El término antinomia refiere a dos conceptos o leyes contradictorios. Europa y Asia se han transformado en nociones antinómicas en la que cada cual exhibe como logro lo que a la otra le falta y muestra como fallas lo que del otro lado son virtudes. En esencia Europa, y allí referimos a la Unión Europea, evidencia un fuerte declive económico acompañado de instituciones sólidas que le permiten garantizar la paz y la convergencia entre sus naciones. Asia, por el contrario, evidencia un portentoso emerger económico acompañado de críticos diferendos territoriales, fuertes tensiones políticas y deficiencia de instituciones aptas para superar las controversias.
De acuerdo a Walter Russell Mead: “Los asiáticos ven cada vez más a Europa como a una especie de gran Italia: un lugar encantador con hermosa arquitectura, gloriosos monumentos, deliciosa comida y algunos magníficos productos de consumo, pero no como un factor serio en la correlación de poder mundial” (“The Euro’s global security fallout”, The Wall Street Journal, 18 junio, 2012). En otras palabras, para los ojos asiáticos Europa se ha transformado en un hermoso pero irrelevante museo. ¿Cómo evitar que sea así cuando la mitad de la Unión Europea ha venido viviendo crónicamente por encima de sus posibilidades y aún la otra mitad evidencia niveles inmensos de deuda, como Alemania cuya deuda pública alcanzó al 83,96% de su PIB en 2011? El espectáculo de naciones empantanadas en la recesión o en la contracción económicas, y por extensión en una pasmosa crisis social, resulta gráfico.
Mientras ello ocurre la energía y la fuerza expansiva de Asia asombran. Allí están ejemplos como el de de la ciudad de Shezen en China, que pasó de diez mil habitantes a finales de los setenta a diez millones a comienzos de la primera década del segundo milenio. O el caso de la Universidad Nacional de Singapur que en treinta años pasó de la más absoluta irrelevancia a transformarse en la número veinte en el ranking mundial de universidades. O Bangalore, en India, hoy convertida en uno de los centros mundiales más potentes en materia de tecnología de la información, telecomunicaciones e industria aéreo-espacial. O Dubái y el distrito de Pudong en Shanghái que, en su audacia, revolucionan las nociones tradicionales de hábitat urbano. ¿Cómo comprender en parámetros no asiáticos la epopeya económica de China, cuyo PIB era apenas del 9% del de Estados Unidos a finales de los setenta y que para 2017 deberá estar superando en 3% al PIB estadounidense? Mientras Europa chapotea, Asia vuela.
Sin embargo, la antinomia se presenta también en tanto continentes de paz o conflicto. Tras las decenas de millones de muertos causados por las dos grandes guerras del siglo XX, la Unión Europea se presenta hoy como la más lograda expresión en la historia humana en materia de paz y concertación entre sus miembros. Es el sueño de Kant hecho realidad. Asia, en cambio, se encuentra asentada sobre un barril de pólvora o, por mejor decir, sobre un arsenal nuclear. Ello en medio de controversias territoriales, étnicas o religiosas que crean fuertes tensiones de un extremo al otro del continente. Mientras Asia chapotea, Europa vuela.