China no es popular en Taiwán

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

Las últimas encuestas sobre la popularidad de Ma Ying-jeou al frente de Taiwán ofrecen un severo varapalo a su política: solo el 30 por ciento de los ciudadanos aprueban su gestión, mientras casi el doble dice estar descontento, un 20 por ciento más que hace tres meses, según los datos revelados por la Universidad Shih Hsin. ¿Las causas? Pudiera pensarse que es la crisis económica lo que pasa factura a Ma y su gobierno, ya que, en términos generales, no se han producido mejoras significativas y las iniciativas para estimular el consumo y las inversiones, por el momento, apenas han dado resultados. Su objetivo (y promesa electoral) “6-3-3” (6% crecimiento, desempleo inferior al 3% y 30.000 dólares de PIB per cápita de media) deberán esperar a la vista de la difícil coyuntura mundial. El desempleo se encuentra en la tasa más alta de los últimos cinco años (4,62%) mientras bajan las exportaciones, incluidos los pedidos del continente, que se ve superado por la demanda de EEUU o la UE.  

Por otra parte, podría imaginarse que las audaces iniciativas en relación al continente podrían ser celebradas por la ciudadanía como un mecanismo para revitalizar la economía doméstica, pero no ha sido así. Al contrario, muchos taiwaneses desconfían de los efectos de la aproximación en aspectos tan prosaicos como el precio de la vivienda, el comercio o el turismo. Nadie parece creer en la panacea que otros sugieren con la puesta en marcha de un mercado económico común y el impulso a una mayor integración en el área ASEAN. 

Se cumple precisamente ahora el primer aniversario de la amplia victoria del KMT en las elecciones legislativas de enero (81 diputados frente a 27). En marzo, Ma derrotó al candidato del PDP con comodidad. En los meses transcurridos, sin embargo, la oposición, muy lastrada por el bochornoso legado del ex presidente Chen Shui-bian, ha iniciado una rápida regeneración, a pesar de que su ex líder se encuentra en prisión provisional acusado de corrupción y blanqueo de dinero y de que los efectos colaterales de su errático comportamiento salpican a cada paso la vida política de la isla.

Ma ha centrado su gestión en estos meses en tres ejes principales: mejora de la economía, moralización de la vida pública y activación de las relaciones con el continente. Los mayores avances se han producido en este último aspecto, con encuentros políticos al máximo nivel (con acusación de diálogo secreto incluida, negado por las autoridades), la reanudación de los contactos paradiplomáticos (paralizados desde hacía 10 años), y los acuerdos de normalización de los intercambios (en suspenso desde hace 60 años). Todos están a la espera de que en las próximas semanas se anuncie un acuerdo para que la República de China pueda participar en la OMS, antesala de un entendimiento más amplio para garantizar un espacio internacional a Taipei. El siguiente paso es el diálogo militar y el acuerdo de paz, del que la oposición no quiere oír hablar por entender que afectará a la seguridad nacional y a la soberanía. Frente a la crisis, las autoridades taiwanesas han coordinado visitas y medidas de apoyo con sus homólogos continentales para los cientos de miles de empresarios con inversiones que zozobran en el sur de China, mientras se abren camino alianzas financieras e industriales de gran calado.  

Pero nada de esto parece despertar el entusiasmo en la isla. Mientras la clase empresarial celebra el ahorro de unos 90 mil millones de dólares al año, cifra que representa el nivel de gasto generado por la ausencia de comunicación directa entre ambas partes, la mayoría de la población sigue dividida a la mitad en cuanto a la apreciación de los beneficios del entendimiento entre los dos lados del Estrecho. La rapidez con que se desarrollan los acontecimientos genera más desconfianza de la esperada, aunque Ma ha reiterado, por activa y por pasiva, que la soberanía no está en discusión. La primera gran manifestación de descontento la organizó el PDP el pasado 27 de octubre en Taipei, reuniendo a cientos de miles de personas, muchas de ellas molestas con las explicaciones de Beijing frente al escándalo de la leche contaminada con melamina que obligó a dimitir al ministro de sanidad. Se desconfía hasta de los productos que llegan del otro lado.  

Nada parece poder detener el acercamiento y numerosas iniciativas se han dispuesto para establecer la cooperación en varios sectores económicos de gran importancia estratégica, desde el petrolero a la automoción o la informática. Pero, sin duda, el KMT necesita explicar mucho mejor su política si quiere ganarse a la opinión pública y China hacer concesiones significativas que ayuden a Ma a ganar credibilidad ante su ciudadanía. De lo contrario, dada la imposibilidad de consensuar esta política con el PDP, de seguir así las cosas, peligrará muy seriamente la hipotética reelección en 2012.