China se proyecta como turbina de crecimiento económico para el mundo en desarrollo por vías diversas:
Su expansión económica determinó por más de una década una era de vacas gordas en relación a los precios de los recursos naturales. China es el segundo importador mundial de petróleo, siendo responsable de más del 30% en el incremento global de la demanda petrolera, al tiempo que ha representado el 40% de la demanda internacional en productos tales como aluminio, cobre, níquel o hierro. El encarecimiento de su mano de obra, la contracción de su oferta exportadora y las reformas económicas en curso han determinado una tasa más moderada de crecimiento económico, impactando a la baja los precios de muchas materias primas. Sin embargo, el potencial de crecimiento de su consumo doméstico así como los gigantescos planes de desarrollo urbano y de infraestructuras generan un piso estable para los precios de los recursos naturales. En otras palabras, estos pueden fluctuar pero no se desplomarán.
A la vez, dicha nación se ha transformado en un inversionista de primer orden en las economías en desarrollo. Desde que en marzo de 2007 se anunció la creación de la China Investment Corporation, llamada a invertir parte fundamental de las reservas internacionales chinas en el exterior, han sido cuantiosas las inversiones directas realizadas en países cuyos recursos naturales les resultan estratégicos. A ello se une el financiamiento proveniente de ese país que, en el caso de diversas regiones, no sólo supera al de los organismos financieros internacionales sino que no va atado a condicionamientos de política económica.
Las naciones en desarrollo se benefician también por vía de las llamadas cadenas de suministro lideradas por China. Las mismas se corresponden a aquellos bienes que se mueven en distintas fases de producción y a través de distintos países, dentro de un mismo proceso de manufactura. Gracias a los avances extraordinarios en el transporte y en la tecnología de la información, es posible movilizar y dar seguimiento logístico a multitud de piezas y mercancías que se mueven en diferentes direcciones antes de llegar a su fase de ensamblaje final en China. De esta manera China actúa como fuerza motriz de procesos manufactureros que, al concatenarse, benefician a numerosos países en desarrollo, particularmente en el Sudeste de Asia.
También las denominadas cadenas globales de valor permiten que muchos países en desarrollo se beneficien de la expansión china. Aquí se trasciende el mero proceso de manufactura, como ocurre con las cadenas de suministro, para caerse en la imbricación entre manufacturas y servicios. Gracias a las modernas tecnologías de la información y de las telecomunicaciones los empleos de cuello azul y de cuello blanco pueden no sólo interactuar dentro de los mismos procesos productivos, sino hacerlo a distancia. Desde lugares remotos se pueden brindar servicios que son incorporados a procesos cuyo epicentro se encuentra en China.
Existen, es cierto, efectos colaterales indeseables que afectan a diversas economías en desarrollo, tal como es el caso de la competencia china sobre sus sectores manufactureros, pero en contexto el papel de China resulta esencialmente favorable y de la mayor importancia.