El yuan, el fondo y la forma

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

Cuanto más aumenta la presión estadounidense sobre China para que aprecie de forma significativa su moneda, el yuan, más Beijing se revuelve y más parece alejarse dicha posibilidad. Frente a los argumentos de Washington, China opone los suyos, no menos fundados que los norteamericanos. Estados Unidos asocia la consolidación de la recuperación no con la autoimposición de severos ajustes estructurales ni con la introducción de mayores controles que eviten la repetición de la crisis, a todas luces prácticamente caídos en el olvido año y medio después de la debacle financiera, sino con el ejercicio de autoflagelación de China, quien es ahora señalada como la principal culpable del marasmo en que se hallan las economías desarrolladas. No obstante, lo cierto es que de 2005 hasta la fecha, el yuan se ha apreciado más del 20% sin que ello haya influido en modo alguno en la superación de los desequilibrios que caracterizan el intercambio comercial bilateral y que presentan un abanico de causas mucho más variopinto y complejo. La amenaza reciente de señalar a China como país manipulador de las tasas de cambio ha hecho saltar las alarmas en Beijing, quien ha advertido que “no se quedará de brazos cruzados”. 

Sea o no del todo cierto que EEUU, como dice China, es el más sofisticado y mayor manipulador de los tipos de cambio en el mundo, afirmación que ofrece pocas dudas a numerosos especialistas, las formas elegidas en las últimas semanas para presionarla a fin de que aprecie su moneda, resultan en extremo desafortunadas e ignoran las actitudes básicas adoptadas por Beijing en su conducta diplomática. Mediante la manipulación de las tasas de cambio del dólar, EEUU logra reducir las reservas y propiedades en dólares de China y otros países, aligerando la presión de su enorme deuda externa, entre otros. El mecanismo incide en la gestión de la información orientada a apreciar o devaluar el dólar según convenga, difundiendo informes, perspectivas o simplemente rumores que emergen de instancias respetables, ya sean bancos de inversión, grandes consultoras, etc. China, al igual que en otros dominios, exige aquí reglas claras sobre la base de una estabilidad global compartida que reste autonomía a la política monetaria estadounidense, cosa dificil de aceptar por Washington ya que su hegemonía en esta materia le permite que otros países contribuyan a sanear sus abultados déficits eludiendo sus propias responsabilidades.  

Para China, el problema tiene dimensiones sociales, económicas y financieras pero también políticas y estratégicas. Su máxima ambición es alejarse lo más posible de cualquier forma de dependencia respecto a Washington que le reste capacidad de decisión. La intensidad de su ligazón con la economía estadounidense le proporciona un colchón moderador de las tensiones bilaterales, pero también refleja una importante debilidad, ya que hace depender en extremo su economía de la estabilidad del dólar y de la evolución norteamericana. Por ello, a la par de contribuir inevitablemente a la estabilización del billete verde, procura agrandar su propio espacio financiero con el firme propósito de internacionalizar el yuan, en primer lugar como moneda de carácter regional, erosionar paso a paso el espacio del dólar y atar en corto a EEUU con una relación de igual a igual en un escenario multilateral rechazando de plano actuar de mero co-partícipe subordinado en una política comandada por Washington.  

Los asuntos relacionados con la tasa de cambio forman parte del conjunto de derechos inherentes a esa soberanía que China, instalada en otro tiempo y condicionada por vicisitudes históricas que aún no está en condiciones de superar, considera irrenunciable y que Washington intenta erosionar a toda costa (ya hablemos de contenciosos político-territoriales como Taiwán o Tibet o de otra naturaleza, como Google o el cambio climático). Pero, más allá de los gestos puntuales que discretamente pueda adoptar para atemperar el nivel de tensión, no parece que China, ni en el fondo ni en la forma, esté por la labor de sacrificar la velocidad de su crecimiento para permitir que EEUU salga indemne de los números rojos.