La significativa visita de Biden a China después de 32 años

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BEIJING, 16 ago (Xinhua) -- El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitará China el miércoles, 32 años después de su primer viaje al país asiático como miembro de la primera delegación estadounidense que pisó suelo chino tras la normalización de las relaciones sino-estadounidenses.


Biden ha sido testigo de los altibajos de las relaciones sino-estadounidenses en las últimas tres décadas. Cuando vino a China por primera vez, en 1979, los dos países acababan de poner fin a varias décadas de hostilidad y firmaron un comunicado conjunto que establecía vínculos diplomáticos poniendo la piedra angular de las relaciones bilaterales.

En estos momentos, tras la visita oficial del presidente chino, Hu Jintao, a Estados Unidos en enero de este año, las relaciones entre ambos países han avanzado hasta un nivel de asociación cooperativa basada en el respecto mutuo y el interés común.

La próxima visita de Biden a China puede interpretarse como una continuación y ampliación de su viaje realizado hace 32 años. Es un relevo de impulso para profundizar las relaciones sino-estadounidenses.

«El ascenso de China es un hecho muy positivo, no sólo para China, sino también para Estados Unidos y el mundo en su conjunto», afirmó Biden hace 32 años, cuando era un joven miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos.

En su intervención durante la sesión de apertura del Diálogo Estratégico y Económico entre Estados Unidos y China celebrado en mayo, Biden dijo que seguía pensando lo mismo tras más de treinta años.

Gracias a los esfuerzos de ambas partes, las relaciones sino-estadounidenses han ganado un gran impulso en el siglo XXI. La cooperación bilateral se ha incrementado hasta abarcar una amplia gama de terrenos, como la política, la economía, la ciencia, la cultura y otros importantes asuntos de índole internacional y regional.

Tal y como afirmó el propio Biden, «no es exagerado decir que nuestra relación y su gestión contribuirán a modelar el siglo XXI».

Estados Unidos y China son la primera y la segunda mayor economía del mundo, respectivamente, y entre ambos se observan unas estrechas relaciones económicas.

Según las estadísticas de Washington, el año pasado Estados Unidos exportó bienes y servicios a China por un valor superior a 110.000 millones de dólares, y gracias a ello se pudieron crear más de 500.000 puestos de trabajo en el país norteamericano.

China y Estados Unidos, que conjuntamente representan un tercio de la economía mundial y un quinto del volumen de comercio internacional, mantienen relaciones que van más allá de sus fronteras y tienen un profundo impacto global.

La comunidad internacional estará muy contenta si estos dos grandes países se unen a la hora de enfrentarse a los desafíos globales y se esfuerzan para crear una economía mundial robusta, sostenible y equilibrada.

Los intercambios de visitas de alto nivel a través del Océano Pacífico han servido para promover las relaciones sino-estadounidenses. En un reciente artículo, el diario The New York Times afirmaba que el objetivo principal de la próxima visita de Biden a China es consolidar las relaciones con los líderes del gigante asiático.

Es verdad que Beijing y Washington tienen diferencias; sin embargo, los intereses comunes de ambas partes pesan mucho más que sus discrepancias. Como ha indicado Biden, «estamos mucho más de acuerdo que en desacuerdo».

Si ambos países respetan el principio de igualdad y respeto mutuo, serán capaces de ampliar sus terrenos comunes y lograr un adecuado tratamiento de los asuntos peliagudos que existen entre ellos.

China, como el mayor acreedor extranjero de Estados Unidos, se juega mucho en los cambios de política económica del país norteamericano, así como en la estabilidad del dólar. Es por ello que, si Washington gestiona todos estos asuntos con responsabilidad, contribuirá al crecimiento constante de las relaciones sino-estadounidenses y al desarrollo estable de la economía mundial, dadas las crecientes preocupaciones por el endeudamiento europeo y estadounidense y la frágil recuperación económica global.