Uno de los muchos acuerdos sobresalientes de la reciente cumbre de la CELAC celebrada en la capital cubana fue la creación de un Foro de Cooperación América Latina-China. Beijing lo venía reclamando hace tiempo, consciente de su idoneidad para impulsar las relaciones bi-regionales y, al mismo tiempo, consolidar la propia integración latinoamericana. Es un mecanismo del que ya dispone en relación a otros espacios geopolíticos, desde África al Golfo, pasando por los PECO. Se trata de una decisión que tendrá importantes consecuencias no solo en el plano de la institucionalización, que se verá fortalecida, sino en el ámbito político, económico, sociocultural y estratégico.
China plasmó documentalmente hace un lustro su política hacia América Latina. En un breve texto trazó las bases de una aproximación que desde entonces experimentó un auge innegable. El comercio bilateral se multiplicó por 21 veces entre 2000 y 2012 (a un ritmo medio del 29% anual) pero en solo un lustro se han duplicado, conformando lo que algunos bautizaron ya como una nueva “ruta de la Seda marítima”. Dicha relación contribuyó de forma clara a que los países de la región pudieran sortear los efectos de la crisis financiera global. El Foro creado ahora eleva el nivel de diálogo, planteando un formato complementario de la relación bilateral que puede fortalecer las capacidades de compromiso de los países latinoamericanos y del Caribe. China y la región ya disponen de una plataforma similar en el ámbito agrícola y diversos mecanismos en el plano académico y otros.
La CELAC, expresión de la soberanía regional, encontrará en el diálogo con China un factor de consolidación importante. Los temores de un fraccionamiento regional a la vista del diferente signo de los modelos de integración propuestos y las fórmulas políticas que los inspiran pueden encontrar un contrapeso de relieve en la necesidad de acordar políticas comunes con su segundo socio comercial –y con los demás- que beneficien sus estrategias de desarrollo. En Latinoamérica hay más puntos de coincidencia que de divergencia entre quienes están tratando de evitar ser arrastrados por la crisis económica que aún colea en la Unión Europea y Estados Unidos.
Dicho avance, por otra parte, constituye un nuevo contrapunto a la insistencia hispana en erigirse como vértice de dicha relación. Las resistencias latinoamericanas eran conocidas habida cuenta de su predilección por una relación directa. Las dudas chinas no eran menores, admitiendo tan solo un diálogo paralelo con EEUU no con el propósito efectivo de triangular sino de calmar los temores de Washington respecto al alcance estratégico de un desembarco en su otrora “patio trasero”. La propuesta de la triangulación, basada en la hipotética capacidad de España para actuar como puente y socio ideal en el desarrollo de la relación sino-latinoamericana carece de sustancia pues ambas partes desean y pueden relacionarse sin necesidad de intermediarios. Ello no obsta que en empresas y sectores determinados, como ya viene ocurriendo, operen alianzas y acuerdos dictados por la lógica del mercado y las estrategias de los diferentes actores. Pero no más.
Las posibilidades de España en relación a América Latina tienen en la cultura su soporte principal y es en ella donde la triangulación debiera tener un impacto notable capaz de propagarse a otros dominios. Pero el actual gobierno desprecia como ningún otro la cultura, confiándolo todo a una diplomacia económica basada en el apoyo a las grandes empresas que desvirtúan y reducen la imagen del país en el exterior y connotan su marca de forma no siempre afortunada. La cultura es la llave de la relación iberoamericana y desde ella pueden plantearse opciones creativas que en verdad repercutan positivamente en la afirmación de un poder blando genuino y compartido.
China mejora su crédito en América Latina ante gobiernos de todos los colores. El Foro que ahora se crea debe contribuir a mejorar los equilibrios de las balanzas comerciales y abrir camino a proyectos estratégicos largamente demorados en la región y que nunca encontraron ni en la UE ni en EEUU el interés suficiente. Su implementación puede tener un gran alcance siempre y cuando contribuyan a reforzar la soberanía y evite la reproducción de nuevas dependencias. América Latina tiene ante sí una gran oportunidad para establecer políticas regionales autónomas y proyectarse en el orden global.
España, por su parte, no ha sabido acompañar los cambios que ha experimentado la región en los últimos lustros, desarrollando lecturas pontificadoras en sintonía con los intereses de sus socios mayores que, a la postre, han derivado en un alejamiento de buena parte de las capitales latinoamericanas. Lejos de representar un fenómeno episódico, costará recomponer la hipotética complicidad de antaño en un contexto marcado por la eclosión de nuevas mayorías más autónomas y un desarrollo económico que puede encontrar en China la complicidad precisa para afianzarse.
Alejado de connotaciones neocoloniales, el Foro América Latina-China trazará un nuevo mapa de intereses que por su alcance y proyección futura puede situar a España en un orden a cada paso más periférico. La atención a la cultura, también una industria, deviene así en pilar clave de cualquier estrategia exterior sensata y realista.