La identidad partida del KMT

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

Ma no solo ha conseguido ganar las elecciones presidenciales del pasado sábado, sino algo más difícil todavía: reconciliar al KMT con Taiwán.

Protagonista indiscutible de la vida política de la isla desde 1945, la represión dictatorial aplicada desde el primer momento contra los nativos hacía difícil su supervivencia en otras condiciones. De hecho, la derrota sufrida en 2000 fue consecuencia directa de las divisiones surgidas en su seno entre quienes apostaban por la simple continuidad y quienes consideraban esta como un suicidio político. El KMT de la dictadura se ha transformado en el KMT de la democracia taiwanesa. ¿Alguien se imagina algo así con Falange Española? La regeneración interna, la llegada de nuevos líderes con raíces más locales y la asunción de un discurso capaz de competir en identidad “nacional” con los partidarios de la independencia de la isla han consolidado el difícil cambio. El ejemplo más contundente de la reconciliación fue el llamado del presidente de la asociación que vela por la memoria del levantamiento del 28 de febrero de 1947, reprimido ferozmente por orden de Chiang Kai-shek, quien apeló al voto en el KMT en las elecciones del sábado.

Ese exitoso cambio de identidad tiene ahora otro reto más difícil que puede augurar no pocas tensiones internas: ¿Partido chino o partido taiwanés? El KMT nunca ha ocultado su dimensión pan china y una vocación que va mucho más allá de los límites de la isla. No obstante, a lo largo de la campaña electoral, Ma, distanciándose de la estrategia partidaria para erosionar más eficazmente la base electoral de sus rivales, realizó numerosos guiños a una política mucho más centrada en la isla, propiciando, de facto, una virtual renuncia a esa otra identidad tradicional que lo identifica como un partido de origen, pero también destino, continental.

En este nuevo periodo político, el KMT podría iniciar su propia segunda transición, animada por la presencia en sus filas y entre sus dirigentes de cada vez más originarios de la isla, una estrategia que pondría en jaque a sus más directos competidores, el PDP. Por otra parte, prescindir del cordón umbilical que le une al continente obligaría a ambos lados del Estrecho a formular un nuevo enfoque de la hipotética unificación futura, dejando atrás la poco efectiva fórmula de “un país, dos sistemas”, cada vez más cuestionada para dar cobijo a la complejidad que ha invadido la política taiwanesa desde finales de los años ochenta. La autoorganización del KMT prescindiendo de la referencia continental supondría otra forma de autodeterminación que, en este caso, podría no estar reñida con el establecimiento de mecanismos flexibles de asociación con el continente.