El lado oscuro del milagro

In Análisis, Sociedad by PSTBS12378sxedeOPCH

El origen de las protestas en China ofrece una casuística muy variopinta: desde las “clásicas” confiscaciones de tierras y demoliciones, más propias del entorno rural, a los abusos de poder y corruptelas múltiples que se extienden al conjunto de su geografía. Los incidentes han aumentado de forma exponencial en los últimos años y la Red actúa como caja de resonancia de los casos más sangrantes, convirtiendo asuntos inicialmente locales en episodios de irritación pública de alcance global. A un año vista de un nuevo congreso del PCCh que deberá abordar la transición más importante desde 1978, las autoridades enfrentan el desafío social con un alto grado de psicosis, combinando medidas represivas con los líderes de las revueltas y el ofrecimiento de compensaciones diversas a los afectados. Pero las presiones de los internautas amplifican y complican la gestión de la cosa social.

A ello se une la presión por la inflación, el desempleo, los efectos de la desaceleración y la crisis de referencias emblemáticas como Wenzhou, con sus otrora empresarios boyantes dados a la fuga o suicidándose, dejando a miles de trabajadores en la calle. Los problemas territoriales no ceden o incluso se agravan como en Xinjiang o en Mongolia Interior. La irritación es tal que un simple accidente puede desembocar en un conflicto de difícil manejo.

China se encuentra en una encrucijada. El último Libro Azul de la Academia de Ciencias Sociales advierte de lo peligroso de la situación, con el ensanchamiento creciente de la brecha de ingresos entre residentes urbanos y rurales, la mayor del mundo hoy día, principal espejo de las grandes distancias que separan a ricos y pobres.  Las promesas de armonía de Hu Jintao ofrecen un balance poco halagüeño. Ha habido progresos (aumentos salariales, eliminación de impuestos, mejoras en el sistema de salud, etc.), pero insuficientes. La razón última deviene del modelo de desarrollo y del bloqueo político. Sin resolver la cuestión social, no solo son limitadas las posibilidades de alterar el esquema de crecimiento, apremiando el consumo interno, sino que el riesgo de acrecentar la inestabilidad gana enteros en una proporción que resultaría trágico ignorar.