China y la UE: una cumbre sin brillo

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La XII cumbre China-Unión Europea celebrada en Nanking, Jiangsu, el día 30 de noviembre, ha sabido a poco dejando entrever el momento gris que viven las relaciones bilaterales.  

A la espera de posibles cambios derivados de la implementación del nuevo servicio exterior de la UE, ambas partes mantienen el formato de estas cumbres, reforzadas hace dos años con el encuentro con los líderes del Grupo del Euro (primer ministro de Luxemburgo y presidente del Grupo, presidente del Banco Central europeo y el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios).  

En Nanking, la tasa de cambio del yuan, ha centrado buena parte de las discusiones. La UE reclama a China una apreciación más rápida del renminbi, pero China, como cabía esperar, no ha dado señal alguna de variación en su política tradicional, si bien los líderes comunitarios han insistido en que esta es una de las causas del repunte del proteccionismo comercial. A la contra, China ha vuelto a reclamar de la UE la liberalización del control de las exportaciones de alta tecnología, sector que podría ayudar a corregir los desequilibrios y aumentar la confianza estratégica bilateral. Se ha decidido crear un grupo de trabajo para abordar este tema.  

Los asuntos globales como la recuperación económica o el cambio climático también han estado sobre la mesa. La UE se ha mostrado más exigente con China, si bien cabe señalar que en las últimas semanas esta ha dado señales más claras de compromiso que EEUU en este campo, aunque insuficientes a ojos comunitarios (la Comisión Europea invertirá 57 millones de euros en China en un proyecto para la reducción de las emisiones de carbono). Respecto a la recuperación económica, ha habido acuerdo en mantener la vigencia de los planes de estimulo.  

La UE es un importante socio comercial (las exportaciones de China hacia la UE, su primer socio, representan el 20% de su comercio exterior), pero la atmósfera política está enrarecida. Las acusaciones del primer ministro Wen Jiabao de intentar poner freno al desarrollo chino, el estancamiento en temas como el reconocimiento del status de economía de mercado, el levantamiento de las sanciones post-Tiananmen aún vigentes, la receptividad europea a la causa tibetana, etc., son “puntos negros” que refuerzan la convicción china de que la UE ha modificado su estrategia tradicional, más inclinada hacia el diálogo.  

Beijing, por otra parte, tiene clara la percepción de la división existente entre los estados miembros a la hora de relacionarse con China. Considerando que en las actuales circunstancias nunca será una potencia influyente a la altura de las necesidades del presente, a la espera de conocer los resultados del cambio de su estructura institucional, China centrará su atención en otros actores y ámbitos regionales donde sus interlocutores pueden tomar decisiones que permiten avanzar. La UE, en suma, pasa a un segundo plano en las prioridades diplomáticas.  

La debilidad europea, se empieza a pensar en China, no tiene remedio y poco se puede hacer desde Beijing para paliarla. En consecuencia, a diferencia de lo que pensaba hace una década, difícilmente puede ser un referente del equilibrio en el orden multipolar. Por ello, hoy día piensa más en como transformar esas incoherencias en ventajas a su favor. 

Wen Jiabao pidió a la UE una mayor visión de futuro y colaboración en la definición del nuevo orden económico e internacional, instando a abandonar los intentos de frenar el desarrollo chino. Puede haber avances en la aproximación cultural, en la protección de la propiedad intelectual, en los temas ambientales, etc., pero si la UE no es capaz de articular su política en relación a China con urgencia (al igual que con respecto a otros actores y problemas clave del orden internacional), tal como reclamaba en primavera el European Council on Foreign Relations, poco se puede esperar de estas cumbres.