La relación entre China y África se ha intensificado en la última década, fundamentalmente a partir de 2006. Las relaciones económicas crecen a una velocidad vertiginosa y las visitas y encuentros al máximo nivel denotan una fluidez creciente de los intercambios. Si en un primer momento, China centró sus ambiciones en los recursos energéticos y naturales, hoy va camino de desarrollar una colaboración más compleja que incorpora dimensiones como infraestructuras, educación, comunicación, etc., con el propósito añadido de limar asperezas y fortalecer su soft power global.
Los tres ejes principales sobre los que descansa esa intensificación de la presencia china son una ofensiva económica y comercial relevante, una generosa oferta complementaria y la no injerencia política, esta última antes claramente visible en la pugna por el no reconocimiento de la República de China o Taiwán, hoy menguada ante la tregua diplomática oficiosamente vigente entre ambos lados del Estrecho (cuatro estados africanos reconocen a Taipei).
El proceder de China no solo consiste en ajustar los precios para alcanzar posiciones privilegiadas en los respectivos mercados o lograr concesiones de explotación en los más diversos dominios, también ofrece una amplia batería de complementariedades que incluye desde ayuda humanitaria, proyectos de desarrollo, reconstrucción de infraestructuras, escuelas, clínicas, supresión de las tasas a la importación de amplias gamas de productos, estancias formativas y otras prebendas. Esto hace que buena parte de las elites africanas perciban cada vez mejor la ayuda de China y la prefieran a la proveniente del FMI o el BM, asociada a la letanía del buen gobierno, mayor transparencia, anticorrupción, derechos humanos, etc. Muchos consideran que pueden aprender más del modelo de desarrollo chino y valoran sus políticas comerciales como más ligeras que las promovidas por los países occidentales que en la práctica a pocos ha permitido levantar cabeza. A pesar de todo ello, se estima que la capacidad de China para influenciar en las principales decisiones de los gobiernos africanos es muy moderada en comparación con sus pares europeos u occidentales.
En diciembre de 2012, China publicó el Libro Blanco de la Cooperación Económica y Comercial China-Africa. La ecuación que refleja es bien sencilla: un suministrador estable de recursos y un mercado de gran potencial frente a grandes capacidades financieras y tecnológicas capaces de subvertir los depauperados trazos iniciales del continente. ¿Será factible? Los recursos naturales de África son muy abundantes y, según opinan algunos, las tres cuartas partes están por descubrir o explotar. En 2012, China importó en todo el mundo 740 millones de toneladas de materias primas, un 8,4% más que el año anterior. Cabe prever que esta tónica ascendente perdurará a la vista del proceso urbanizador que vive el país y la transformación del modelo de desarrollo en curso que prevé duplicar el valor del PIB en 2020 en relación a 2010.
El texto completo de este Estudio puede encontrarse en el número 67 de la revista Economía Exterior: http://www.politicaexterior.com/articulo?id=5328