El gran juego de China

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

Iniciada el 16 de agosto, ha terminado una nueva cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), esta vez precedida de unas maniobras militares de gran envergadura, en las que han participado todos los países miembros de dicha entidad. Desarrolladas en territorio chino y ruso, han constituido toda una demostración de fuerza y explicitado una clara voluntad de integración, plasmando, se quiera o no, una alianza táctica contra la hegemonía global de Estados Unidos y su presencia en Asia central.

Las maniobras, por otra parte, han evidenciado un nuevo nivel de cooperación entre China y Rusia que hace dos años realizaron sus primeros ejercicios bilaterales, reafirmando el espacio de una entidad creada en 2001, es decir, hace solo seis años, y cuyo ritmo de ensamblaje evoluciona a gran rapidez. En total, desde 2002, China ha participado en 18 ejercicios militares bilaterales o multilaterales con los países de la OCS, justificados por la necesidad de combatir el terrorismo (el uigur en particular) y asegurar la estabilidad y la seguridad de una zona de gran importancia estratégica. 

La agenda de la cumbre ha estado marcada por numerosos temas, desde la energía a la seguridad, incluyendo la posibilidad de admitir a nuevos miembros (por el momento congelada). En medio, la atención de Occidente, preocupado por la hipotética admisión de Irán, ahora observador, como miembro de pleno derecho, y por las intenciones rusas de reforzar esta alianza en un tiempo en que las fricciones con Estados Unidos van a más, al igual que entre Washington y Beijing. La OCS se analiza en Occidente en clave militar, temerosa de que pueda convertirse en un contrapeso sólido de la OTAN. En el marco de estos ejercicios, Putin, que encuentra en Asia Central una posible respuesta a la penetración de la influencia occidental en su “extranjero próximo” europeo, anunció la reanudación de los vuelos permanentes de los bombarderos estratégicos rusos. 

Frente a las acusaciones de fomentar una carrera armamentista en la región, fuentes de la OCS responden que su única preocupación consiste en combatir el terrorismo, razón que explica, por ejemplo y sin que nadie lo cuestione, la presencia militar estadounidense en Kirguizistán. Algunos países occidentales dicen no creerse este argumento (aunque sí nos piden que nos creamos que la guerra de Irak ha sido necesaria para combatir el terrorismo) y destacan la renovada capacidad china para transportar efectivos a largas distancias y multiplicar su capacidad de ataque, lo que se califica de indicio “nefasto”. 

A ello se añade, entre otros, las múltiples reservas respecto a la dimensión militar del programa espacial chino. Después de la destrucción de un satélite con un misil, acción llevada a cabo el pasado 11 de enero, la supremacía americana en el espacio podría estar en entredicho: una acción similar podría afectar a los sistemas de comunicación utilizados por el ejército estadounidense. 

En suma, es cada vez más claro que China no descuida su defensa, corrigiendo así una de las lagunas esenciales que historicamente han explicado su acentuado declive a partir del siglo XIX. Nada nuevo ni sorprendente, por otra parte, ya que dicho capítulo estaba incluido, desde su inicio, en el programa de las cuatro modernizaciones. 

Por otra parte, en el marco de la OCS, la atención de China sigue centrada en el suministro energético. A la par de la cumbre, Hu Jintao realizó una visita de Estado a Kirguizistán y Kazajstán. De las repúblicas centroasiáticas, solo recibe gas de Kazajstán. Uzbekistán se muestra muy interesado en facilitar el comercio en este ámbito, hoy orientado hacia Rusia de modo preferente. Con todos ellos, sus relaciones comerciales experimentan un gran crecimiento de año en año. En su visita a Kirguizistán, Hu Jintao ha negociado el establecimiento de un enlace ferroviario y la construcción de un gasoducto que atravesaría Turkmenistán (país no miembro de la OCS y que ha participado en la cumbre como observador). A partir de 2009, China aspira a recibir 30 mil millones de metros cúbicos de gas turkmeno.

Aumentando su influencia en Asia Central, afirmando los vínculos con sus aliados a través de una amplia red de beneficios económicos que incluye el desarrollo del comercio, las comunicaciones o la energía, China va jugando sus cartas y conformándose cada vez más como una alternativa emergente que puede contribuír de forma efectiva a establecer un marco superador y estable de la complejidad de la región, sin que la propia y notoria diversidad política de los integrantes de la OCS la incapacite para desempeñar un papel activo.