Los sucesos de las últimas semanas en Taiwan han visualizado dos visiones claramente diferenciadas del presente y futuro de la isla. Tanto en lo que se refiere a la ratificación del pacto de comercio y servicios como a la opción energética nuclear, dos asuntos de gran importancia, el consenso entre las principales fuerzas políticas, el KMT y el PDP, parece imposible.

Podemos argüir que todo se debe a una estrategia electoral de la oposición para desgastar al gobierno y facilitar la victoria en las elecciones locales de noviembre, pero la profundidad de las tensiones va mucho más allá y afecta tanto al modelo de relaciones con el continente como al económico-social. Buena prueba de esto último son las diferencias exhibidas respecto a las zonas de libertad económica que el KMT promueve como un ejercicio indispensable para no perder la comba del desarrollo y facilitar  la integración en los acuerdos económicos regionales, ya se llame TPP o RCEP. La política del KMT basa la recuperación de la productividad en el acompañamiento de las medidas neoliberales en boga que inciden en la reducción de los ingresos de la mano de obra, la liberalización de las condiciones de trabajo con un progresivo aumento de la precariedad y la desregulación de los mercados, un modelo contestado por el PDP quien refuerza su sintonía con las capas sociales más temerosas de los efectos de una política que en todo el mundo va acompañada de un profundo aumento de las desigualdades en exclusivo beneficio de los intereses de las grandes empresas y sus magnates. El KMT defiende su política como la única opción realista y posible. Pero, ¿en verdad, lo es?

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