Decía Confucio, que «si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes». Esta máxima está siendo aplicada a rajatabla por la Administración Obama. Recientemente, máximos representantes del gigante asiático han visitado Washington para participar en los VII diálogos Estratégicos y Económicos de China y EEUU (S&ED) (DEE) y participar en las Consultas de Alto Nivel China EEUU sobre intercambio de personas (CEP), que incluyen asuntos como medio ambiente, terrorismo, desarrollo sostenible oceánico o enfermedades globales como el ébola.
Además de abordar temas de interés mutuo ( interacción en la región Asia-Pacífico, la gestión de las diferencias y de las situaciones sensibles, las Naciones Unidas y las cuestiones internacionales, la ciencia y la innovación, los puertos y los barcos ecológicos, así como la lucha contra el comercio ilegal de flora y fauna salvaje) el trasfondo de estas fluidas comunicaciones trata de calmar otras polémicas trascendentales en el orden mundial.
Efectivamente, el juego de «hundir la flota» en el mar Meridional de China, como exponía en su brillante artículo Alfredo Toro Hardy sobre el sentido de los límites de los «mares lejanos y mares cercanos» requería con urgencia, compromisos de estabilidad en la zona sobre hegemonía en «aguas azules» entre las flotas navales china y estadounidense, aún más si cabe con las hostilidades manifestadas por países vecinos como India.
EEUU ha hecho progresos reales a la hora de reconducir su economía hacia una senda más sostenible y balanceada pero todavía necesita hacer más para aumentar el ahorro y seguir subsanando su hacienda pública y sus lazos exteriores aún más si cabe tras la evidente carencia de éxito de su política global de «pivotar» hacia Asia.
El poder de convocatoria entre «antiguos socios» (Reino Unido y más países de la UE) hacia nuevas instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras ( AIIB) fuera del control del FMI y el Banco Mundial, o la parálisis del Tratado de Libre Comercio en la zona Euro (TTIP) en favor de la integración de la nueva Unión EuroAsiática y del fortalecimiento de la nueva Ruta de la Seda y Ruta de la Seda Marítima, son dos claros ejemplos «antiescépticos» de que nuevos tiempos y nuevas alianzas son plausibles, y que hay que dejar de lado la razones de prestigio y cuestiones hegemónicas para encontrar soluciones constructivas en un nuevo escenario global.
Es evidente que un ambiente de confrontación sólo puede disiparse en forma de cooperación y que el gobierno de Barack Obama, parece haber reflexionado profundamente acerca de su papel responsable en los asuntos mundiales. Hay que generar espacios de mejora y reconocer de forma abierta que el socio futuro tiene ojos rasgados. Quizás la única vía libre de escollos para proteger el futuro de EEUU pase por interiorizar la máxima de Confucio, de «saber lo que tiene que hacer para no encontrase peor que antes». Y la comunicación es ese área de creciente cooperación bilateral.