El rearme del PCCh

In Análisis, Sistema político by PSTBS12378sxedeOPCH

Más intensa que los 30 años de la adopción de la política de reforma o los 60 años de la fundación de la República Popular China, la magnitud de la conmemoración del 90 aniversario de la creación del Partido Comunista de China (PCCh) ha sorprendido a muchos por la exhibición a gran escala de una simbología más asociable con el período maoísta. Pareciera que el esfuerzo propagandístico se orientase a promover un rearme político e ideológico. ¿Cuánto hay de cierto en ello?

Al volver la vista atrás, los dirigentes chinos dan cuenta de una experiencia genuina cuyo principal punto de partida se inicia en 1935, en la decisión reunión de Zunyi que puso fin a la influencia del bolchevismo. Fue a partir de entonces cuando Mao dio rienda suelta a una estrategia de conquista del poder que prestaba la máxima atención a las condiciones nacionales. Esa misma preocupación se mantuvo con posterioridad a 1949 y está en el origen del conflicto sino-soviético, claramente perceptible a finales de la década de los 50 del siglo pasado. No era entonces el pragmatismo su principal seña de identidad sino el voluntarismo, empeño que originó no pocos desastres sociales, culturales, económicos y políticos, tragedias que el propio PCCh ha evaluado de forma autocrítica si bien con el margen y apertura suficiente como para no poner en cuestión su propio liderazgo.

El PCCh ha intentado cerrar ese periodo con una resolución salomónica (1981) que explicita un consenso en la cumbre, incapaz de evitar, por sus limitaciones, que resurja con fuerza de cuando en vez. Lo ha puesto de manifiesto recientemente el ensayo publicado por Mao Yushi, célebre economista chino, cuyas críticas al movimiento maoísta y sus secuelas no duraron más de 48 horas en la web de la revista Caixin.

El balance que puede presentar el PCCh sugiere, como es natural, no pocos claroscuros. No obstante, a la vista de la transformación operada en China en las últimas décadas y muy especialmente a partir del abandono del maoísmo, es comprensible cierto nivel de satisfacción.

PCCh, la escuela del poder

Las características más sobresalientes que distinguen actualmente al PCCh podríamos resumirlas del siguiente modo. Primero, la concentración del poder.  El PCCh acapara sin discusión los principales resortes del poder y pese a los enunciados retóricos de una mayor apertura a la sociedad, esta siempre topa con el obstáculo de la incapacidad oficial para digerir una discrepancia que lo ponga en cuestión. De ahí, el empeño paralelo en fomentar la ocupación social en todos y cada uno de sus espacios, evitando el surgimiento de formas autónomas de organización al margen de su liderazgo. Desde el Estado al Ejército, el PCCh, rechazando cualquier hipótesis de alternancia, se reafirma hoy día en un modelo político de signo claramente autocrático. Segundo, la emergencia del nacionalismo como referente ideológico principal. A pesar de las invectivas de Hu Jintao, su secretario general, al estudio del marxismo y a la persistencia del marxismo-leninismo, es el nacionalismo el mayo inspirador del ideario del PCCh. El comunismo patriótico chino pone por delante los grandes objetivos de la nación. Tercero, una enorme capacidad de adaptación y de flexibilidad que tiene en cuenta el aumento de la complejidad social y la necesidad de fomentar la creatividad. Cuarto, la personificación de la milenaria tradición burocrática que concede a sus funcionarios las capacidades para ejercer la benevolencia.

Las manifestaciones de masas enarbolando banderas rojas con la hoz y el martillo inquietan. Quizás por ello, el PCCh ha optado por celebraciones en espacios cerrados, dando protagonismo a niños, cantantes y masas corales. Se trata de exhibiciones dirigidas al exterior y al interior, mostrando su indudable capacidad para galvanizar ciertos sectores sociales y fomentar la fidelidad a su estructura (no necesariamente a sus ideales).

Respecto al exterior, la exhibición  de su capacidad movilizadora y disciplina no nos puede dejar indiferente. No se trata solo de autoglorificación o de revivir una campaña de masas al estilo maoísta, generalizando las dinámicas experimentadas en el Chongqing de Bo Xilai. Es un mensaje  que pretende visibilizar la unidad de la nación china en torno al PCCh frente a los desafíos que se avecinan, internos y externos.  Y siempre será preferible a agitar las aguas del enfrentamiento en el Mar de China meridional, otra variable que permitiría un efecto interno similar.

Los agujeros negros

Las contradicciones sociales se han agravado en la China de hoy.  En 2010 se registró un 31% más de millonarios que en 2009, situando al país, tras EEUU y Japón, en la tercera posición del ranking global en este aspecto. Esta circunstancia facilita el repunte de cierta facción conservadora, en buena medida aliada con los neomaoístas, catalizador del pensamiento antioccidental y de toda oposición a la apertura política. Proponen el retorno a la ortodoxia del Partido, critican a Deng y reúne, paradójicamente, a figuras como el general Liu Yuan, hijo de Liu Shaoqi, o al propio Bo Xilai, príncipe rojo, hijo de Bo Xibo, ambos víctimas de Mao.

Las tensiones en el interior del PCCh provocadas por las diferencias internas e internacionales, marcadas por el inminente tránsito en el poder (2012), juegan a la contra de cualquier hipótesis de avance en lo político, pero en el presente lustro, de exacerbarse las posiciones, es muy probable que el consenso establecido en 1989 (reforma económica si, política no) salte por los aires.