La paz estrecha

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

La líder del Kuomintang (KMT), Hung Hsiu-chu, se reunió en Beijing con el secretario general del PCCh, Xi Jinping. Ambos revalidaron la continuidad de la “tercera cooperación” iniciada en 2005 por sus respectivas formaciones. KMT y PCCh están en paz, aunque restan desacuerdos políticos complicados que les llevará su tiempo resolver. Hu Jintao, el antecesor de Xi, bajo cuyo mandato se aprobó la Ley Anti-secesión (2005), planteó en su día la firma de un acuerdo formal que pusiera fin a las hostilidades a través del Estrecho. Hung recogió el guante con mayor ímpetu que Ma Ying-jeou (presidente de la República de China entre 2008 y 2016), pero el contexto es poco favorable a su gestación con un poder menguante del KMT en Taiwan y un soberanista PDP (Partido Democrático Progresista o Minjindang) en el gobierno que rechaza cualquier diálogo sometido a condiciones políticas.

La estrategia del PCCh en Taiwan para lograr un acuerdo de paz pasa por el fortalecimiento del KMT. Hung es su candidata no solo frente al soberanismo sino frente también al poder del aparato institucional del partido nacionalista. En Beijing inspira más confianza que otros líderes al uso. El hecho de que Hung se muestre claramente favorable a la unificación y al Consenso de 1992 (con una interpretación del mismo más cercano a las tesis del PCCh), en contraste con ambigüedades anteriores, suscita comprensión y apoyo en el continente, aunque desata tempestades en algunos sectores de su propio partido e inquietudes en algunos sectores de la opinión pública. A fin de cuentas, esas reservas explican las intrigas que le llevaron a desistir de su candidatura presidencial el año pasado, a pesar de contar con el aval de las primarias, en beneficio de Eric Chu en un ejercicio inédito, farragoso y poco edificante que mostró al desnudo las grietas del universo nacionalista taiwanés. La plataforma política promovida por Hung y aprobada en septiembre último refuerza la vocación unionista del KMT, tanto que sigue levantando algunas ampollas en sus filas y augura contienda interna severa a la hora de revalidar su liderazgo.

La simpatía de Beijing no se queda en solo palabras y se traduce en políticas concretas que tratan de premiar su cuota de poder en la isla, especialmente en el ámbito local, al tiempo que penaliza a sus adversarios. La reciente visita al continente de ocho líderes locales afines se saldó con una serie de “entendimientos” que algunos críticos llegaron a calificar de “violaciones de la ley”.

La estrategia de Beijing se complementa con el aislamiento del PDP. La suspensión de las comunicaciones oficiales es una señal clara a la que se suma el atosigamiento externo, que previsiblemente irá en aumento. Se trata de minar su apoyo político-electoral pero también de vencer el ánimo de quienes puedan pensar que la hipótesis independentista es viable.  El compromiso con el statu quo sabe a poco en el PCCh, considerándolo una mera estratagema para paralizar y hacer retroceder el impulso de acercamiento gestado en los últimos ocho años.

Xi mostró hace ya un par de años su firme voluntad de encauzar el diálogo político con Taiwan para introducir la reunificación en la agenda más inmediata de la modernización del país. Es un problema que no se puede dejar de generación en generación, dijo. El PDP, a pesar de la retórica de las buenas palabras, pone rumbo a la colisión y no tiene fácil esquivarla. La relativización, desmitificación y hasta negación del Consenso de 1992 cierra todas las puertas. Beijing no se apeará y, previsiblemente, Taipei tampoco.

La reunión en Beijing mostró el aval de Xi a Hung. Xi planteó sus “seis puntos” cuyo eje es la defensa del principio de una sola China. PCCh y KMT, al abogar por un acuerdo de paz que reconozca las bases políticas de la unificación, unen fuerzas para laminar el PDP. Su paz está llamada a estrechar el cerco al PDP.