Los días 25 y 26 de abril, el Presidente de Francia François Hollande ha realizado una visita de Estado a China, respondiendo a la invitación del Presidente chino, Xi Jinping.
Desde una perspectiva francesa, se trata, sin lugar a dudas, de una visita de gran relevancia, y así ha sido valorada por la prensa del país y por los principales analistas que valoran de una forma crítica la pérdida de peso del país en relación a China y la necesidad de tomar medidas para corregir esta tendencia.
En ese mismo sentido, y ante la difícil coyuntura interna a la que se enfrenta el Presidente y el conjunto del Gobierno francés (con muchos frentes abiertos y una creciente pérdida de apoyo popular), se hace necesario el poder demostrar una cierta iniciativa exterior, más allá del liderazgo de la intervención que se viene realizando en Mali.
El objetivo esencial de esa visita ha sido eminentemente económico y muy centrado en tomar iniciativas para reequilibrar el elevado déficit comercial francés con China que asciende a 26 mil millones de euros.
La relación histórica de Francia con China es muy rica y, en su fase más reciente, Francia puede acreditar haber sido el país occidental con más visión de las nuevas circunstancias. Así, Francia puede presumir de ser el primer gran país occidental en reconocer a la China comunista, en una fecha tan temprana cómo 1964. En base a ello, desde ese momento, Francia supo construir una relación privilegiada que, sin embargo, ha decaído en los últimos años, algo que se hizo muy visible durante la Presidencia de Sarkozy, cuando esa relación llegó a cotas muy bajas y frecuentes encontronazos.
En la actualidad, Francia observa con mucha melancolía la fortaleza de la relación bilateral de esos primeros momentos, en comparación con la dinámica de los últimos años, en que Francia ha perdido relevancia a los ojos de un país en continuo ascenso y que se constituye en la segunda economía mundial.
Por ello, de alguna forma, la visita de Hollande se ha querido interpretar como una voluntad de cambiar está dinámica, precisamente cuando quedan pocos meses para que, el próximo 27 de enero, se celebre el 50 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. En ese marco, además, el Gobierno francés ha puesto en valor el hecho de que Hollande haya sido el primer Jefe de Estado de un país occidental en ser recibido oficialmente en Beijing por el nuevo Presidente chino, Xi Jinping.
En todo caso, la opinión general en Francia no ha sido tan complaciente y no han sido pocas las críticas realizadas al mismo. Así, no se ha dejado de destacar el escaso conocimiento del Presidente Hollande sobre China, país que nunca ha visitado con anterioridad y que, además, fue objeto de algunas críticas durante su campaña electoral, cuando lo llegó a calificar como “adversario”.
Por otro lado, se ha cuestionado mucho el propio alcance y planificación del viaje (de apenas 37 horas) que se ha comparado de forma constante con la firme apuesta por China de la Canciller alemana. Merkel, una convencida de la necesidad de una estrecha colaboración con China, ha viajado con mucha frecuencia a este país durante su mandato (hasta seis veces, dos de ellas en el 2012) y programa desplazamientos con agendas mucho más intensas (de hasta 4 o 5 días) y visitando más ciudades que las obligadas paradas de Beijing y Shanghai que ha realizado Hollande.
En todo caso, no deja de ser paradójica esta crítica de la prensa francesa ya que contrasta con el análisis que la prensa anglosajona hace de este viaje, donde lo que destaca es (como hacía el “Financial Times”) que el Gobierno chino ponga la alfombra roja a Francia a la vez que demuestra su indiferencia por el Reino Unido, tras el encuentro de Cameron con el Dalai Lama del pasado mes de mayo. A la vista de ello, está claro que, en política exterior, todo es relativo.
Dentro de esta relatividad, en Francia la comparación con Alemania se hace omnipresente en el análisis del viaje del Presidente Hollande. Alemania no solo tiene una relación mucho más intensa con China desde el punto de vista comercial, sino más abierta y directa desde un punto de vista político, con un diálogo que no deja de lado aspectos sensibles como el respeto a los Derechos Humanos y que se articula en encuentros frecuentes entre sus diferentes Ministerios.
Todo ello ha tenido su reflejo en los intercambios comerciales, con Alemania incrementando su cuota de mercado en China desde un 5% en 1983 hasta un 5,33% en 2011, frente a una pérdida de peso francesa que pasa del 1,4% en 1983 al 1,27% para ese mismo periodo. Es este dato, sin duda, el que ha motivado el desplazamiento del Presidente y la necesidad, demandada por muchos especialistas franceses, de una verdadera estrategia de posicionamiento francés en Asia y China (“Asia es cada vez más relevante para Europa y París debe comprenderlo de una vez” titulaba François Godement en Le Monde el 24 de abril).
