Reavivamiento de las tensiones en la península coreana, escaramuzas en la frontera entre India y China con resultado de muertos entre los ejércitos de ambos países, aviones militares chinos y estadounidenses sobrevolando el espacio aéreo de Taiwán, tensiones entre China, Taiwán y Japón tras choques entre barcos pesqueros y destructores y decisiones de redenominación de las islas Diaoyu/Senkaku en Taiwán y Japón, peligrosas subidas de tono entre Taipéi y Beijing con crecientes interferencias atizadoras por parte de EEUU, interminables pugnas en el Mar de China meridional, inesperada renovación de la alianza militar de Filipinas con EEUU… Y el SIPRI alertando del incremento del poder nuclear en Asia, con varias potencias nucleares en liza (China, India, Pakistán y Corea del Norte)…
Todos estos trazos indican puntos calientes y factores de riesgo que advierten con toda claridad de que si bien el poder económico gira hacia Asia, su estabilidad en materia de seguridad presenta déficits graves. La eclosión de todas estas tensiones se produce en un contexto marcado por la voluntad china, referencial en la inmensa mayoría de todas estas crisis, de culminar este año las negociaciones para la Asociación Económica Integral Regional, conocida como RCEP por sus siglas en inglés, y también el acuerdo de libre comercio con Corea del Sur y Japón. De confirmarse ambas propuestas, serían un revulsivo con potencial suficiente para promover una nueva espiral de crecimiento económico en la región.
Aunque todos los diferendos citados se encuentran, por lo general, bajo control, a nadie escapa que los sobresaltos son posibles y que algunos podrían desbordarse especialmente en un momento como el actual, cuando la crisis económica y el riesgo de recesión, con sus devastadores efectos sociales, avanza por doquier a la par que la pandemia está lejos de ser vencida. Con las tendencias nacionalistas al alza en países importantes del área, la explicitación de desconfianzas reciprocas pese a los esfuerzos reiterados de diálogo, no acaba de mitigarse del todo.
En Asia, China tiene una especial responsabilidad en la habilitación de espacios institucionales para la gestión de estos contenciosos; no obstante, no son pocos los países que recelan de su liderazgo. La práctica totalidad acepta su conveniencia económica y le considera un aliado comercial insoslayable, pero, en paralelo, en sus alianzas de seguridad confían más en EEUU como contrapeso indispensable para preservar sus intereses nacionales. El despertar del gigante lleva aparejada la demostración de una mayor ambición y la lentitud con que avanzan propuestas como la elaboración de un código de conducta para normalizar procedimientos en las disputas en el Mar de China meridional, por ejemplo, cuestiona su sinceridad. Mientras la política de hechos consumados tira beneficio de las maniobras de entretenimiento, la benevolencia de su liderazgo es objeto de controversia.
Algunas esperanzas se habían depositado en los últimos años en el papel de la CICA (Conferencia sobre Interacción y Medidas de Construcción de Confianza en Asia), que en 2017 cumplió su 25 aniversario. Emulando una especie de versión asiática de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), como plataforma intergubernamental de amplia representatividad y expresión de una nueva arquitectura de cooperación de seguridad regional podría amortiguar y encauzar las diferencias en torno a las áreas en disputa. Sin embargo, por el momento no ha sido así. Tampoco la Organización para la Cooperación de Shanghái ofrece mejores perspectivas.
Región prometedora y dinámica pero también muy vulnerable, urge que en Asia se dispongan alternativas institucionales creíbles para encauzar estos contenciosos y alejar la amenazante sombra del estallido de conflictos de gran envergadura. Potencial hay de sobra, con especial proyección en la península coreana o en el Estrecho de Taiwán. Lo ocurrido en la frontera cachemira advierte de la seriedad del peligro. Si bien este marco brinda oportunidades a poderes extrarregionales para mostrar su influencia en la región, las soluciones debieran venir de la propia Asia.