La auténtica soberanía que necesita América Latina y el Caribe Zhao Hui y Jimmy Tapia Borja

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

BEIJING, 16 ago (Xinhua) — ¿La creciente relación con las naciones de otros continentes es, «per se», una amenaza para la soberanía de los países latinoamericanos?
   La respuesta de lógica básica a ese planteamiento es no. Pero para James Mattis, secretario de Defensa de Estados Unidos, que está de gira en esta semana por Latinoamérica, sí lo es.
   Mattis hizo esa insinuación rumbo a Brasil al ser consultado específicamente sobre el acercamiento que la región ha mantenido en los últimos años con China y con Rusia.
   El funcionario, en evidente alusión a las negociaciones de Beijing y Moscú con el Nuevo Continente, expresó que la pérdida de soberanía puede suscitarse con la recepción de «regalos» y «préstamos».
   La suma de los préstamos chinos hacia la región sí es muy llamativa en la última década. Según la Base de Datos Financieros de China y Latinoamérica, elaborada por el Diálogo Interamericano y la Iniciativa de Gobernanza Económica Global (GEGI), dependiente de la Universidad de Boston, los bancos chinos han proporcionado más de 150.000 millones de dólares en financiamiento a la región desde 2005.
   Incluso, en varios años los préstamos concedidos por los bancos chinos a los países latinoamericanos y caribeños superaron los entregados por el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) juntos.
   Esto, según la misma prensa norteamericana, evidenció que mientras EEUU «daba la espalda» a sus vecinos, China se ofrecía como una opción para acceder a recursos. De allí el porqué los Gobiernos de turno decidieron estrechar sus nexos con China.
   Los ejemplos son abundantes. Gracias a los préstamos chinos, Ecuador inauguró en 2016 la central hidroeléctrica más grande del país, Coca Codo Sinclair, que logró a aumentar signifitivamente el suministro de energía eléctrica nacional e incluso exportar a los países vecinos. En los seis años de construcción, la obra también generó más de 7.000 empleos directos.
   También en Ecuador, tras el devastador terremoto del 7,8 grados del 16 de abril de 2016, China ofreció una ayuda no reembolsable de 150 millones de dólares para la construcción de dos hospitales y 400 viviendas en las zonas afectadas.
   En Jamaica, los préstamos chinos sirvieron para construir en 2016 la Autopista Norte-Sur de Jamaica que reduce a la mitad el tiempo de viaje y beneficia a las áreas rurales a lo largo de la carretera; en Argentina, también los créditos chinos ayudaron a revitalizar los ferrocarriles rezagados de Belgrano Cargas y San Martín para reducir los costos de la logística en la exportación de bienes.
   Aunque el Señor Mattis puede alegar que él mismo no ha percibido ningún beneficio para los pueblos de América Latina y el Caribe, ¿de dónde viene la lógica de vincular la pérdida de soberanía con los «regalos» y «préstamos»?
   ¿Acaso los países latinoamericanos y caribeños sólo pueden recibir los «regalos» y «préstamos» brindados por Estados Unidos o por lo menos bajo el visto bueno de Estados Unidos? ¿Acaso la soberanía que nombra Mattis no incluye la de conseguir autónomamente préstamos provenientes fuera del continente americano?
   En febrero pasado, el entonces Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, «advirtió» a los gobiernos latinoamericanos del avance de países extranjeros (de otros continentes) «prestadores» y acusó a China de perjudicar a los empleados del sector manufacturero.
   Aunque esos mismos trabajadores, a los que supuestamente se quiere «proteger», fueron los que salieron hace poco a las calles en países como México para rechazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), debido a la competencia desigual con el ingreso de productos de EEUU, a los cuales se les eliminaron los aranceles.
   Aún peor, Tillerson, al ser preguntado sobre la Doctrina Monroe, afirmó que ésta «ha sido un éxito» y «es tan relevante hoy como lo fue el día en que fue escrita» en 1823.
   Esta ha sido una historia oscura y amarga para América Latina y el Caribe. Basados en la Doctrina Monroe, los gobiernos de Estados Unidos han ejercido una ferrea hegemonía sobre la región y atropellado la soberanía de sus vecinos del sur mediante intervenciones directas e indirectas durante casi 200 años.
   Sin embargo, el fracaso de las reformas neoliberales impulsadas por Estados Unidos en Latinoamérica a finales del siglo pasado, sumado a su desinterés en la región tras los ataques el 11 de septiembre de 2001, llevó a que la influencia estadounidense descendiera hasta un punto crítico.
   A ojos del investigador asociado del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Academia China de Ciencias Sociales, Wang Peng, el descenso de la influencia de Estados Unidos en la región se debe principalmente a su apatía ante las necesidades de desarrollo de sus países vecinos, quienes tienen que buscar alternativas como China.
   Para Margaret Myers, directora del programa para América Latina y el Mundo, del Diálogo Interamericano, Estados Unidos forzó a los países latinoamericanos y caribeños a seguir una sola fila, pero fracasó en formular políticas atractivas para ellos.
   Ante las advertencias retrecheras de Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe tienen que abrir los ojos y decir no a cualquier nación que quiera intervenir en su política y les diga a sus autoridades cómo deben gobernar.
   La auténtica soberanía que necesita América Latina y el Caribe es dejar libremente a la región para que elija su propio camino de desarrollo.