La fiebre inversora del gigante oriental es uno de los mejores indicadores de la transformación del modelo de desarrollo en China, proceso acelerado en los últimos años, bajo el mandato de Xi Jinping. Durante los siete primeros meses de 2016, la inversión directa no financiera en el exterior creció más del sesenta por ciento. China, que en su día convirtió la inversión del exterior en un pilar clave de su crecimiento, es ya exportadora neta de capital.
En ese tránsito, no todo es de color de rosa. Las inversiones chinas en el mundo, con frecuencia están bajo sospecha. Aunque el factor ideológico ha desmerecido en los últimos tiempos y si bien China no parece establecer grandes distinciones a la hora de hacer negocios, en algunos casos, como Venezuela, por ejemplo, sin duda ayuda a abrir caminos. La relación Beijing-Caracas se erige como un modelo capaz de transitar desde el petróleo a muchas otras áreas. Ambas capitales han suscrito más de 400 acuerdos y tienen en marcha múltiples proyectos de transferencia tecnológica, reindustrialización, creación de zonas económicas especiales y de desarrollo estratégico, cooperación espacial, etc. Recientemente, China se ha sumado a la explotación del Arco Minero del Orinoco que cuenta con unas reservas de oro consideradas las segundas en importancia del mundo, así como de coltán y otros de alto valor industrial.
En un contexto de enorme polarización política como la que vive Venezuela, no pocos consideran a China proveedora de balones de oxígeno para el gobierno de Nicolás Maduro. Y puede ser pan para hoy y hambre para mañana si Beijing no alcanza a disipar dudas y sospechas ante una oposición que acaricia el relevo. Caso contrario, las pérdidas para China podrían ser cuantiosas, como lo fueron en Libia.
El cambio de péndulo político en América Latina ofrece otro botón de muestra, ya efectivo, en Argentina. La estación espacial de Neuquén es vital para el desarrollo del programa aeroespacial chino ya que las bases existentes en su propio territorio no cubren totalmente las necesidades operativas. Pero la instalación de este observatorio generó especulaciones acerca de su utilidad militar. El nuevo gobierno de Macri obligó a Beijing a modificar el acuerdo de construcción para reafirmar el uso estrictamente civil de las instalaciones, un hecho ciertamente extraordinario y sin precedentes. Otras reservas puntuales se han expresado a propósito de la implicación china en el modelo energético argentino para las próximas décadas en razón de su participación en la construcción de obras hidráulicas y centrales nucleares.
Grandes proyectos para la región como el canal de Nicaragua o el ferrocarril transcontinental sudamericano que conectaría Brasil y Perú parecen pender del hilo de las afinidades, una espada de Damocles que reduciría las posibilidades efectivas de realización de la gran ambición china. El nuevo presidente peruano Pablo Kuczynski ya adelantó sus reservas. Para Beijing es un problema global. En la reciente visita de la líder birmana Aung San Sun Kyi a China, uno de los temas centrales de su agenda fue el futuro del suspendido proyecto de la presa Myistone.
Ferrocarriles y energía son dos referencias de la nueva expansión china; ambos cuentan con un fuerte respaldo del gobierno y ambos son esenciales para dar salida a los excesos de capacidad de producción pero también por prestigio tecnológico. Y aquí también hay dudas, a veces unidas a motivos de seguridad más amplios. En junio de 2015, por ejemplo, con dicho argumento se suspendió el proyecto de construcción del tren de alta velocidad Los Ángeles-Las Vegas. Y más recientemente, el gobierno de Theresa May pospuso el acuerdo para la construcción de una central nuclear, cerrado con David Cameron. Finalmente, dio luz verde al proyecto.
La sospecha no solo abarca a los sectores más altamente sensibles. Alemania, sin ir más lejos, puso no pocos impedimentos a la compra por parte de la china Midea de la fábrica de robots Kuka. China ha asimilado en mayor medida la importancia de prestar atención a factores como el empleo o el medio ambiente. En India no solo vende, abrirá una planta para fabricar trenes de alta velocidad.
La desconfianza es aun una nota asociada a las inversiones chinas en el exterior, más fácil de disolver sin duda en los países en vías de desarrollo que en los desarrollados. Las consideraciones de orden ideológico, tecnológico o de seguridad, influyen en la receptividad como también las reservas en materia de empleo o ambiental, a veces esgrimidas como mero subterfugio. En el orden político, para China resulta de vital importancia reforzar su capacidad de diálogo con los diversos actores internos si quiere preservar sus intereses a medio plazo. Su diplomacia partidaria tiene aquí un papel esencial, a riesgo de padecer sinsabores graves. La feliz reconducción de las diferencias surgidas con la Argentina de Macri revela su enorme capacidad de aprendizaje en este aspecto.
En otros ámbitos, al igual que acontece con las inversiones occidentales en China, en tanto no se disipen las mutuas reservas estratégicas será difícil que se operen cambios sustanciales.