Sutilezas de la diplomacia taiwanesa en Paraguay

In Análisis, Taiwán by PSTBS12378sxedeOPCH

La ofensiva diplomática desatada por la República de China tras la deserción de Costa Rica de su grupo de aliados –el país centroamericano hizo oficial su cambio de bando el pasado 7 de junio, estableciendo relaciones diplomáticas oficiales con la República Popular de China- ha coincidido con la celebración de los 50 años de relaciones diplomáticas entre Paraguay y Taiwán, y la ocasión ha sido festejada por todo lo alto en las instancias del Gobierno paraguayo y del partido colorado pero no por parte de la oposición, mucho más cauta y atenta ante los nuevos cambios diplomáticos acaecidos en el panorama internacional.

En efecto, la deserción de Costa Rica del “lobby” diplomático taiwanés en el concierto internacional parecía preverse desde mayo pasado, cuando la diplomacia costarricense decidió votar en contra de una iniciativa de Taiwán para ingresar en la Organización Mundial de la Salud. Los signos de alejamiento entre Costa Rica y la República de China se hicieron aún más manifiestos ante la reunión de ministros del pasado 25 de mayo –en la que debían reunirse los representantes taiwaneses con sus aliados centroamericanos en Belice- en la que no compareció el ministro costarricense. Taiwán, además, lamentó también la ausencia de los ministros de Panamá y Nicaragua en dicha reunión. No sería descabellado, ante este desalentador panorama, pensar que en breve el gobierno de Daniel Ortega pueda emular la decisión de Costa Rica, ya que se multiplican los signos de distanciamiento entre ambos países, y sin duda el acercamiento geopolítico de Nicaragua a los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Cuba (abiertamente favorables al Gobierno de la República Popular de China) tiende hacia esa lógica.

En lo que concierne a los intereses de la diplomacia taiwanesa en el continente africano, cabe decir que ésta aún no se ha repuesto de la gran y exitosa ofensiva diplomática llevada a cabo por el gobierno de Hu Jintao que, incluso, está logrando eclipsar la influencia que conserva la diplomacia estadounidense y europea en el continente. Sus cinco aliados africanos son de escasa relevancia –Suazilandia, Burkina Faso, Gambia, Malawi y Santo Tomé y Príncipe-.

Ante la evidente debacle en que se ve sumida la diplomacia isleña, ésta ha reaccionado aumentando sus ayudas económicas hacia sus cada vez más mermados aliados geopolíticos, primando así el elemento cuantitativo al cualitativo. Y es precisamente en este nuevo intento de la diplomacia taiwanesa por cerrar filas en torno a sus aliados –mediante incentivos económicos- cuanto más destaca el papel relevante que juega la República del Paraguay en este nuevo movimiento en el tablero de la geopolítica mundial. Ciertamente, Paraguay ha sido uno de los más fervientes defensores de la admisión de la República de China en la ONU y en otros organismos internacionales, además de actuar como representante “de oficio” de los intereses isleños ante el Mercosur, (del que Paraguay es miembro fundador, y el único estado miembro que aún mantiene relaciones diplomáticas con la isla) además de ser su único aliado en el cono sur americano.

