China y EEUU protagonizaron una andanada de intercambios verbales en días recientes en Hanoi, Vietnam, donde se reunieron los ministros de Asuntos Exteriores de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático más tres (China, Japón, Corea del sur) en momento de altas tensiones, apenas unos días antes de que EEUU y Surcorea efectuaran maniobras navales conjuntas en el mar de Japón. (Por Li Hongmei).
La Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, calificó el tema del mar de la China Meridional como “principal prioridad diplomática.” El Ministro de Asuntos Exteriores de China, Yang Jiechi, afirmó posteriormente que dichos comentarios constituían “un ataque virtual contra China” y añadió que el involucramiento de EEUU “no hará más que empeorar la situación y dificultar cualquier solución. ”
Clinton enfureció a los chinos con sus extemporáneas observaciones respecto a la soberanía del mar de la China Meridional, exhibiendo una postura que para China supone una injerencia en su área de intereses vitales. También resulta obvio que algunos países del Sudeste asiático aprovecharon la presencia del Tío Sam para procurar un contrapeso a la cada vez mayor influencia de China en la región.
Sigue siendo un problema, tan significativo como espinoso, que China no tiene maneras efectivas de desarmar a sus vecinos atemorizados, al igual que tampoco logra disipar sus aprensiones con respecto a una China gigantesca en creciente ascenso.
Y a la par que aumenta la influencia del país en la zona y a escala global, se hace más difícil lograr cualquier consenso sobre el derrotero que seguirá en un futuro la ANSEA. Pero sea como fuere, China se opone decidamente a que EEUU y algunos de sus vecinos “internacionalicen” el diferendo limítrofe en el mar de la China Meridional, a la vez que se pronuncia por resolver las divergencias mediante la negociación amistosa.
Los conflictos relacionados con el mar de la China Meridional, que cubre 3,5 millones de kilómetros cuadrados (1,4 millones de millas cuadradas), desde Singapur al Estrecho de Taiwán, están teniendo repercusiones en otras áreas y podrían complicarse más que nunca ahora que China se proyecta como principal potencia regional, y justo en momentos en que, envalentonados por las declaraciones de EEUU, algunas naciones asiáticas surorientales exageran el alcance de un tema a todas luces regional, acción que podría poner en riesgo el status quo construido sobre la base de la coexistencia pacífica.
Este es un juego algo peligroso, pues al final se dañarán ellas mismas, mientras el archipoderoso EEUU contempla desde lejos el desaguisado, esperando por la oportunidad de cosechar los beneficios que se deriven de estos choques regionales.
El fallecido líder Deng Xiaoping, al establecer las directivas que debían aplicarse a estos litigios, exhortaba a las partes a “poner a un lado las disputas y a desarrollar de consuno” las aguas en conflicto, pero según pasa el tiempo tal parece que los colores de este principio guía comienzan a diluirse y a perder fijador. En consecuencia, las partes implicadas no están ya en posición de deponer sus diferencias, ni mantienen la sinceridad para desarollar conjuntamente esta zona. Peor aún, algunos que en algún momento fueron hermanos regionales comienzan a dudar de las intenciones de China, señalando que sus llamados a poner de lado los conflictos no son más que tácticas dilatorias, de las cuales China espera tomar un segundo aire que le permita resolver el diferendo a su favor, valiéndose en el momento adecuado de su poderío militar.
Y justo cuando esto sucede, EEUU mete nariz en el asunto. Escondiendo bazas en las mangas de la chaqueta, la potencia norteamericana busca convencer a los países de la ANSEA para que de conjunto enfrenten a China y limpien la zona de lo que Washington considera como abrumadora presencia de China.
Por otra parte, el continuado y prolongado ejercicio de la paciencia se ha traducido en un debilitamiento de las incuestionables prerrogativas de China en el mar de la China Meridional.
En tiempos de aguas turbulentas, a China no le queda más opción que procurar cuanto antes una solución en defensa de sus intereses básicos regionales. Quizás sea la hora de, como nunca antes, de impulsar el principio de “desarrollo conjunto”, y más importante aún, elaborar una “hoja de ruta” que permita implementarlo. (Pueblo en línea)
05/08/2010