¿Hacia donde va China?, por Gustavo A. Cardozo

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

La transformación de la capacidad económica global de China está transfigurando la correlación de fuerzas sobre las economías latinoamericanas, sus empresas, re-adaptando las estrategias para poder conquistar un entorno crecientemente competitivo, y exponiendo una agenda de acciones que permitirá a los gobiernos y las empresas maximizar conjuntamente las oportunidades brindadas por este nuevo contexto internacional.  

El alzamiento chino es decisivo para poder razonar los rumbos y variabilidades del mercado en los medios financieros y comerciales. Beijing ha demostrado capacidad para sostener la “intervención” pragmática en diversas extensiones (bilaterales o multilaterales), apaciguar la expansión de la crisis financiera internacional, inducir una reforma del sistema financiero internacional, y abrir vías de acción para la recuperación económica mundial, como el actual  pre-acuerdo entre el Banco Central de la Argentina y su análogo chino.

 Pero más importante que los acontecimientos a corto plazo, es la corriente internacional a largo plazo del nuevo rol chino en el mundo. La administración del Presidente Barack Obama tiene ahora la presión de realinear de arriba abajo su actuación a escala global, y Asia está inmersa en una inquietante marea de cambios centrados alrededor de Beijing. En ese marco, independiente de sí se puede confiar o no en China, debemos emprender el escenario sobre la base de una perspectiva de medio-largo plazo que incluya la posibilidad de un cambio del régimen internacional y una posterior reestructuración económica transpacífica. La sensación en China es que se habla sobre las contrariedades financieras de forma meramente externa, aunque es un momento de grandes cambios en la situación internacional del gigante asiático, ¿qué simboliza esto? La herramienta más potente para mantener los valores e intereses del país es la búsqueda paciente de esfuerzos acordes con una lectura de las corrientes subyacentes en la escena mundial, donde las principales críticas apuntan al sistema capitalista norteamericano. Sin embargo, ¿por qué este axioma básico de la nueva diplomacia financiera de Beijing se lo siguen llevando los vientos de la opinión pública occidental? 

Aquí se plantea un nuevo interrogante ¿Beijing marcara un nuevo rumbo? China ha sido el país de mayor crecimiento estas últimas décadas, pero además es la economía más grande que mejor desglosó meticulosamente las reglas del juego económico tradicional. El “libre mercado” en China está en proceso de formación, las estadísticas oficiales en muchas ocasiones son alteradas por el gobierno quién fija los precios en las industrias claves, las cuales controla. Sin embargo, el mérito chino está en haber limitado la inversión extranjera en el sector bancario y no haberse abrazado a recetas financieras diferenciadas las cuales son el núcleo de la crisis global del crédito.

Las preguntas asumen una insólita urgencia cuando Estados Unidos y Europa se mueven hacia el control estatal – buscan federalizar las industrias de automóvil y la banca, aplicando una nueva regulación sobre la industria financiera. Muchos economistas intrigados han reposado su perspectiva analítica bajo la visión económica china, “no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. En un tiempo de trance financiero, los burócratas chinos se valen de herramientas usuales de mercado para intervenir en la economía en una nación donde la inversión es “la savia del crecimiento sustentable”, rindiendo cuentas hasta del 40 % del PIB, según datos de Morgan Stanley en Asia.  

EE.UU. todavía ve como amenaza la batalla política con China producto del bajo valor del yuan para impulsar sus exportaciones. Si bien la moneda china cayó levemente en estos recientes meses, la mayoría de los economistas creen que Beijing extenderá una “plusvalía modesta”, asumiendo su necesidad de competitividad en las exportaciones y buscando equilibrar las cuentas corrientes comerciales. El pragmatismo chino se ha enfocado en un lento pero constante paso hacia el libre mercado, lo que Deng Xiaoping designó “cruzando el río, sintiendo las piedras”.

China ya ha conseguido construir una sólida infraestructura financiera de nivel medio en su relación con América Latina y el Caribe (ALC). La implicación del gigante asiático no se ha limitado a la esfera comercial, sino que también ha desempeñado su papel en la dinámica política que condujo a la ampliación de los miembros del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El ingreso chino al BID fue fundamentalmente una iniciativa política pensada para conseguir la integración regional respaldando la creación de lazos financieros alternativos a los EE.UU. y Japón.

China ha reportado reservas por valor superior a $1.95 billones de dólares a finales de 2008: Beijing sostiene dos veces más reservas que Japón, y cuatro más que Rusia y Arabia Saudita. Para finales del año pasado, cuando la crisis iniciaba su etapa de ascenso vertiginoso, la Administración del Estado de cambio de divisas (SAFE)—del People’s Bank of China (PBoC), administraba cerca de $2.1 billones: $1.95 billones en reservas formales y entre $108 y $158 billones en “otros activos extranjeros”.

Esto significa, sin duda, que China está en condiciones internacionales de crear una conexión alternativa entre las naciones situadas en la zona media entre Asia y ALC que buscan una nueva interacción estratégica financiera. Los homólogos específicos en esta empresa son los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA), Australia y Corea del Sur, y principalmente los países del MERCOSUR, con Brasil a la cabeza. Las desproporciones financieras restantes de mundo continúan reposando en similares desafíos.

Según el economista Andy Rothman, “……vale recordar que China es la nación más importante que no ha experimentado abiertamente una crisis de crédito, ni una crisis de confianza tan amplia”. Por otro lado, Wen Jiabao ha dicho que “la confianza vale más que el oro y la gente en China todavía cree en su sistema, el menos por ahora”. Beijing es consciente de que la reformulación financiera internacional será difícil si los Estados Unidos y las otras naciones desarrolladas afectadas como Gran Bretaña, Alemania o Italia, no proveen un estímulo macroeconómico al tsunami financiero.

 Beijing está logrando utilizar los mismos conceptos y palabras sobre la situación crítica internacional que los países latinoamericanos y la forma más adecuada sería un nuevo orden financiero regional, donde su retórica puede acabar sirviendo de catalizador de una cooperación multilateral totalmente nueva. A pesar de las caídas en sus exportaciones y las recientes fluctuaciones financieras en sus mercados más importantes, la economía china crecerá a un ritmo estimado del 7 % en 2009, —dos dígitos menos que los años anteriores, pero con un sostenimiento dinámico que la mayoría de otras economías. El escenario internacional demuestra un panorama poco alentador para los países en vías de desarrollo, aunque el contexto interno chino es más alentador. La realidad evidencia que Beijing buscará configurar con determinación un nuevo sistema financiero internacional en forma colectiva para evitar los efectos contagio de la actual crisis.  

Los ojos del mundo están puestos nuevamente en China. El gigante asiático puja por nuevos acuerdos de libre comercio, tiene un papel clave en la actual crisis financiera, donde su desenvolvimiento tiene implicaciones globales directas. ¿Podrá el legado milenario chino corresponder al presente desafío mundial de recuperación económica? China no tiene ninguna experiencia en el creciente poderío económico y financiero que está adquiriendo, tal vez eso es lo que hace a Beijing impredecible pero al mismo tiempo propicio.

Lic. Gustavo A. Cardozo, COORDINADOR PROGRAMA ASIA-PACIFICO, CENTRO ARGENTINO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES, CAEI.