China 2008: La agenda de las «dos sesiones»

In Análisis, Sistema político by PSTBS12378sxedeOPCH

Como cada marzo, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) y la Asamblea Popular Nacional (APN) se reúnen en Beijing.

Las sesiones de 2008 se celebran con el nivel de inflación más alto de los últimos once años (7,1% en enero) y después de una Fiesta de la Primavera cargada de problemas por las heladas y abundantes nieves caídas en buena parte del país y que obligaron a una movilización de amplios recursos para afrontar una gravísima contingencia que se ha saldado con más de cien muertos e importantes daños económicos y ambientales. Una vez más, el Ejército Popular de Liberación, secundado por visitas al terreno de los líderes más relevantes, ha sido el principal artífice del restablecimiento de la normalidad, que debería quedar garantizada antes del inicio de las dos sesiones, previsto para el día 3 (CCPPCh) y 5 (APN) de marzo.

El interés de las sesiones de este año radica en los siguientes elementos. En primer lugar, probablemente el más mediático, los cambios a introducir en el Consejo de Estado y en la propia vicepresidencia del país, que deben confirmar el reparto de funciones entre Xi Jinping y Li Keqiang, uno vicepresidente, otro viceprimer ministro, los llamados a relevar a Hu Jintao y Wen Jiabao dentro de cinco años, conduciendo el destino de China, si no se tuerce, nada menos que hasta 2023.

En segundo lugar, también dos temas, estos más de fondo, sobresalen en la agenda. Primeramente, el bienestar o la armonía social; segundo, la democracia, preocupaciones que fueron objeto de amplios debates en el XVII Congreso del PCCh, celebrado en el pasado octubre. Los pasos a dar llegarán suficientemente masticados una vez que el Buró Político, primero, y el Comité Central después, hayan dado ya su visto bueno en sendas reuniones celebradas en las semanas previas. Perseverar en la construcción de una “sociedad armoniosa” es un objetivo básico para garantizar la estabilidad política del país y para lograr la prosperidad común prometida por los dirigentes chinos a sus ciudadanos, aspecto en el que Hu Jintao pone especial empeño durante su mandato, más significadamente a partir de 2006. Pese a los esfuerzos de los últimos años, las desigualdades sociales y las distancias entre el campo y la ciudad, el repunte de la pobreza incluso, etc., son fenómenos preocupantes que no ceden o que se vuelven crónicos. Los anuncios de medidas legislativas, de inversiones, etc., son cada vez más importantes y continuos, pero las estadísticas oficiales no reflejan un cambio apreciable en esta realidad, agravada ante la persistencia del abuso de poder practicado por la red de acólitos del frenesí inmobiliario que expulsa de sus tierras a los campesinos.

Por otra parte, la democratización del funcionamiento del Estado tiene varias manifestaciones. De un lado, la reorganización y reforma del aparato administrativo a todos los niveles y la insistencia en “reestructurar” la administración garantizando una mayor participación cívica en los asuntos públicos, una mayor representatividad de las diferentes instancias y un renovado énfasis en la lucha contra la corrupción (los diez tabú de los funcionarios dados a conocer recientemente) fortaleciendo la idea general de mejora del servicio público. Una vez superados los dos años de fase experimental, se ha anunciado la regularización del uso de Internet para recoger opiniones de los ciudadanos con el objeto de enriquecer proyectos de ley y reglamentos, una reforma positiva que arroja algo más de luz sobre el concepto de “desarrollo científico” y que evidencia cierto esfuerzo de conjunción entre adaptación técnica y reforma política, un proceso que ahora se promete continuo pero con un alcance final difícil de prever y que algunos ya descalifican como un hábil procedimiento para tomar el pulso a la sociedad, pero sin mayor trascendencia.

Está por ver la dimensión de la reforma en un ámbito clave, la administración de justicia. El pasado 5 de febrero, una circular del Tribunal Popular Supremo ordenaba a los tribunales locales tomar medidas para asegurar “un juicio independiente y justo en los pleitos contra el Gobierno”, para proteger mejor los intereses de los litigantes y asegurar la armonía social. Con anterioridad, a finales de enero, Zhou Yongkang, miembro del Comité Permanente del Buró Político, reclamaba la colaboración de las sociedades de leyes en la elaboración teórica de la política basada en el Gobierno del país bajo el imperativo de la ley. El día 28 se daba a conocer la publicación de un libro blanco sobre los esfuerzos y logros de China en la promoción del Estado de Derecho. El derecho cobra fuerza en el discurso, pero debe demostrar aún su sinceridad práctica, verdadero calado, y que no se trata simplemente, una vez más, de crear apariencias. De otra, la intención de profundizar y enriquecer la relación con los otros partidos legales, la Federación de Industria y Comercio (no se cita a la Federación de Sindicatos) y los sectores independientes para fomentar su implicación política, pero que, por el momento, no pasa de la consabida cooptación, ahora apellidada de “científica”, pero bien lejos de representar una nueva institucionalidad, que solo podría lograrse cediendo en la actual asimetría. En esa línea, cabe esperar una mayor presencia de personas independientes y de otros partidos en diferentes órganos de poder y gestión a todos los niveles y una mayor visibilidad de los segundos.

