La diplomacia, esencialmente económica, que China está implementando en América Latina está alterando a marchas forzadas las relaciones económicas exteriores de esta región y, con ello, quizás sentando las bases para una ulterior modificación de algunos ejes geopolíticos que hoy pudieran parecer inmutables. En paralelo, mientras la imagen de EEUU no mejora en la zona y la de la UE sigue experimentando quiebras sustantivas, China, aún estableciendo una clara diferenciación entre su modelo político interno (inadmisible, en términos generales) y externo (considerado de interés), es percibida globalmente en términos positivos, tanto por los gobiernos como por amplios sectores ciudadanos.
No obstante la moderación que, en general, preside el acercamiento de China a esta región, en poco comparable a su estrategia africana, la intensificación de los vínculos comerciales, la presencia cada vez mayor de su diplomacia cultural (especialmente a través de la promoción de los Institutos Confucio) y su escasa implicación en las dinámicas de seguridad (lo que en parte explica que no se le considere una amenaza), contribuyen a resaltar la identificación de China como un socio deseable y deseado en muchas cancillerías.
Sabido es que la estrategia de Beijing en la región tiene dos asuntos claves en la agenda: el reconocimiento diplomático de Taiwán y el acceso a las materias primas. Al abordar ambos temas, China se conduce con cautela y procurando evitar cualquier comportamiento que pudiera definirse como desafiante, no solo en atención a cualquier país de la región, sino también en relación a Washington. Este cúmulo de procederes le está permitiendo ganar influencia y respeto, aunque la región no se halle entre sus prioridades, esencialmente centradas en Asia y en EEUU, y cierta decepción en algunos gobiernos que habían depositado grandes –y quizás infundadas- esperanzas en un boom de la inversión oriental. Para los países latinoamericanos, el entendimiento con China reduce dependencias con respecto a otros socios y facilita una mayor autonomía de sus políticas exteriores. Esa diversificación es apreciada como un valor positivo.
Las relaciones de cooperación no dejan de crecer. Los intercambios de visitas de alto rango se suceden continuamente, estableciendo mecanismos de diálogo que ganan en contenidos. Estos días, He Guoqiang, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh y responsable de la lucha contra la corrupción, ha estado de visita en Cuba, Trinidad y Tobago, y Brasil, su principal apuesta en la zona. Estos encuentros, al máximo nivel, en los que se involucra tanto a la diplomacia estatal como a la paradiplomacia partidaria, permiten mejorar la sintonía política y sustentarla en avances progresivos en el ámbito de los intercambios económicos.
Las relaciones entre China y Brasil constituyen un claro ejemplo. En 2007, el incremento del comercio bilateral fue del 46,4% en relación a 2006, alcanzando la cifra de 29.710 millones de dólares. China es su segundo socio comercial por detrás de EEUU y por delante de Argentina. La empresa aeronáutica Embraer ya está produciendo en Harbin, en la norteña provincia de Heilongjiang, sus primeros modelos ERJ 145. La cooperación tecnológica, en bioenergía y satélites es también importante. En lo político, este entendimiento agranda el campo de maniobra de Brasilia en el ámbito internacional.
En el marco de la preparación del IV Foro de los Países del Arco del Pacífico Latinoamericano, que se celebrará en Chile en octubre próximo, el Grupo de Reflexión liderado por México argumentó la importancia de desarrollar estrategias coordinadas en relación a Asia y, en concreto, con China. Inaugurada el 25 de junio en Panamá (con quien China intensifica los intercambios comerciales a pesar de la inexistencia de relaciones diplomáticas: 5.058 millones en 2007 frente a los 4.800 de 2006, el doble de su comercio con Cuba), esta reunión de trabajo ha servido para evidenciar la creciente significación reciproca de estas relaciones.
El pragmatismo y la desideologización, apreciables incluso en relación a Cuba o Venezuela (aunque probablemente tanto en La Habana como en Caracas los factores ideológicos y geopolíticos no sean ignorados), son notas características que añaden profundidad y trascendencia a los lazos que China establece en América Latina.
Para China, América Latina sigue siendo un continente distante, respecto al cual, la prudencia debe primar en su estrategia de acercamiento a fin de evitar cualquier atisbo de interpretación antiestadounidense, pero la fuerza de los hechos sugiere una progresiva significación de los lazos bilaterales que más pronto que tarde, a medida que China se afiance como una potencia global y no solo como un poder ascendente y periférico, tendrá una traducción política que irá en detrimento de otros actores externos presentes en la zona. Y puede faltar menos de lo que se cree para que así sea.