La asunción de la presidencia de turno de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, siglas en inglés) por parte de Filipinas se ha saldado con un primer y significativo guiño a la política china en la zona. El presidente Duterte, quien recientemente también se mostró dispuesto a llevar a cabo ejercicios militares conjuntos con China, avanza así un paso más en el giro de la diplomacia filipina avalando y liderando la declaración emitida en la XXX Cumbre de la ASEAN celebrada el pasado 30 de abril. China celebró las “mejoras” en la cooperación con ASEAN y los progresos alcanzados en el Código de Conducta en el Mar de China meridional, que deberá estar completo a mediados de este año.
El tono de la declaración refleja a la perfección como China, que la calificó de “muy positiva”, va ganando la batalla de la influencia en la región y como la inconsistencia estratégica de EEUU están configurando una nueva realidad en la zona. Ni una sola referencia en el texto, por ejemplo, a los tópicos habituales en los últimos tiempos (disputas territoriales, militarización, escalada china…); por el contrario, se enfatiza la voluntad cooperativa del gigante asiático. La declaración responde a la máxima de Beijing: las disputas deben salir del marco de la ASEAN y cada Estado afectado debe negociar bilateral y directamente una solución.
Que este giro se opere en Manila tiene un significado adicional: ni una sola mención hay en el texto al dictamen de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya que tanto enturbió las relaciones bilaterales. La política de Duterte de no confrontación con Beijing le ha permitido obtener réditos económicos y comerciales pero también en el plano concreto de las disputas territoriales. Los guardacostas chinos, por ejemplo, completaron la retirada del atolón Scarborough, ocupado en 2012, lo que permitirá a los pescadores filipinos faenar en la zona. El gesto refuerza las dinámicas de apaciguamiento en curso.
La falta de habilidad de la Administración Trump para hacer frente a los dosieres de la región se ve agravada por la persistencia, tras más de cien días al mando, de numerosos huecos en su organigrama ejecutivo para la zona. Esto dificulta la realización del más elemental diálogo operativo por más que insista en su peculiar “diplomacia telefónica”. China percibe la oportunidad de oro que tiene ante sí y procura y sabe aprovecharla.
Pero, además, mientras EEUU pone el énfasis en las cuestiones de seguridad, China se abre a un enfoque más constructivo. Como es sabido, desde finales de los años 90 ha tejido pacientemente una Zona de Libre Comercio (ZLC) que desde 2015 engloba a todos los países de ASEAN, Corea del Sur y Japón. Tras el anuncio de EEUU en enero poniendo fin al Acuerdo Transpacífico, impulsará con mayor énfasis su propuesta de Asociación Económica Integral Regional y la ZLC de Asia-Pacífico, proyectos que le conferirán una fuerza de atracción difícilmente resistible. A mayores, las propuestas del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y la Ruta Marítima de la Seda, al igual que la apuesta no solo por el comercio sino por las infraestructuras y el desarrollo, abren un horizonte de intensificación estable de la cooperación.
El encuentro celebrado ayer mismo en Washington por el secretario de Estado Tillerson con los ministros de Exteriores de ASEAN exhortó a aumentar la presión contra Corea del Norte, pero lo más probable es que estos se alineen con la opción moderada defendida por China.