El afán de aprender engrandece a China

In Derechos humanos, Noticias by PSTBS12378sxedeOPCH

En las últimas tres décadas, China ha mantenido la mirada fija en Occidente, de donde espera que le lleguen principalmente inversiones, nuevas tecnologías y prácticas administrativas que le ayuden a transformar su economía.


La reforma económica, la liberalización y la apertura de China al mundo exterior, especialmente después de su entrada a la Organización Mundial del Comercio OMC, han inyectado gran vitalidad a la economía de la nación.

Pero hoy, Occidente comprende que también tiene algo que aprender de la economía china, que superará en breve a Japón para convertirse en la segunda más pujante del mundo, sólo superada por EEUU.

 

China, por su parte, se ha beneficiado del proceso de aprendizaje de Occidente, además, para construir instituciones y establecer un sistema legislativo, aunque en este aspecto ha sido menos agresiva.

 

Sin embargo, el gran progreso social y económico han traido aparejados grandes problemas, que van desde la creciente brecha en los ingresos hasta la corrupción y las lagunas en la aplicación de la ley.

 

Si para los principales países desarrollados es común verse aquejados de diversos males, menos debe sorprender que China, un extenso país en etapa de transición, aún aquejado de pobreza y con tanta diversidad dentro de sus fronteras, padezca de inumerables problemas, incluyendo algunos en el área de derechos humanos.

 

El diálogo sobre derechos humanos entre China y EEUU, que se celebrará en Washington DC los días 13 y 14 de mayo, es una buena plataforma para que los dos países interactúen y aprendan uno del otro sobre el tema.

 

Por años, los dos gobiernos han estado haciéndose señalamientos mutuos sobre el particular, en sus respectivos informes anuales sobre violaciones de los derechos humanos. Ambos informes han contenido una cierta dosis de verdad.

 

Pero las acusaciones públicas han resultado ineficaces para solucionar los problemas. El diálogo es, al parecer, una mejor opción, según lo demostrado por los mecanismos negociadores con los cuales se han abordado una amplia gama de problemas.

 

De hecho, el diálogo bilateral de alto nivel sobre cuestiones estratégicas y económicas que acogerá Beijing en próximos días, tratará algunos problemas graves que hoy encaran ambos países.

 

Jerome Cohen, profesor de Derecho de la Unviversidad de Nueva York, quien ha dedicado los últimos 50 años a estudiar el sistema legislativo de China, ha sido defensor del diálogo bilateral sobre derechos humanos.

 

A su juicio, es preciso establecer una comisión mixta para discutir el asunto con más frecuencia. Ese comité debe incluir a funcionarios y expertos en problemas reales, dice.

 

Si bien los derechos políticos parecen ser el foco de atención de la prensa occidental al abordar a China, los derechos laborales y el Estado de Derecho no van a la zaga, en tanto que los mismos se han convertido en desafíos que acompañan el acelerado proceso de transformaciones sociales de la actualidad. Los conflictos laborales también constituyen un tema destacado en EEUU, como lo ha sido asimismo la violación de la intimidad desde el 11 de septiembre de 2001.

 

Como profesor de muchos profesionales chinos en el área de Derecho, Cohen, de 80 años, reconoce el progreso que ha hecho China en casi todos los campos en las últimas décadas, incluyendo los derechos humanos. Con todo, no tiene pelos en la lengua a la hora de ofrecer una visión crítica.

 

Como bien dice el refrán chino, la “buena medicina sabe amarga en la boca”, Cohen dice que ama China y que sus críticas, a menudo agudas, son concebidas con el fin de ayudar a que China sea aún mejor.

 

Las críticas son necesarias ahora, pues hay personas que hablan con complacencia del denominado “modelo chino”, caracterizado por el desarrollo económico rápido y un decisivo papel del Gobierno en las arenas económica, social y política.

 

Ese modelo tomó forma en una época en que el sistema legislativo y el Estado de Derecho del país distaban con mucho de ser los adecuados. Por lo tanto, a este modelo le queda un buen trecho que recorrer para alcanzar la idoneidad y, en consecuencia, no hay que apresurarse en recomendarlo a otros países como la panacea.

 

Para construir un “modelo chino” que de verdad nos haga sentir orgullosos, necesitamos mostrar el mismo empeño en aprender para mejorar aún más las instituciones, el Estado de Derecho y las prácticas de derechos humanos, que el que hemos demostrado para asimilar la tecnología y la administración occidentales en las últimas tres décadas. (Pueblo en Línea)

 

12/05/2010