El termómetro sino-estadounidense

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La celebración del tercer diálogo estratégico y económico entre EEUU y China (Washington, 9 y 10 de mayo) nos ofrecerá un nuevo termómetro de la relación bilateral. Sin duda, ambos países afrontan como principal reto la mejora de la confianza mutua, de la franqueza y el impulso de la cooperación. En los días previos, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, reclamaba un diálogo “muy directo” para encarar las diferencias.  Por su parte, China reclamaba “buena fe” con el propósito de evitar un mayor deterioro de su imagen internacional, dañada por las últimas oleadas de detenciones de críticos y disidentes. Con carácter previo, a finales de abril se celebró en Beijing una nueva ronda de diálogo en materia de derechos humanos que evitó centrarse en casos individuales, sin que haya trascendido novedad alguna.

Seguridad e inversiones dominarán la agenda de este diálogo que, por primera vez incorpora un foro estratégico en materia de seguridad. Oficiales de ambos ejércitos participarán en estas conversaciones, abordando temas relacionados con la seguridad estratégica. China comparte con EEUU la idea de que el terrorismo es un enemigo común, al tiempo que enfatiza el respeto de la independencia, soberanía e integridad territorial de cualquier país. Las inversiones en la industria petrolera o en otros recursos estratégicos en países latinoamericanos o africanos son calificadas por EEUU como “prácticas injustas” que indican ambiciones de convertirse en un poder regional. Cabe imaginar que Beijing se deshaga una vez más en sus habituales desmentidos sin aportar las garantías que Washington reclama desde la visita del presidente Obama a China en noviembre de 2009.

China es actualmente el segundo mayor socio comercial y el tercer mayor destino de las exportaciones de EEUU. El volumen del comercio bilateral alcanzó los 385.000 millones de dólares en 2010. La inversión de China en EEUU creció un 81,4 por ciento en 2010 respecto al año anterior, alcanzando la cifra de 1.390 millones de dólares (en ese mismo periodo aumentó un 297 por ciento en la UE elevándose a 2.130 millones de dólares). China ascendió en 2010 tres puestos en el ranking global de países inversores para situarse en novena posición. Beijing denuncia los “obstáculos políticos” para el desarrollo de sus inversiones en EEUU (el fracaso de Huawei al intentar adquirir la empresa 3Leaf Systems es el último episodio destacado) y proyecta que en solo tres años sus inversiones en el exterior puedan superar la IDE recibida. Por su parte, EEUU denuncia prácticas similares por parte de China que le dificultan ganar cuota de mercado en el gigante oriental.

En las tensiones comerciales entre EEUU y China, el yuan ha dejado de ser un referente público. Desde junio del año pasado, la moneda china se ha apreciado alrededor de un 5 por ciento en relación al dólar. Una paridad más fuerte del yuan frente al dólar ha causado la pérdida de 271.100 millones de dólares desde el año 2003, dice Beijing para exaltar la magnitud de su sacrificio. China disponía a finales de marzo de 3,04 billones de dólares en reservas de divisas.

La relación entre EEUU y China es dinámica y compleja. Cualquier disputa entre los dos países tiene enormes implicaciones globales y cualquier asunto global puede tener impacto sobre las relaciones bilaterales. Tratando de evitar la confrontación abierta pero sin renunciar un ápice a su soberanía, China orienta su relación con Washington con el propósito de afirmar una tendencia estratégicamente cooperativa, tratando de imponer la búsqueda del beneficio común sobre lo que califica de “competencia improductiva”. China se beneficia aún del actual orden mundial dirigido por EEUU y en tanto sea así estará más interesada en la consolidación de organizaciones como los BRICS o la OCS que en disputar la primacía global al hegemón.