China 2014: las claves del año

In Análisis, Sociedad by PSTBS12378sxedeOPCH

En un contexto singularmente adverso, las autoridades chinas han seguido desplegando su agenda para la presente década. En su segundo año de mandato, el nuevo equipo dirigente se ha esforzado por transmitir la idea de que la característica principal de la nueva fase de la reforma es su carácter integral, abordando no solo el cambio en el modelo de desarrollo económico sino afectando también a otros ámbitos de la acción de gobierno, en especial, el orden político. En  paralelo, se han explicitado alternativas de gran calado estratégico en el plano exterior, de una parte intentando apaciguar las tensiones territoriales y de otra promoviendo propuestas de transformación y estructuras capaces de subvertir tanto entornos regionales como globales.

En el ámbito económico, el gobierno chino ha debido asumir y encarar la moderación del crecimiento, con unas expectativas que podrían no alcanzar el objetivo fijado del 7,5% para el actual ejercicio. La prioridad se ha centrado en los cambios estructurales. Basten dos datos. En los tres primeros trimestres, la contribución del consumo al crecimiento del PIB se ubicó en el 48,5%, en comparación con el 41,3% de la inversión. Por otra parte, en I+D, China invirtió un 15% más que el año pasado, llegando al 2,08% del PIB en 2013, alentando un singular esfuerzo en innovación. Por otra parte, las adquisiciones en el extranjero han aumentado del orden del 120% pero con una significativa variación en los últimos meses: las operaciones de las empresas estatales se han reducido en casi un 40%. La liberalización de las intervenciones administrativas, la apertura de sectores monopolistas al inversor privado, la experimentación en curso, sobre todo financiera, en la Zona Piloto de Libre Comercio de Shanghai, entre otros, reflejan un serio empeño por situar la economía china en una nueva dimensión.

En el orden político, las novedades no han sido ni mucho menos de menor calado, con una primera parada en el orden territorial. La crisis de Hong Kong vino a reflejar el distanciamiento entre determinados segmentos, en especial la juventud, de las sociedades local y continental. No solo se trata del ejercicio del sufragio universal y sus limitaciones sino de las motivaciones que inspiran un proceso de indigenización que infiere una demanda de reafirmación del autogobierno local. En segundo lugar, Xinjiang y el auge de la violencia terrorista, con una consolidación de la brecha que separa a las comunidades Han y uigur, a la espera de plasmar iniciativas políticas que trasciendan los meros enfoques económicos para abordar los cada vez más complicados asuntos relacionados con la identidad en sentido amplio.

En tercer lugar, cabe hacer mención de la lucha contra la corrupción. Hemos podido advertir una voluntad y una insistencia poco común, alcanzando a “intocables” del régimen con un desenlace imprevisible en virtud de las tensiones internas desatadas. La lucha contra la corrupción forma parte de un proceso de regeneración del PCCh en el que se juega su credibilidad ante la sociedad china, pero también es reflejo de las resistencias en el interior del PCCh a unas reformas que limitan el poder de clanes que hasta ahora han podido usufructuar segmentos importantes del aparato económico y territorial.

En cuarto lugar, se debe hacer mención del imperio de la ley y el Estado de derecho, invocaciones que han centrado los debates y resoluciones de la cuarta sesión plenaria del Comité Central del PCCh. Pese a la similitud conceptual, cabe descartar cualquier viraje hacia la adopción progresiva de un modelo de corte occidental. Más bien se trata de limar aristas y proponer soluciones autóctonas que encontrarán en la historia y cultura propias elementos de actualización que preserven la hegemonía del PCCh en el marco de un sistema político en el que no se avizoran cambios profundos.

En el orden social, mientras la moderación de las desigualdades avanza lentamente en un contexto de persistencia de los conflictos habituales, la reforma de la justicia ha acaparado gran parte de la atención atendiendo al reforzamiento de su independencia en el plano local y su profesionalización a todos los niveles. La reforma tiene como objetivos esenciales reducir y controlar el poder de los funcionarios y también aquí vencer resistencias a los cambios en curso. La ampliación de los derechos de los ciudadanos también figura en la agenda aunque ello no afectará a corto plazo a la omnipotencia del gobierno.

En el ámbito cultural, Xi Jinping ha reivindicado la tradición como aliada de la gobernanza, enfatizando el destacado papel que cabe reservar no solo a la creación sino al factor cultural en su conjunto para que la acción de gobierno se adapte a las singularidades del país.

Por último, en política exterior, Asia ha concentrado muchas de las miradas e iniciativas chinas. A la espera de una moderación de las tensiones en los principales frentes (Japón, sudeste asiático, India), la secuencia de propuestas en el ámbito de la seguridad (CICA) o de la economía (Zona de Libre Comercio de Asia-Pacífico) con medidas orientadas a mejorar la conectividad de determinados espacios geoeconómicos (Ruta de la Seda y Ruta de la Seda Marítima junto a corredores diversos) muestran un pulso por el liderazgo regional que solo China parece en condiciones de incentivar y financiar adecuadamente.

La agenda reseñada revela una problemática nada despreciable. Su denominador común es una doble reforma de matriz china, la interna y la internacional, impulsando dos corrientes de cambio que de resultar exitosas no solo culminarán la transformación de China sino también la del mundo.