Occidente ya no es el principal motor del desarrollo mundial
“El viejo mundo está muriendo. Y el nuevo mundo está por nacer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.” Como dijo Antonio Gramsci, el marxista italiano, el sufrimiento del viejo mundo y el nacimiento tardío del nuevo se ajustan perfectamente al momento histórico que vive ahora la humanidad.
Con su tono desestabilizador, la era neoliberal de las últimas décadas ya ha formado una pauta en la que la inestabilidad es un elemento estructural del sistema establecido y sigue acumulándose. La financiarización neoliberal y las políticas económicas perversas dirigidas a la acumulación de capital se han extendido a los países desarrollados de todo el mundo y también se han sostenido políticamente mediante la introducción de la “desestatización” y diversas formas de autoritarismo en los países en vías de desarrollo.
Sin embargo, en los países socialistas y aquellos con experiencias similares, se han producido y están produciéndose muchas revueltas obreras contra el neoliberalismo y sus efectos geopolíticos. Los países del BRICS y su nuevo sistema político y financiero internacionales, la “marea rosa” en Sudamérica (la oleada de partidos latinoamericanos de izquierda que han llegado al poder sucesivamente desde 2018), las prácticas del socialismo en Asia y el auge de la economía de mercado socialista de China, son todas pruebas de que lo que preocupa más a las sociedades occidentales desde el siglo XV se está convirtiendo en realidad——una gran alianza de los países europeos y asiáticos.
Desde la perspectiva económica, es innegable que, durante los últimos 500 años, el llamado “Occidente”, es decir, los países desarrollados de Europa y Norteamérica, ya han dejado de ser el principal motor del desarrollo mundial. Desde la llegada de Cristóbal Colón a las Américas, quizá estemos experimentando ahora un punto de inflexión significativo. Como he citado anteriormente a Gramsci, “en ese claroscuro surgen los monstruos”, y estos “monstruos” se resisten ahora a la decadencia de su hegemonía.
La experiencia china da esperanza a los países en vías de desarrollo
Los países del Sur Global son muy conscientes de la preocupación de Brasil por la estabilidad, la multipolaridad y el multilateralismo genuino. A lo largo de la historia, nunca han sido los países en vías de desarrollo y menos desarrollados los que se han beneficiado de la industria bélica y de los conflictos armados mundiales. Por lo tanto, construir una comunidad global de desarrollo orientada hacia el futuro es una tarea urgente de la que depende la dirección futura de la humanidad.
Las convulsiones políticas y económicas y la crisis del cambio climático son las graves consecuencias de siglos del capitalismo permisivo y explotador y del actual sistema neoliberal. Estas cuestiones nos exigen asumir una misión de paz, solidaridad y desarrollo común para garantizar nuestra supervivencia. En este sentido, la experiencia de China en la lucha contra el imperialismo y el neoliberalismo durante su curso de desarrollo se ha convertido en un faro humanitario para los países en vías de desarrollo.
Además, el sistema socialista chino da esperanza a los países en vías de desarrollo, como dijo el literato brasileño Paulo Freire: “Queremos cooperación en lugar de confrontación, diálogo en lugar de guerra, desarrollo común en lugar de explotación unilateral, multipolaridad en lugar de hegemonía, socialismo popular en lugar de neoliberalismo y capitalismo.” La experiencia de desarrollo de China y su búsqueda de la prosperidad común presentan al mundo una nueva vía de desarrollo.
Culturalmente, Brasil y China comparten similitudes en el concepto de coexistencia armoniosa en la gobernanza nacional. En China, coexisten diversos pueblos minoritarios y creencias religiosas que han contribuido a la civilización china. Brasil también cuenta con muchas etnias, y antes de que el colonialismo occidental destruyera a los pueblos nativos de Brasil, había cientos de tribus indígenas, muchas de cuyas lenguas y costumbres siguen formando parte de la lengua portuguesa y la cultura brasileña.
Al igual que China, la cultura histórica brasileña no ha sido una cultura de militancia, sino una cultura en busca de consenso. La lucha contra la dictadura y la injusticia ha impregnado la historia de los pueblos chino y brasileño, y ha construido la identidad de ambos pueblos. Esto explica la razón por la que, desde la época moderna, la nación china ha conseguido logros antiimperialistas y antifeudales, mientras que el pueblo brasileño sigue luchando por su soberanía y el desarrollo de su país.
Sin embargo, este impulso del pueblo brasileño está alineada con la buena voluntad y tolerancia en su búsqueda de consenso de posición pacífica, actitud que también se refleja en las acciones internacionales de China y Brasil. De hecho, históricamente, Brasil ha desempeñado un rol de pacificador y coordinador en los asuntos del sistema internacional, lo cual coincide con la actual postura diplomática china de “desarrollo pacífico”.
Autora: Melissa Cambuhy, investigadora del Instituto Lula de Brasil. Este artículo es una parte de su discurso en la Conferencia Internacional sobre el Diálogo de Civilizaciones de “Hablando de China” celebrado el 17 de enero de 2024.
Redactora: Qiu Tingting, doctora y maestra de la Facultad del Idioma Español de la Universidad Normal de Jiangsu.
Revisor: Zhu Lun, profesor distinguido de la Universidad Normal de Jiangsu, investigador del Instituto de Etnología y Antropología de la Academia China de las Ciencias Sociales.
Procedencia del artículo: DeepChina