El efecto Bolsonaro en las relaciones de China y Brasil Wesley S.T Guerra, Director y fundador del CERES – Centro de Estudios de las Relaciones Internacionales de Brasil y miembro de la Asociación Internacional de Estudios Políticos.

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Las relaciones diplomáticas entre Brasil, “el gigante latino”, con el gobierno de la República Popular China, “el gigante asiático”, empezaron en 1974 y fueron fortaleciéndose conforme la evolución de las dinámicas internacionales y  los continuos cambios en la balanza de poder, frutos de la globalización y el aumento de nuevos actores internacionales en el mercado internacional.

En 1993, tras la aprobación del Plan Real y estabilización de la economía brasileña, Brasil y China firmaron un acuerdo estratégico que tras años de avances, lentos pero continuos, llevaron a la creación en 2004 de la COSBAN – Comisión Sino brasileña de Alto Nivel de Concertación y Cooperación, bajo el mandato del entonces presidente Luis Ignacio Lula da Silva.

La llamada Era Lula supone un cambio en las relaciones internacionales de Brasil. El país que había estado históricamente bajo la influencia de los Estados Unidos y de las principales potencias europeas, hizo un cambio de sentido hacia la cooperación sur-sur y la ampliación de sus relaciones comerciales con los países de la región de Sudamérica y de la comunidad lusoparlante en África, buscando en la creciente demanda asiática y de los países emergentes, mejores condiciones para su importante producción de commodities, venta de maquinarias agrícola, incipiente internacionalización de sus empresas y barreras inferiores a las establecidas en los mercados más maduros y desarrollados.

China es, desde 2009, el principal socio comercial de Brasil y el constituyente de sus principales fuentes de inversión extranjera directa en el país, superando a España que se posiciona como segundo socio principal.

La ruta del comercio Brasil-China se expandió notablemente entre 2001 y 2015, pasando de US$ 3.2 millones de dólares para US$ 66.3 millones. En 2009, China se convirtió en parte de un importante mercado de compradores y exportadores brasileños, y también en el principal socio comercial de Brasil. En 2012, se convirtió en el mayor exportador hacia el país latino.

La prolífica relación entre ambos países hizo que el impacto de los precios de las commodities no hayan afectado en sobremanera a Brasil durante la Crisis Financiera Internacional y fortaleció el mercado de las llamadas potencias emergentes, impactando en el fortalecimiento de los BRICS  (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur) y diseñando una nueva ruta para el desarrollo de las naciones más carentes y una alternativa al mercado global controlado por las grandes potencias occidentales.

La creación del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, bautizado con el nombre de New Development Bank, fue el auge de ese movimiento de las naciones periféricas en busca de alternativas en mercado mundial y al dominio de instituciones como el Banco Mundial o el FMI.

La relación entre ambos países se fue haciendo cada vez más sólida. Actualmente,
China figura entre las principales fuentes de inversión extranjera directa en Brasil, con destaque para los sectores de energía y minería, siderurgia y agrobusiness. Se ha observado, también, diversificación de las inversiones chinas en el país para segmentos como telecomunicaciones, automóviles, máquinas, servicios bancarios e infraestructura. Hay importantes inversiones brasileñas en China, en sectores como el aeronáutico, minería, alimentos, motores, autopartes, siderurgia, papel y celulosa, y servicios bancarios.

En 2015, Brasil exportó a China un total de 35.600 millones de dólares e importó de ese país 30.700 millones de dólares (frente a los 40.600 millones y de los 37.300 millones de dólares en 2014, respectivamente), ofreciendo como resultado un superávit en el comercio bilateral de US$ 4,9 mil millones. Desde 2009, Brasil acumula un superávit con China de casi US$ 46 mil millones.

Nada parecía ser capaz de afectar la relación entre ambos países hasta el inicio de la crisis política en Brasil. El Impeachment de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 produjo una sombra en la relación de Brasil con los demás países emergentes y un efecto en cadena se produjo en diversos países del globo. Las relaciones se mantuvieron en stand by hasta las elecciones presidenciales en Brasil en el 2018.

Las recientes elecciones en Brasil, supuso un cambio brusco en la política exterior del país por un mayor alineamiento con Estados Unidos y la Unión Europea en detrimento de las políticas de cooperación sur-sur y relaciones con países emergentes.

El nuevo chanciller de Brasil, el Sr. Ernesto Araujo, se autoproclama contra la globalización y a favor de un acercamiento con los Estados Unidos de Trump y con el Estado de Israel, siendo duramente criticado por su fuerte posicionamiento ideológico y por el impacto de su discurso en países claves para Brasil como China o los socios árabes.

Un reflejo de esa nueva política exterior con una elevada dosis de ideología es el hecho de que tras la decisión de Brasil de transferir la embajada en Israel para Jerusalén, el país ha perdido más de 10 contratos con importadores de pollo de Arabia Saudita, como forma de retaliación de los países árabes.

El gran temor de los inversores es que el posicionamiento tanto del actual presidente de Brasil, el Sr. Jaías Bolsonaro, como de su nuevo Chanciller, afecte la buena relación con el principal socio actual del país.

De momento, las señales no son nada positivas. Antes mismo de asumir la presidencia el Sr. Bolsonaro produjo malestar entre el gobierno brasileño y Pekín por demostrar su apoyo a Taiwan. Asimismo, su posicionamiento ideológico y discurso es completamente anticomunista, siendo que el estado chino se autoproclama de orientación comunista, lo que sin duda puede generar un aumento de las tensiones en el diálogo entre ambos países liderados históricamente por una diplomacia más presidencialista que ministerial.

Recientemente, China ha anunciado que comprará de Estados Unidos la soja que importa de Brasil, generando el pánico entre los productores. El gobierno de Pekín sabe lo que desea y está dispuesto a buscar una tregua con los Estados Unidos, mientras que la actual gestión de Brasilia se pierde entre la realidad numérica de una relación bilateral fundamental para el país y la visión filosófica y poco orquestada de un liderazgo ideológico.

El efecto Bolsonaro puede costar a Brasil una importante parte de las inversiones chinas, la reducción de mercados internacionales y la deflación interna de productos que son exportados, dificultando el equilibrio del llamado trípode económico criado en el Plan Real que establece el nivel ideal de inversiones directas, balanza comercial y mercado de divisas.

Por otro lado, el avance de China en África representa también un doble peligro para Brasil, pues pone en riesgo su prioridad en países como Angola y Mozambique, y al mismo tiempo ofrece nuevas alternativas para la demanda china, sin tener que depender directamente del país latino para determinados productos.

Aún es temprano para establecer métricas y datos sobre el flujo comercial y de inversiones entre Brasil y China pero, sin duda alguna, el gobierno brasileño debe pensarlo mucho antes de dejar que el posicionamiento ideológico de su actual presidente afecte las relaciones con un socio estratégico a corto y largo plazo.

Bibliografía:

Ministério das Relações Exterior – Itamaraty. Disponíble en: http://www.itamaraty.gov.br/

GUELAR, Diego. La invasión silenciosa: El desembarco chino en América del Sur. 2013

STUENKEL, Oliver. Post Western World. FGV – São Paulo, 2015.

________ India-Brazil-South Africa Dialogue Forum (IBSA): The Rise of the Global South. 2014

New Development Bank. Disponíble en: https://www.ndb.int/