En la pugna entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, la actitud de China, el principal socio financiero y acreedor de Venezuela, no es una cuestión menor. En las crisis más delicadas de los últimos tiempos, China siempre ha estado ahí, ayudando a resolver los problemas de liquidez de la economía bolivariana. Es verdad que últimamente con síntomas claros de cierto agotamiento pero que llegado el caso se solventaban ante la dificultad de encontrar una mejor opción.
Como cabía esperar, también ahora Beijing se inclinó del lado de Maduro, exigiendo una solución política que surja del diálogo entre las partes y en el marco de la propia sociedad y legalidad venezolana, sin injerencias de terceros, especialmente la interferencia militar, citada expresamente. China reconoció las últimas elecciones que dieron la victoria a Maduro. Este agradeció a Xi Jinping su complicidad en la visita llevada a cabo en septiembre pasado, aprovechada para obtener un nuevo préstamo. Xi envió un representante a la ceremonia de toma de posesión del 10 de enero.
Entre la solidaridad ideológica y el pragmatismo económico, China siempre ha primado lo segundo. Incluso en los años más dulces, Beijing desoía los llamamientos del fallecido presidente Chávez para sellar una alianza entre los países del ALBA y la segunda economía del mundo. No le importaba, sin embargo, estrechar lazos con la Alianza del Pacífico, donde es país observador. Rehuyendo cualquier alineamiento ideológico, los acuerdos económicos siguieron su curso hasta convertir a Venezuela en el principal destino de su inversión en la región. Pero llegó el parón. En los dos últimos años, la preocupación de empresas y entidades financieras chinas por la estabilidad disparaba las cautelas.
China tiene decenas de miles de millones de dólares invertidos en el país, especialmente en el sector de la energía. En torno al 13 por ciento del petróleo importado por China proviene de América Latina, siendo Venezuela uno de los principales suministradores. La vicepresidenta Delcy Rodríguez dio a China todas las garantías posibles de que el suministro de petróleo está garantizado. China acusa a EEUU de tratar de descapitalizar al gobierno de Maduro haciendo que las ganancias del petróleo exportado por Venezuela vayan al autoproclamado Guaidó.
Una caída de Maduro puede hacer peligrar muchas de las inversiones que China ha llevado a cabo en los últimos lustros en el país. La hipótesis de un desenlace a la libia está sobre la mesa. El nivel de implicación en la crisis nos dará la medida de cuánto la China de Xi está dispuesta a hacer para proteger sus intereses. O si sigue aplicando la mera resignación como receta. A expensas de un posterior y complejo acomodo, de entrada, sin arreglo previo, el ascenso de Guaidó podría suponer un grave quebranto en lo económico pero también en lo estratégico, disponiéndose un nuevo dique de contención en la región frente al incremento de una influencia que voces autorizadas de la Casa Blanca y el Pentágono se han afanado en demonizar.