La Franja y la Ruta en América Latina: Infraestructura en educación para mejorar la calidad de vida de la población Esteban Zotelle es Profesor de la Universidad de Changzhou (CCZU), Investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Changzhou y del Centro de Estudios China-Veracruz de la Universidad Veracruzana (CECHIVER-UV). Representante de la UV en China, con PhD por la Renmin University de China. Presidente de la Asociación de Argentinos en China (AdeACh).

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (One Belt, One Road, en inglés) fue lanzada por el Presidente Xi en el año 2013. Dicha Iniciativa –que tiene como referente histórico a la antigua Ruta de la Seda– promueve, a través de la financiación en infraestructura y conectividad por parte de China, la cooperación y el intercambio comercial y cultural entre los países que participan, que actualmente son más de 60.

La Franja y la Ruta podría extenderse hacia América Latina en los próximos años, en el marco de un vínculo heredado: ambas regiones poseen una genética histórica de esta Iniciativa, pues la Nao de China desarrolló el comercio y el intercambio cultural y de personas durante casi 250 años, hasta 1815. En este contexto, expertos coinciden en que este proyecto generará más dinamismo en las relaciones entre China y América Latina. Hasta ahora, varios países de América Latina expresan su voluntad de participar en La Franja y la Ruta; sin embargo, todavía no se ha presentado un plan claro sobre su diseño y su alcance.

Según algunos investigadores, existen cinco puntos que se plantean como vitales en la estructuración formal de la propuesta, con el objetivo de definir una vía más concreta para su desarrollo:

1) Coordinación de políticas

2) Conectividad de las instalaciones

3) Comercio

4) Integración financiera

5) Movilidad

Por otra parte, la Propuesta Agenda 2020 de la Comunidad de Estudios Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) plantea que los cinco ejes sectoriales son: reducción de la pobreza y la desigualdad; educación, ciencia, tecnología e innovación; medio ambiente y cambio climático; infraestructura y conectividad, y financiamiento para el desarrollo. Estos rubros coinciden con los que propone la Iniciativa, de acuerdo con el reconocimiento de un problema constante en América Latina: la falta de oportunidades; fenómeno que deriva en el crecimiento de la pobreza, la marginalidad y la exclusión de gran parte de la población. Entre los factores principales causantes de esta situación, se encuentran la falta de acceso a la educación y la falta de infraestructura, circunstancias que contribuyen a la formación de un círculo vicioso de desigualdad en la región.

El impacto destructivo de la extrema desigualdad sobre el crecimiento sostenible y la cohesión social es evidente. Aunque América Latina ha dado un paso adelante en reducir la extrema pobreza en los últimos diez años, sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo. El desafío para la aplicación y sustentabilidad de la Franja y la Ruta en esta zona, será entonces lograr un crecimiento económico inclusivo que se traduzca en desarrollo.

La Franja y la Ruta para la educación y mejora en la calidad de vida

La desigualdad social está directamente relacionada con el acceso y la calidad de la educación. La educación contribuye a la construcción de una sociedad más equitativa, pero las condiciones de injusticia social obstaculizan el desarrollo educativo en América Latina. Esta región, a lo largo de su historia, ha visto directamente la relación entre sistemas educativos obsoletos y su falta de acceso para gran parte de la población; por ello, deberá ser el estado y no sólo la iniciativa privada el agente que genere mayores infraestructuras educativas.

Algunos gobiernos latinoamericanos han tenido éxito al prestar atención al tema de la ampliación de la cobertura educacional. Sin embargo, con el aumento en la cantidad de alumnos que asisten a las escuelas y universidades, es necesario mejorar las edificaciones de las instituciones y de los recursos físicos para ofrecer condiciones óptimas para el aprendizaje.

En este sentido, es una gran oportunidad para América Latina si la iniciativa logra enfocar parte de sus recursos en infraestructura para la educación; es esencial que los países aumenten su capacidad intelectual y eleven sus ingresos, mediante el establecimiento de actividades productivas que requieren un nivel superior de educación y de aplicación científica. Este desarrollo interno, en el comercio internacional, supone una sofisticación en la demanda de bienes y servicios calificados en ambas direcciones.

De esta manera, la calidad de los sistemas educativos será un factor que contribuya significativamente a la reducción de la pobreza, a la consolidación de la igualdad social, la estabilidad y la mejora en las condiciones de calidad de vida de los pueblos, generando que la Franja y la Ruta se desenvuelva como una política de Estado a largo plazo para los países latinoamericanos, más allá de los cambios de gobierno.

Las políticas neoliberales que proponen dejar al mercado actuar sin control, en el pasado, han significado un detonante en el aumento de la pobreza y de las brechas de desigualdad en América Latina, la Nueva Ruta de la Seda supone un mayor intercambio comercial e impulsa al Estado como regulador y sobre todo como promotor del desarrollo económico, en síntesis como el gran instrumento para sostener políticas incluyentes a través de acciones redistributivas del ingreso y de la generación de las grandes obras de infraestructura, debiendo incluir las relacionadas con la educación y el fortalecimiento de las redes virtuales para el comercio, que incorpore a las Mipymes y mejorar también las condiciones legales que faciliten la movilidad de las personas.