Para hacer frente a este desafío, y teniendo como buen ejemplo el caso alemán, Francia ha comenzado a implementar una estrategia de diplomacia económica a nivel global y, muy especialmente en mercados clave, como el chino. El Ministro de Exteriores, Laurent Fabius, presentó recientemente el nombramiento de 7 personalidades de la política francesa para acompañar los esfuerzos de las empresas en 7 mercados clave.
En el caso de China, será Martine Aubry, actual alcaldesa de Lille, antigua Primera Secretaria del Partido Socialista y buena conocedora de la realidad china la “Representante Especial del Ministerio de Asuntos Exteriores para China”. Ella misma reconoció que su misión esencial será la de acompañar a las PYMES en ese país y la necesidad que Francia tenía de disponer de un modelo de diplomacia económica que ya existe en muchos países (EEUU, Alemania, etc.), con muy buenos resultados.
En lo que se refiere al desarrollo de la visita y sus resultados, el Presidente ha viajado acompañado por 8 ministros y por 60 empresarios, tanto de grandes empresas como de PYMES, cuya penetración en China es el objetivo principal de esa diplomacia económica recientemente anunciada por el Gobierno.
Durante su vista, y dentro de esas 37 horas, el Presidente francés ha mantenido encuentros con el Presidente Xi Jinping, con el Primer Ministro, Li Keqiang y con el Presidente de la ANP, Zhang Dejiang. Junto a ello, no se ha dejado de lado esa apuesta por el apoyo a las empresas y se han programado visitas a las empresas Bernard Controls y a la nueva sede de la empresa Laboratorios Pasteur.
Los resultados prácticos de la visita han sido calificados de escasos por la prensa francesa, que resaltan que muchas de las firmas o acuerdos anunciados no dejan de ser meros acuerdos de intenciones o ratificación de acuerdos a los que ya se había llegado con anterioridad.
En todo caso, lo que sí ha quedado demostrado es que Francia tiene muy claro y decidido cuales son los sectores básicos en su cooperación económica con China ya que ha sido sobre estos sectores sobre los que se han basado estos acuerdos y sobre los que más se ha hablado durante la visita.
Ellos son el nuclear, el aeronáutico y el agroalimentario, a lo que hay que unir la firme apuesta por hacer de Francia un referente en desarrollo urbano sostenible para China y el sector del lujo en el que Francia siempre ha demostrado un sólido posicionamiento en China.
En el primero de ellos, el nuclear, sobre el que ambos países siempre han mostrado una importante cooperación, el viaje ha supuesto que AREVA y EDF hayan firmado un acuerdo de cooperación estable con el grupo CGNDP (China Guandong Nuclear Power Company) que, si bien ratifica compromisos ya alcanzados, no deja de de ser una pieza más en la apuesta por la colaboración con uno de los escasos países que han ratificado de forma rotunda su apuesta por lo nuclear como fuente de energía de cara a los próximos años.
En el campo aeronáutico, es Airbus el gran beneficiado tras la firma de un acuerdo de intenciones por parte de China para la compra de 42 aparatos A320 y 18 de la clase A330, todo ello muy ligado al futuro de la fábrica de ensamblaje de A320 existente en Tianjin. Airbus confirma, con ello, un buen comienzo de año en Asia, tras el gigantesco acuerdo alcanzado hace algunas semanas con la compañía indonesia LionAir para la compra de 234 aviones del tipo A320.
El sector agroalimentario es uno de lo considerados estratégicos por Francia en cuanto a sus expectativas de desarrollo en China y durante este viaje se ha tratado mucho de posibles medidas para fomentar la exportación de vino y productos cárnicos a China, dentro del Foro económico China-Francia celebrado en paralelo a la visita presidencial. En todo caso, este es un sector que, en el caso francés, goza de buena salud ya que en el año 2012 registró en China un incremento de las exportaciones del 14% interanual..
Junto a estos sectores, merece la pena destacar la firme apuesta que Francia está haciendo por el desarrollo urbano y por apoyar la penetración de empresas francesas en ese ámbito. Muchas eran las empresas de este sector dentro de las 60 que han acompañado al Presidente. La novedad es la intención del Gobierno de constituir un “cluster” de desarrollo urbano que haga que las empresas no compitan entre ellas sino que colaboren a la hora de desarrollar una oferta de servicios integral. Se trata de una idea muy interesante, no sólo por que el desarrollo urbano se constituye como el gran motor de desarrollo en China para los próximos años, sino por que es un sector que requiere de soluciones integrales en relación a las infraestructuras y servicios urbanos. Dentro de la delegación se encontraban grandes empresas como EDF, Suez, Veolia o Almston junto a PYMES del sector y pequeños gabinetes de arquitectura o empresas especializadas en protección del patrimonio.
