Con elecciones a las puertas y el fin del mandato en el horizonte, el impulso dado por la Administración Biden al diálogo con China pudiera ser entendido como meramente circunstancial. Ni Washington ni Beijing desean afrontar en los próximos meses riesgos añadidos que puedan interferir de forma significativa en sus respectivos cursos políticos. Para ello, lo más apremiante es mantener a raya sus diferencias.
Quizá esta sea la principal conclusión del reciente encuentro entre el ministro de exteriores Wang Yi y el asesor de Seguridad Nacional, Jack Sullivan. Ambos se han reunido ya en cinco ocasiones en los últimos 18 meses, incluyendo tres encuentros en los que se dio forma a una comunicación estratégica profunda (en Viena, Malta y Bangkok).
Una idea precisa de cuanto ambas partes deben remontar para alcanzar cierta normalidad nos la da el hecho de que esta fue la primera visita a China de un asesor de Seguridad Nacional del presidente de Estados Unidos después de ocho años, y la primera visita a China de Sullivan. También que a solo unos meses de finalizar su mandato, Joe Biden se ha convertido en el único presidente estadounidense desde Ronald Reagan en 1980 que no ha visitado China durante su mandato. Aunque se ha pactado un diálogo bilateral presidencial, que podría ser telefónico, y quizá un encuentro en el marco de la cumbre del G20 en Brasil, la probabilidad de una visita de Estado de Biden a China es remota, y no solo por el escaso margen temporal sino también porque no está claro que eso pueda beneficiar las expectativas demócratas en las elecciones de noviembre.
Así las cosas, de este encuentro Wang-Sullivan podrían resultar dos conclusiones. La primera es la reafirmación de la senda de aprovechamiento de los más de 20 mecanismos de diálogo y comunicación que se han establecido o reanudado. La segunda, que persiste el desacuerdo en cuanto a la percepción estratégica recíproca y el manejo de las relaciones económicas bajo el prisma de la seguridad nacional.
Las principales demandas de China se refieren a la cuestión de Taiwán y a lo que califica de “represión” de Estados Unidos contra China en términos de aranceles, controles de exportación, revisiones de inversiones y sanciones unilaterales. Poco antes de que se anunciara la visita de Sullivan a China, Washington anunciaba sanciones contra más de 80 empresas e individuos chinos que apoyan la industria militar rusa. O abrigaba conversaciones secretas al máximo nivel con autoridades de Taiwán. Las escaramuzas en el Mar de China meridional entre fuerzas chinas y filipinas se avivaban a la par que el almirante Samuel Paparo, jefe del Mando Indo-Pacífico de EEUU prometía todo el apoyo necesario a Manila.
Aceptar convivir con estos frentes de tensión evitando que se desborden e incluso instando cierto apaciguamiento se instituye como el talismán que ambas partes necesitan para estabilizar las relaciones antes de las elecciones estadounidenses de noviembre. Se trataría de evitar que dichas relaciones se salgan de control y se conviertan en un factor negativo para el Partido Demócrata.
Para China, el presente periodo es crucial para la transformación económica, el desarrollo de nuevas fuerzas productivas de calidad y la ampliación de la apertura al mundo exterior. Anhela, sin duda, que las relaciones con Estados Unidos se mantengan estables para garantizar que el entorno externo no siga deteriorándose ni afecte medularmente a su proceso. No obstante, por más que jure y perjure que ni busca la hegemonía ni exportar su ideología, la competencia le impone una dura pugna que deja entrever una fuerte tensión en los próximos años en torno a la perdurabilidad del sistema político y del propio modelo de desarrollo, cuestiones que para China constituyen “intereses centrales”.
Diálogo estratégico de alto nivel
Las dos partes realizaron seis sesiones, con un total de más de 11 horas, y discutieron las relaciones China-Estados Unidos, los temas delicados y asuntos candentes regionales e internacionales. Zhang Youxia, vicepresidente de la Comisión Militar Central (CMC), también se reunió con Sullivan, hecho bastante inusual, que abre paso a una comunicación más fluida entre los dos ejércitos. Para Zhang fue la primera vez que se reunió con un funcionario de alto rango de la administración Biden, y la primera reunión entre un asesor de seguridad nacional de Estados Unidos y un vicepresidente de la CMC en ocho años. La última reunión fue entre la entonces asesora de seguridad nacional de Estados Unidos, Susan Rice, y el entonces vicepresidente de la CMC, Fan Changlong, en 2016.
Se anunció igualmente una segunda ronda de diálogo intergubernamental sobre la inteligencia artificial entre China y Estados Unidos en el momento oportuno.
La visita de Sullivan a China señala el lanzamiento oficial de un canal de diálogo estratégico de alto nivel entre China y Estados Unidos. El hecho de que Xi Jinping y Zhang Youxia se reunieran con Sullivan pone de relieve la importancia que en Beijing se concede al diálogo estratégico con Estados Unidos. Su evolución, sin embargo, es incierta.
(Para Diario Público)