China-EEUU: ¿Un diálogo a la deriva?

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

El presidente chino Xi Jinping inauguró una nueva edición del diálogo anual sino-estadounidense que en esta ocasión transcurre en Beijing. En la detallada agenda de este encuentro -del que ya van ocho ediciones con capítulos específicos en el orden económico y comercial, político, de seguridad o sociocultural-  figuran numerosos temas de importancia, desde la tasa de cambio del yuan a las vicisitudes de la “nueva normalidad” china, el exceso de producción de acero o las tensiones comerciales de todo signo, pero también Internet o el espacio exterior. De él no se esperan avances espectaculares en torno a la firma del Tratado Bilateral de Inversiones, cuyas negociaciones se iniciaron en 2008, aunque China podría abrir un poco más la mano en los sectores protegidos. La culminación de un acuerdo antes del relevo en la Casa Blanca parece un deseo difícil de cumplir. EEUU sigue acusando a China de agravar las dificultades operativas de las empresas extranjeras mientras las autoridades del gigante asiático reclaman la paralela reducción de las consiguientes barreras proteccionistas. Este es el último diálogo sino-estadounidense de la administración Obama.

Más allá de los impactos, probablemente livianos, que este foro múltiple y sus conclusiones puedan tener en la reunión del G20 que este año también se celebrará en China (Hangzhou), la clave final de estos encuentros radica en su capacidad para dar pasos que permitan reforzar la confianza mutua estratégica. Se trataría así de abordar de manera apropiada las diferencias primando la visión de conjunto sobre aquellos otros temas que pueden comprometer el futuro de los lazos bilaterales.

Desde que lo mencionó hace tres años, Xi Jinping no acaba de dar forma a su propuesta de establecer un nuevo modelo de relación entre grandes potencias. Beijing enfatiza el carácter no antagónico de la relación bilateral pero no oculta sus temores a un descarrilamiento si las disputas en torno al Mar de China meridional ganan peso en la agenda. Como a menudo recuerdan en Zhonanghai, EEUU no es parte directamente implicada en la cuestión pero en la defensa de la libertad de navegación encuentra la excusa perfecta para incrementar su capacidad de proyección secundando las reclamaciones de los pequeños países de la región.

Xi invitó a los altos funcionarios presentes a evitar los “errores de juicio estratégicos” pero por más que ambas partes se esfuercen en minimizar las tensiones, estas parecen haber adquirido trazos de difícil reconducción. Los solo rumores de una inminente declaración por parte de China acerca del establecimiento de una zona de defensa aérea en el Mar de China meridional –como ya hizo en 2013 en el Mar de China oriental- fueron calificados por Kerry de “provocación”. China, por su parte, no disimula su malestar por la presencia reiterada de patrullas navales y aéreas de EEUU en el entorno de las islas bajo su control en aguas disputadas y por el fortalecimiento constante de los acuerdos militares con Seúl, Tokio, Hanoi, Manila o Canberra.

En el reciente diálogo de Shangri-La, la cumbre de seguridad y defensa de Asia-Pacífico que acoge Singapur, altos mandos militares de una y otra parte, exhibieron una dura retórica, a cada paso más habitual en estos foros. El secretario de Defensa, Ashton Carter, anunció que el Pentágono desplegará en la región sus mejores armas.

El contexto actual parece situar a la deriva la estrategia de contemporización de China. Tras la reciente visita de Obama a Vietnam y la celebración de la cumbre del G8-1 en Japón, el “Pivot to Asia”, con el TPP (Acuerdo Transpacífico) y la intensificación de los vínculos militares como ejes principales, recuerda a Beijing que el anhelado diálogo puede acabar transitando por aguas cada vez más turbulentas y hasta naufragar peligrosamente.