En suma, dos jerarquías paralelas (Partido y Estado –con su aparato legislativo, consultivo y gubernativo-) completarán la semana próxima su proceso de renovación. La APN y la CCPPCh inician un nuevo mandato de cinco años, después de un largo proceso electoral que ha durado un año y medio, y del que muy poca población, básicamente indiferente, se ha sentido partícipe. El PCCh asegura que busca una mayor implicación de los ciudadanos en la elaboración de las políticas, pero para ello debe desritualizar el actual proceso e inyectar en él un mayor dinamismo. Las novedades introducidas (por ejemplo, el esfuerzo de incorporación en varias municipalidades y regiones de representantes de los campesinos inmigrantes, una masa estimada en unos 200 millones de personas “sin papeles”), con ser positivas, parecen, por el momento, claramente insuficientes, abrigando dudas respecto a sus intenciones últimas.

El Partido afronta este tiempo político como si se tratara de la construcción de una nueva era. No solo hablamos de un modelo de desarrollo (ya anunciado en las sesiones de 2006 y en curso de aplicación), sino de un nuevo modelo de democracia, capaz de establecer una nueva legitimidad cuando la revolución y sus viejos líderes parecen alejarse cada vez más mientras regresa la vieja China con toda la fuerza de su identidad milenaria. Para ello, lo primero, como recordaba Xi Jinping en un seminario del departamento de organización del PCCh celebrado el pasado 19 de febrero, es incrementar la confianza pública en el liderazgo. Se trata de impulsar medidas como la reducción de personal en la administración, de la lucha contra la corrupción, etc., medidas con seguridad muy populares, pero que reclaman iniciativas complementarias más atrevidas en otros órdenes. El PCCh debe anticiparse a un hipotético bloqueo, del que ya han alertado sendos informes de la Academia de Ciencias Sociales o de la Escuela Central del Partido que dan cuenta de la importancia de promover una apertura política urgente que abarque temas como la mejora efectiva del ejercicio de los derechos cívicos, de la libertad de prensa o de culto, etc. Todo ello, sin poner en cuestión la hegemonía del PCCh ni sugerir un cambio de modelo básico, pero afectando a los procesos de elección de los diputados, a la ampliación de sus facultades, no solo legislativas sino también de control de la acción del Gobierno, etc., asuntos esenciales para que el incremento de la conciencia democrática en la sociedad se vea reflejada en un nuevo dinamismo institucional. El PCCh, a juzgar por la tónica de su discurso, parece consciente de la necesidad de introducir cambios en un proceso que cabe esperar lento y que apunta a 2020, según el comunicado dado a conocer al final de la sesión de su Comité Central, reunido en Beijing del 25 al 27 de febrero y en el que también se promete profundizar la reforma política.

Días atrás, el Renmin Ribao recordaba que la democracia figuraba entre los objetivos de los revolucionarios que derrocaron la última dinastía china (1911) y que el tiempo transcurrido entre la Revolución Francesa o la declaración de independencia de Estados Unidos y el reconocimiento del derecho de sufragio a las mujeres o a los negros se produjo casi dos siglos después. No se trata pues de corresponder a las presiones exteriores ni con una urgencia que desconoce los ritmos del tiempo político en China, sino de consumar una evolución que tiene largos orígenes. Los empeños de construir un modelo sociopolítico socialista único a nivel mundial fracasaron. El intento de construir un modelo democrático uniforme en la posguerra fría podría tener el mismo destino. Pero el derecho a la pluralidad que se reivindica a nivel internacional para legitimar la búsqueda de un camino propio para satisfacer las ansias democráticas, no debería tener como contrapartida a nivel interno la imposición de una única visión de ese proceso.

¿Habrá que esperar tanto? A juzgar por los ritmos de la modernización económica, teniendo en cuenta que solo en 1992 (XIV Congreso del PCCh) alcanzó a adquirir carta de naturaleza el objetivo de la economía de mercado socialista, nos aguarda una prolongada secuencia de balbuceos y experimentaciones cuyos paréntesis iniciales son la no homologación política ciega con Occidente, y la teorización en detalle de un proyecto que responda a la propia tradición cultural e histórica y que refuerce –y no debilite- el PCCh, en cuyo interior, caso de fracasar, podrían empezar a reflejarse más severamente algunas contradicciones. Esa será la mayor responsabilidad y el mayor desafío de quienes releven al dúo Hu-Wen.