Tras andar prófugo durante cuatro meses, el ex presidente salvadoreño Francisco Flores (1999-2004) ha ingresado en prisión a resultas de las acusaciones de corrupción formuladas en su contra por el manejo de ayuda millonaria de Taiwán. Al ex presidente (de la formación ARENA) se le imputa haberse apropiado de 15 millones de dólares entregados por Taiwan como ayuda (otras fuentes elevan dicha cifra a 70 millones de dólares) para su país.
El episodio trae a la memoria los tiempos de la “diplomacia de chequera”, por fortuna cosa del pasado tras la adopción de la “diplomacia flexible” que abandera el gobierno de Taipei y que recientemente ensalzaba su canciller David Lin. La mejora de la imagen de Taiwan en el mundo es notoria y la presencia del país también, avanzando en su poder blando, en su presencia económica e incluso política, asegurando la presencia en foros que antaño parecía inimaginable.
A la vista está el balance en materia de estabilidad de sus aliados (con la sola excepción de Gambia en 2013, con quien China continental no ha establecido vínculos diplomáticos), el más de un centenar de países (140) que le otorgan el beneficio de la exención de visados, la presencia como observador en la Organización Mundial de la Salud, los TLCs firmados con países con quienes no tiene relaciones diplomáticas (Nueva Zelanda, por ejemplo)….
El pragmatismo que apadrinan ambos lados del Estrecho ha permitido consolidar una tregua diplomática que otorga confianza a terceros y pone fin a la pugna que han protagonizado las dos capitales en las décadas previas con idas y venidas de aliados que intentaban tirar provecho económico de su peculiar tira y afloja.
De los 22 Estados que reconocen diplomáticamente a la República de China, 12 se encuentran en América Latina y el Caribe. Es una región sumamente importante para Taipei, cada vez más implicada en el desarrollo económico, agrícola, tecnológico, educativo, cultural de dicha región.
Episodios como el del ex presidente Flores –no es el único- y la tregua diplomática con Beijing han contribuido a fortalecer el principio de una mayor implicación de su acción diplomática con las ciudadanías de sus aliados, trascendiendo a los propios gobiernos. Y, finalmente, probablemente será esta dirección la que otorgue una mínima fortaleza a un entendimiento diplomático que a todas luces semeja extremadamente frágil en virtud del imparable ascenso de la República Popular China.
Probablemente, en un abrir y cerrar de ojos, muchos de los aliados de Taiwan podrían cambiar de bando de enturbiarse la relación a través del Estrecho. Y solo los costes políticos internos en virtud del grado de implicación con la sociedad respectiva, podrían demorar o evitar un desenlace de semejantes características. Los lazos con las sociedades, a la postre, podrían devenir más sólidos que los suscritos con los gobiernos.