Complemento de la participación en el encuentro de los BRICS en Johannesburgo (que tendrá a Turquía como país invitado), la gira del presidente chino Xi Jinping por África adquiere una relevancia particular a la vista, sobre todo, de la próxima cumbre China-África que tendrá lugar en septiembre en Beijing.
Mientras Trump pasa de largo del segundo continente más poblado del mundo, Xi parece decidido a reforzar no solo los vínculos económicos (ya es el primer socio comercial de África) y políticos con el continente sino también los militares y de seguridad, lo que añadirá profundidad a una relación de larga data.
De hecho, China supera ya a EEUU en la venta de armas a África y en este mes recibió a decenas de oficiales militares para participar en el primer foro de defensa a este nivel. El pasado año abrió su primera base militar en el extranjero, en Djibuti, en el cuerno de África, donde promueve además la zona de libre comercio más grande del continente. Hasta ahora, China presumía de la presencia de sus soldados (más de 2.000) bajo la bandera de Naciones Unidas. Ahora, los vínculos militares se diversificarán y ampliarán,
Es la respuesta china a un incremento significativo de presencia de las tropas especiales estadounidenses en el continente, desplegadas al menos en nueve países (Chad, Mauritania, Níger, Mali, Camerún, Túnez, Kenia, Libia o Somalia). Con la creación de AFRICOM en 2007, el número de países africanos que cuentan con algún tipo de presencia de EEUU no ha dejado de crecer y el total de efectivos desplegados se acerca a los 10.000 soldados. Con el argumento de enfrentar la amenaza yihadista, el número de fuerzas especiales en África pasó del 1% del total al 16% en solo ocho años.
No solo comercio
Este es el primer viaje de Xi al extranjero desde que fue elegido en marzo para un segundo mandato presidencial. En su agenda destaca la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que abunda en el aporte de una infraestructura ciertamente muy necesaria para el continente más olvidado, aun a pesar de las críticas sobre el endeudamiento que pudiera aparejar. Enlaces ferroviarios y viales, puertos, parques industriales, pero también hospitales, estadios, teatros o museos, todos construidos a instancias de China, están conformando una nueva realidad africana.
Desde 2016, China es primer inversor extranjero en el continente. Entre 2000 y 2015, el gobierno, los bancos y los contratistas de China habrían prestado más de 94.000 millones de dólares a la región. La deuda pública en el África subsahariana pasó del 34 por ciento del PIB en 2013 a un estimado del 53 por ciento en 2017, según fuentes del FMI.
La compensación para China es inseparable de un suministro de recursos naturales (petróleo, minerales, madera, marfil, etc.), no siempre respetuoso con el medio ambiente. No obstante, esta dimensión, como en el interior del país, va ganando peso en sus políticas. Así se puso de manifiesto en la reciente conferencia sobre el trabajo diplomático, presidida por el propio líder chino.
En una u otra comitiva, la práctica totalidad de los líderes africanos han visitado Beijing en el último lustro. Recientemente, también visitaron África los presidentes de las dos cámaras chinas, Wang Yang y Li Zhanshu. Año tras año, África es siempre el primer destino elegido por los ministerios de exteriores para iniciar sus periplos internacionales. África no es un asunto menor en la agenda china.
La tournée de Xi, la cuarta desde que asumió en 2013, tiene paradas en Senegal, Ruanda y Sudáfrica, más una escala en Mauricio. En su balance, cabe imaginar el reflejo claro de un aumento de la confianza e influencia políticas, sustentada en el arraigo de las demás variables. En septiembre próximo, en su cumbre de Beijing con África solo faltará eSwatini, el único país de la región que se resiste a romper los lazos con Taipéi.