Xi Jinping viaja de nuevo a América Latina. Se trata del segundo viaje a la región desde el inicio de su mandato. Al margen de la cumbre de los BRICS, realizará visitas de Estado a Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela. En su anterior gira visitó Trinidad y Tobago, Costa Rica y México.
Esta segunda gira del presidente Xi incorpora un triple mensaje. En primer lugar, una reafirmación de la importancia estratégica de la región para la diplomacia china. Por más que los intereses de Beijing se hayan multiplicado y diversificado en los últimos tiempos, América Latina sigue representando un valor político esencial y así se ha transmitido por el propio Xi Jinping a los líderes con los que ya se ha reunido (México, Perú, Uruguay, Costa Rica, Bolivia o Venezuela). El Foro China-CELAC, con la participación de países con los que no mantiene aun relaciones diplomáticas (reconocen a Taiwan), aportará las bases para un cambio de escenario que no solo ponga fin al escepticismo sino que afiance la cooperación estratégica entre ambos actores.
En segundo lugar, en lo económico, realzará su compromiso con el desarrollo de la zona sorteando las dificultades del momento y revalidando su apuesta por el desarrollo de las infraestructuras y la transformación cualitativa del comercio bilateral, diversificando su contenido para equilibrar las asimetrías actuales prestando más atención a la tecnología u otros aspectos relacionados con la cadena de valor. No cabe esperar anuncios sorprendentes pero si más inversiones y más presencia financiera china en la región. Igualmente cabe aguardar un pronunciamiento a favor de políticas equilibradoras que moderen fenómenos negativos como la reprimarizacion de las exportaciones o la desindustrialización de algunas economías evitando profundizar en el patrón de dependencia que caracteriza las relaciones de la región con otras grandes economías mundiales. Xi explicitará, en suma, la voluntad de China de asegurar su relación con los países en desarrollo y las potencias emergentes y su compromiso con la cooperación Sur-Sur.
En tercer lugar, la variable geopolítica. Beijing viene dando pasos cada vez más firmes hacia la conformación de un orden multipolar. En dicho propósito, comparte con algunos países de la zona un interés manifiesto por la reducción de la influencia de EEUU para acelerar el fin de la unipolaridad. China suma activos en América Latina para afianzar un cálculo estratégico que socave la capacidad de EEUU para influir en la región y en el mundo.
Pero el reto esencial para ambas partes es la transformación estructural de su relación. No solo se trata aumentar las cifras de comercio o inversiones sino de mejorar la calidad de su contenido. De igual forma, no solo se trata de ampliar las relaciones sino de dotarlas de mayor sustancia asegurando una mayor influencia y coordinación reciproca. No todo ello depende de cuánto haga China. Mucho depende de América Latina, de su capacidad para arbitrar mecanismos que le permitan perseguir objetivos e intereses específicos coherentes y con una visión de largo plazo.
No es un viaje económico, aunque a ambas partes les preocupa evitar el estancamiento, digerir los efectos de las transformaciones internas de la economía china, identificar nuevas potencialidades, etc. A China le importa, sobre todo, consolidar un anclaje para proseguir la transformación del orden global. Por su parte, América Latina debe abordar este escenario con posiciones comunes allá donde sea posible, proactivas y no solo reactivas a las vías planteadas por Beijing.
China es un aliado de la región y su capacidad para transformar su realidad actual no es menor pero materializarlo exige voluntad política, enfoques e instrumentos que equilibren los intereses de ambos actores.