Taiwán, por su parte, ha recompensado esas muestras de lealtad en forma de ayudas al desarrollo, cooperación económica y mediante inversiones y aportes de toda índole que, en demasiadas ocasiones, han ido a parar a las arcas de presidentes, senadores y diputados de turno del Gobierno paraguayo. Harto llamativo es, en ese sentido, que en la última visita de la vicecanciller taiwanesa, Annete Lu, ésta afirmara rotundamente que nunca supeditaría las ayudas económicas concedidas por su país a la transparencia y al buen manejo de estos fondos, alegando que confía ciegamente en el Gobierno de Asunción –aún sabiendo que Paraguay ocupa uno de los primeros puestos entre los países con mayor corrupción y desigualdad, y las ayudas taiwanesas a menudo se han visto lacradas por la corrupción imperante y, muy especialmente, en el partido gobernante-. Este hecho, junto con otros muchos, aleja a la diplomacia taiwanesa de parte de la oposición paraguaya que, dentro de un año, podría tener una oportunidad única para gobernar el país, apartando así a los colorados del poder por primer vez desde hace más de 50 años. Y es que, en efecto, la reciente visita de Annete Lu al país sudamericano (que tuvo lugar del 6 al 10 de julio) ha puesto de manifiesto el gran momento por el que pasan las relaciones bilaterales entre ambos países, aunque esta realidad podría convertirse en un triste espejismo tras un hipotético triunfo de la oposición paraguaya, precisamente a causa del gran entendimiento entre el partido colorado y la diplomacia isleña. A modo de ejemplo, podríamos citar el desvirtuado uso que el actual presidente paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, ha hecho de las ayudas taiwanesas, incentivando la construcción de viviendas en el interior del país –destinadas a satisfacer su faceta populista- ante otras ayudas que podrían revertir en una mayor contribución al desarrollo paraguayo, ya fuera mediante una mayor cooperación tecnológica o mediante inversiones industriales que crearan más puestos de trabajo.

Este claro manejo político de las ayudas taiwanesas contrasta con la de otras naciones orientales como Japón o Corea del Sur -que supeditan la concesión de ayudas al Estado paraguayo al buen manejo de éstas- y ha sido criticado por parte de los partidos opositores e, incluso, por parte de la “disidencia” colorada. Todos estos aspectos, unidos a la abierta admiración que ha hecho pública Fernando Lugo, ex obispo y líder de la “Concertación Nacional” –movimiento que aglutina a la mayor parte de los partidos opositores para hacer frente al coloradismo en las elecciones presidenciales del 2008- hacia líderes como Evo Morales o Hugo Chávez (admiración luego “matizada”) bien podría decantar este país sudamericano hacia la órbita de la China continental. Y es que la simbiosis entre la diplomacia taiwanesa y el Partido Colorado ha sido tan manifiesta en la última visita de Lu que ésta se ha reunido con casi todos los prohombres del coloradismo (Nicanor Duarte, Zacarías Irán, Blanca Ovelar, Luís A. Castiglioni) y apenas ha compartido una efímera reunión con la oposición, calificada sin ambages por un representante opositor como una reunión “meramente protocolar” y “casi sin conversación de por medio”. Ante tantas evidencias de distanciamiento entre oposición y diplomacia taiwanesa, la prensa no se resistió a preguntarle sobre el panorama que se vislumbraría tras una hipotética victoria en las urnas de la oposición, a lo que la Vicecanciller de Taiwán contestó con un escueto pero significativo “se mantendrán las relaciones”.

La realidad, a día de hoy, es que la antaño isla de Formosa conserva un papel destacado en Paraguay, y la ayuda taiwanesa, pese a todo lo anteriormente expuesto, sigue multiplicándose: la sede del Congreso paraguayo fue construida en el 2005 gracias a una donación de 20 millones de dólares del Gobierno de la República de China; el 9 de julio pasado se hizo pública la condonación de la deuda contraída con Taiwán (más de 400 millones de dólares, que suponen un 18% de la deuda externa paraguaya, y que incluso los medios paraguayos más oficialistas admiten como una medida más de Taiwán para evitar un hipotético “quebranto” de las relaciones diplomáticas bilaterales); se anuncia un mayor intercambio tecnológico y universitario; ayudas para combatir el dengue y mayores donaciones de vehículos para dotar a la Policía paraguaya. Todo esto, sumado a los diferentes convenios, tratados y acuerdos alcanzados durante este último medio siglo entre Paraguay y Taiwán han contribuido a estrechar los lazos entre ambos países, aunque bien es cierto que las buenas amistades también pueden llegar a su fin.

Al fin y al cabo, tal y como reconoció un tanto irónicamente James Huang, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de China, tras el “affaire” de Costa Rica, “no podemos competir con China en una política de comprar aliados por dinero”. A esto último habría que añadir que Taiwán tampoco puede competir con un potencial mercado para los productos paraguayos de más de 1.300 millones de consumidores, y esto para un país como Paraguay que basa sus principales exportaciones en productos primarios, supone una gran tentación. Y la oposición paraguaya parece ser consciente de ello…