Muy ligado a lo anterior, uno de los elementos que deben valorarse como más relevantes de este viaje, en la medida en que es sin duda una experiencia muy interesante, es la firma de un acuerdo de cooperación con la gran área urbana de Wuhan, donde ya se desarrolla una zona piloto de cooperación urbana franco-china, con resultados muy positivos para las empresas francesas. Esta dimensión de la cooperación sobre el desarrollo urbano, centrada en un territorio concreto, con múltiples dimensiones prácticas y con apoyo público francés que se está implementando desde hace años en Wuhan por parte de empresas francesas, es un caso de éxito a considerar.
Más allá de la cooperación comercial, dada la complicada situación económica de Francia (el jueves se publicaron en Francia los nuevos datos de paro para marzo de 2013 que suponían un nuevo record en la cifra de desempleados) era obligado el que se hablara de las inversiones de empresas chinas en Francia. En este terreno, el Presidente Hollande se ha comprometido a eliminar los obstáculos que dificultan las inversiones de este país en Francia y a fomentar la cooperación tecnológica entre empresas de ambos países. De la misma forma, se trató de la necesidad de facilitar la obtención de visados, elemento clave si el país quiere conseguir esas inversiones, incrementar el número de estudiantes chinos en Francia (40.000 al año en la actualidad) y fortalecer la atracción de un mayor número de turistas.
Poco espacio ha habido para un debate sobre cuestiones no económicas, como los Derechos Humanos. Si bien el Presidente declaró que pudo establecer un diálogo sobre esta materia dentro de un marco “franco y respetuoso”, era evidente la voluntad de evitar poner el acento sobre esta cuestión. Si bien algunos medios (“Liberation”) y ONGs han sido muy críticos con que el país cuna de la democracia no sea más asertivo ante China en este aspecto, se hacía difícil que esta cuestión fuese una de las prioritarias a tratar.
Si se trata de considerar un posible balance del viaje presidencial, podemos tener presente lo que “Le Monde” señalaba en su edición de 25 de abril, cuando afirmaba que los objetivos del viaje eran los de “normalizar y relanzar” la relación bilateral. Si tomamos en cuenta el actual contexto político y económico francés y la reciente trayectoria de esta relación bilateral (muy marcada por la desconfianza y el desencuentro de los años de Sarkozy) podemos estimar que esta definición de objetivos es muy adecuada.
Por un lado, se trataba del primer encuentro entre dos líderes que, en ambos casos, acaban de tomar las riendas de sus países, lo que hacía indispensable, como primer paso, crear un clima de confianza entre ellos que facilite pasos posteriores. Por otro lado, para Francia, tampoco sería conveniente comenzar este proceso de “normalización” mostrando ansiedad a la hora de esperar resultados tangibles en el corto plazo. En este sentido es muy ilustrativo el contenido de un editorial de “Global Times” del 26 de abril, con motivo de la visita del Presidente francés, en el que criticaba la manera en que muchos países europeos se acercan a China.
Por todo ello, más allá de la obtención de resultados más o menos prácticos, el resultado del viaje debe ser entendido como bueno para Francia. El país está tomando conciencia de la necesidad de reaccionar y recuperar el espacio perdido. Además, lo hace sabiendo que es indispensable diseñar y disponer de una estrategia clara en relación a Asía y a China de la que ahora no parece disponer.
A la espera de clarificar esa estrategia, de lo que sí dispone Francia es de una visión clara de la necesidad de equilibrar su importante déficit comercial y de los sectores claves para hacerlo, en muchos de los cuales Francia cuenta con empresas de primer nivel y de un nutrido tejido de PYMES a las que apoyar en ese proceso.
Puede que el viaje haya sido más corto de lo conveniente y puede, también, que el Presidente haya tardado en descubrir China. Pero lo que es seguro es que, dada la urgencia económica de Francia en estos momentos y en base a lo que Hollande haya aprendido en esta primera experiencia, la relación con China habrá ganado mucho peso específico en la agenda y prioridades del Gobierno para los próximos meses. Es más que probable que hayan quedado muy atrás esos días, no tan lejanos, en que Hollande, todavía como candidato, calificaba a China como “el adversario”.