El avance inexorable

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

China emergió como gran potencia a principios del siglo XXI y por eso ejerce mayor influencia en diferentes partes del mundo y, particularmente con la periferia sus vínculos se reformularon en términos de mayor asimetría. China es el principal productor mundial de manufacturas, la segunda economía si consideramos al PBI medido a precios corrientes y rivaliza el primer puesto con Estados Unidos si lo medimos según la paridad de poder adquisitivo (PPA), el tercer emisor de inversiones extranjeras directas (IED) a escala global y principal tenedor de reservas. 

En ese contexto, su flujo comercial con América Latina se incrementó desde la década del ´90 en adelante y por eso la valoración del “socio chino” en las políticas comerciales de la región resulta tan significativa. Pekin ya se presenta como el primer o segundo destino de las exportaciones de gran cantidad de países de la región. Así, China desplazó a Estados Unidos y diferentes países europeos como proveedores de insumos para la industria local; de manufacturas de alto y medio contenido tecnológico y, al mismo tiempo, como destino de la producción local.

Simultáneamente, los procesos de integración regional en América Latina venían favoreciendo la expansión del comercio intrarregional. 

En este sentido, las exportaciones de Argentina a América Latina más que se duplicaron en las últimas décadas; Brasil también desplazó a los tradicionales socios comerciales de la Argentina y de la mano del MERCOSUR se posicionó como su principal socio desde la década del ´90, favoreciendo el comercio intraindustrial. 

Desplazamientos

Hoy Brasil continúa siendo el principal socio argentino y China se configuró desde 2010 como el segundo. En términos cuantitativos Argentina aumentó sus exportaciones a Brasil en US$ 4.064 millones entre 2008 y 2013, así el país vecino representó el 21% del total de las ventas argentinas en 2013. En contraste, las exportaciones a China se contrajeron US$ 635 millones, en igual periodo. Mientras las exportaciones a China están estancadas desde 2008, las ventas a Brasil se han expandido. En tanto, las importaciones provenientes de Brasil, éstas crecieron US$ 1.472 millones en dicho periodo, pero redujeron su importancia en términos relativos ya que cayó la participación brasileña sobre el total de las importaciones argentinas: del 31% en 2008 al 26% en 2013. Por su parte, las importaciones desde China crecieron US$ 4.208 millones y aumentaron su participación relativa del 12% al 15%. En suma, China le quitó a Brasil cuota en el mercado argentino. 

Finalmente, el déficit comercial con Brasil creció US$ 2.610 millones, mientras que el que mantenemos con China creció US$ 4.844 millones, entre 2008 y 2013. En ese periodo, los déficits acumularon US$ 14.000 millones y poco más de US$ 18.000 millones, respectivamente.

En términos cualitativos el comercio argentino-brasileño favoreció la expansión del intercambio intraindustrial; en contraste el flujo comercial sino-argentino reprodujo la lógica centro-periferia: el 85% de las exportaciones argentinas a China se concentraron en tres productos entre 2003 y 2013: poroto de soja (56%); aceite de soja (19%) y petróleo crudo (10%). En contraste, las exportaciones a Brasil se concentraron en un 60% en Manufacturas de Origen Industrial. En materia de importaciones, China desplazó a Estados Unidos, países europeos y a Brasil en compras de manufacturas de alto y bajo contenido tecnológico. 

A medida que China se consolida como proveedor de la región, el comercio intrarregional e intraindustrial tiende a caer. La Argentina también sufre la competencia China, y perdió participación en las compras brasileñas de manufacturas de contenido tecnológico medio. De mantenerse la tendencia, China desplazará al socio brasileño como principal proveedor de la industria nacional en el mediano plazo. Resulta legítimo preguntarse: ¿Cómo afecta el “socio chino” al futuro del MERCOSUR? China es un claro competidor de Brasil y Argentina en terceros mercados y erosiona la relación comercial entre ambos países.

El resultado más relevante de la expansión comercial sino-brasileña y sino-argentina es una tendencia a la reprimarización productiva: Brasil y la Argentina reorientan sus actividades económicas hacia sectores de menor valor agregado. El caso argentino expone un incrementó de exportaciones de productos primarios y manufacturas derivadas de recursos naturales a China: del 78% en 1990 al 96% en 2013 (desde 2007 está arriba del 94%). 

Durante la visita de Xi Jinping a la Argentina, en julio pasado, se firmó un swap entre ambos gobiernos. Este intercambio de monedas fue activado durante la segunda semana de septiembre a pedido del presidente del BCRA. Se conjetura que se trata de una suma de 11 mil millones que proporcionaría al gobierno nacional una “bocanada de aire fresco” dadas las partidas de importaciones bloqueadas por la Secretaría de Comercio y el bajo nivel de reservas. 

Efecto nocivo

No obstante, en el contexto descripto dicho Swap podría tener un efecto nocivo para argentina e incluso para la región. Por un lado, facilita las compras de productos manufacturados chinos, con lo cual es de esperar que el déficit comercial siga creciendo y que no pueda ser compensado por las exportaciones de otros productos primarios, como ser el maíz tras los acuerdos de julio pasado. Por otro lado, nos deja anclados a China como proveedor de insumos para la industria, consolidando el deterioro de la posición de Brasil en el mercado argentino y, claramente, poniendo en jaque el proceso de integración.

China ya es una gran potencia y por eso las asimetrías con los países de la región son mayores. Ante la búsqueda de asegurar su acceso a los recursos naturales para mantener en el tiempo su propia industrialización, no hay una respuesta en términos regionales. El fracaso de la estrategia estadounidense en torno al ALCA dio la pauta a la diplomacia china de que las negociaciones bilaterales favorecen su interés porque cercenan el margen de acción de los países de la región dadas esas asimetrías. 

Es difícil pensar que el intercambio comercial con China contribuya a la industrialización de la región e incluso es evidente que está comprometiendo los procesos de integración en curso. Argentina, hoy enfrenta un dilema central que tendrá un impacto tremendo en la orientación de su política comercial en las próximas décadas: ¿apostamos al socio brasileño y a incrementar el valor de nuestras exportaciones vía la complementariedad intraindustrial o vamos por el socio chino y aceptamos la reprimarización económica?