Con una población de 1.300 millones, China es una gran potencia donde convergen varios problemas sociales.

Sin importar cuán rápidamente se desarrollen su economía y sociedad, será inevitable que queden pendientes muchos problemas sociales en un futuro próximo. El ascenso de China marchará aparejado a quejas entre el público en general, e incluso entre algunas élites.

Debido a la extensión de los teléfonos móviles, Internet y los microblogs, es bastante fácil que alguien publique críticas y las haga circular. Pero también por tales medios es relativamente fácil diseminar temas sensacionalistas. Más difícil resulta, en comparación, moldear a una sociedad hasta convertirla en una plataforma estable que facilite la vida para todos los que procuran su felicidad.

Muchos creen que China emergerá de su período de transformación social de una manera constante y pacífica. Pero en teoría, no es totalmente imposible que la nación sucumba a los conflictos sociales si falla su capacidad de gobernanza.

Es la responsabilidad de cada patriota cooperar con los esfuerzos del Gobierno para garantizar la gestión de la sociedad y ayudar a mantener la estabilidad, cometido en el cual le cabe a la intelectualidad un gran papel.

Hay intelectuales que consideran que su misión es criticar. Tal perspectiva es unilateral, e incluso se convierte en una excusa para los elementos irresponsables, como se ha podido ver en la posición que algunos han adoptado en años recientes.

Los intelectuales de China, especialmente aquellos con capacidades para generar opinión pública, deben contribuir a la estabilidad social, no a socavar sus cimientos.

China deberá progresar como nación imperfecta. Tiene muchos problemas. Sin embargo, ningunos de ellos debe convertirse en excusa para desafiar la gobernanza social.(Pueblo en Línea)

21/02/2011