Li Keqiang en Europa para aproximar posturas

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

Tras el precario balance de la cumbre del G7 en Taormina (Italia) y los desencuentros reiterados entre Bruselas y Washington, la visita del primer ministro chino Li Keqiang a Europa, con significativas paradas en Alemania y Bruselas, adquiere un significado que va más allá del plano estrictamente bilateral.

Ésta será la novena visita de Li a Europa y la tercera a Alemania desde que asumió el cargo de primer ministro en 2013. La canciller alemana, Ángela Merkel, es también una visitante frecuente de China. Tanto el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, como el primer ministro belga, Charles Michel, visitaron China el año pasado. La UE es el mayor socio comercial de China y ésta es el segundo mayor de la UE. En 2016, China superó a Estados Unidos para convertirse en el mayor socio comercial de Alemania.

Plante europeo frente a China

Desde el segundo semestre del pasado año, las relaciones sino-europeas atraviesan momentos especialmente complejos. El “EU first” frente a China se evidenció en asuntos como la guerra del acero o la no concesión del estatuto de economía de mercado. Bruselas apela a los socios comunitarios para preservar la cohesión de sus políticas actuando como un bloque coherente y eficaz. No es fácil. China es plenamente consciente de la heterogeneidad europea y diversifica sus políticas en atención a escenarios subregionales y socios preferentes que le son o pueden ser más afines. Y, en paralelo, sigue apostando por la integración.

La impresión general en la UE es que la relación bilateral beneficia más a China ya que puede acceder con amplitud al mercado europeo mientras prevalecen las barreras en diversos sectores de su economía a pesar de los desmentidos oficiales.

Alemania es un socio privilegiado de China en Europa pero la relación también se ha resentido. En Berlín, conocedores del interés por su tecnología punta, se siguen de cerca las inversiones chinas que han crecido de forma significativa en su industria. Desde 2015, Alemania es el primer destino de los capitales chinos en Europa. Berlín reclama a China reciprocidad, respeto a las reglas, lealtad y transparencia en las operaciones. Ángela Merkel exige garantías solidas a las autoridades chinas respecto a la protección de los datos confidenciales de las industrias extranjeras que operan en China.   

Tras el Brexit, Berlín gana relevancia como la capital de referencia para China en el viejo continente. Los vínculos bilaterales han aumentado de forma exponencial en los últimos años y a pesar de que en muchos asuntos clave las posiciones se han acercado persisten igualmente desacuerdos profundos.  

China y la economía de mercado

Hace ahora un año, el Parlamento europeo votó en contra del reconocimiento de China como una economía de mercado. Las autoridades comunitarias, aun no existiendo una definición universal de la OMC que aclare sus trazos, sostienen que China no observa las reglas básicas en cuanto a aspectos como la intervención significativa del Estado en numerosos ámbitos ligados a la producción o en materia de seguridad jurídica. A mayores, se teme un impacto negativo en el empleo y un aumento de las importaciones, con estimaciones cuyo volumen varía según los cálculos.

Por su parte, China apela a la automaticidad considerando que esta se derivaría del artículo 15 del protocolo de acceso a la OMC. Bruselas niega esta previsión y exige a China que demuestre la conformidad con los criterios europeos.

China y el embargo de armas

Otro de los temas que podrían ser abordados en la visita de Li es el levantamiento del embargo de armas impuesto, camino ya de las tres décadas, como consecuencia de los sucesos de Tiananmen (1989). Es el embargo más antiguo de Europa. La razón de dicha medida es inseparable de la violenta represión aplicada contra los manifestantes que reclamaban poner coto a la corrupción y la democratización del país y, en un sentido más general, el no respeto de los derechos humanos en el gigante asiático. En segunda instancia, se pretendía evitar contribuir al reforzamiento de sus capacidades militares.

Lo cierto es que si tuviéramos que hacer balance, el embargo ha sido poco efectivo. El exitoso desarrollo económico de China le ha permitido una modernización militar de gran alcance que está neutralizando la efectividad de la medida, al menos en este aspecto. Es verdad que Occidente tiene aun una ventaja tecnológica importante pero también que en una o dos décadas, a lo sumo, al ritmo actual, podría quedar superada por China que constata una clara mejora del nivel científico del país y acumula éxitos importantes en materias diversas.  

En materia de derechos humanos ha habido avances puntuales pero estamos lejos de la hipótesis de una China con pluralismo político al estilo occidental. Y también  es verdad que el doble rasero aplicado por la UE y Occidente en este tema es bien elocuente.

Para China, este tema –al igual que el reconocimiento como economía de mercado-, alude a cuestiones de gran valor político. El embargo, a día de hoy, no impide la modernización militar del país así como la negación como economía de mercado no impedirá su conversión en la primera economía mundial, pero son indicadores de una anormalidad que dificultan una cooperación más estrecha.  España abanderó la supresión en 2010 pero no lo consiguió. Con el Brexit a un lado, Trump al otro, la situación ahora es otra. Con seguridad, en estos años, China ha ganado influencia en el continente europeo y cuenta con más aliados para promover sus tesis, especialmente entre los PECO, aunque las resistencias de algunas instituciones (Parlamento Europeo, especialmente) probablemente se mantendrán incólumes.  

El diálogo entre China y la UE precisa de gestos de desbloqueo. La UE puede ganar autonomía en sus decisiones y afirmarse como un pilar efectivo de un mundo multipolar. Si China también apuesta por ello, deberá mover ficha.