura de China, se fundamenta en el respeto a la soberanía y la independencia de otros países y en la no injerencia en sus asuntos internos. https://www.aporrea.org/internacionales/n314793.html

 

[7] La mayoría de estos proyectos ayudan a China a exportar su superávit de acero, cemento, locomotoras, material rodante, barcos y contenedores. En: Stefania Gozzer “Por qué China no quiere que sus grandes empresas inviertan en el extranjero”. BBC Mundo

[8] La demanda, el problema se remonta al 15 de mayo de 2012, cuando Petróleos de Venezuela le otorgó a Sinopec Group una orden de compra por 45.000 toneladas de barras de refuerzo de acero valorado en 43,5 millones de dólares.

[9] Venezuela y China acuerdan la creación del centro internacional de petróleo. http://minci.gob.ve/2017/12/venezuela-china-acuerdan-la-creacion-del-centro-internacional-petroleo/

[10] Rafael Rodríguez Olmos. China, Estados Unidos… y Venezuela.  13/11/2017. En: https://www.aporrea.org/actualidad/a255187.html