La relación entre Pekín y Washington se sustenta en dos “g”: globalización y geopolítica. La primera tiende a unirlos mientras la segunda los separa. En 2013, y bajo el impulso de la globalización, China vendió 439 millardos de dólares a Estados Unidos quien, a su vez, le vendió 120 millardos. Este superávit comercial, ya de larga data, le ha permitido a China convertirse en el mayor tenedor de bonos de la deuda pública estadounidense, brindándole un fuerte respaldo a esta última economía. El monto de dicha tenencia alcanzó a 1,27 billones (millón de millones) de dólares en diciembre de 2013. Sin embargo, en este ámbito se genera también competencia y el Acuerdo de Libre Comercio Trans-Pacífico impulsado por Washington va a contracorriente de los flujos de integración y comercio chinos en el Este de Asia. En contexto, no obstante, la globalización une a estos dos países mucho más de lo que los separa.
Al nivel de la geopolítica, en cambio, todo los separa. Más aún, genera un curso de colisión inevitable entre ambos. Dos escenarios básicos y una razón de fondo son responsables de ello. El Mar del Este de China y el Mar del Sur de China conforman dichos escenarios. En el primero un simple archipiélago inhabitado de 7 kilómetros cuadrados de superficie, reclamado por China y Japón y conocido como Senkaku/Diaoyu, da forma a un potencial conflicto bélico entre estas dos naciones asiáticas susceptible de involucrar también a Estados Unidos. Allí confluyen los sentimientos nacionalistas de las partes reclamantes, importantes reservas de hidrocarburos y el Tratado de Defensa Recíproco entre Estados Unidos y Japón que obligaría al primero a acudir en apoyo del segundo en caso de guerra.
En el Mar del Sur de China, de su lado, convergen factores inmensamente más complejos. Los mismos incluyen las rutas marítimas más transitadas del planeta (por el sólo Estrecho de Malaca circulan el 60% de los requerimientos energéticos de Japón y el 80% de las importaciones petroleras de China); inmensas reservas de hidrocarburos; importantes riquezas pesqueras; múltiples diferendos en torno a tres grandes archipiélagos (Pratas, Paracels y Spratlys) que enfrentan a China con Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei y, finalmente, una postura estadounidense contraria a los planteamientos chinos y de apoyo a quienes los confrontan.
La razón de fondo de este antagonismo entre China y Estados Unidos es simple y en esencia se remonta a un inmemorial principio de política exterior: la llamada “Trampa de Tucídides”. Toda gran potencia que emerge busca alterar un status quo que constriñe su ascenso mientras que toda gran potencia que declina busca preservar un status quo que sustenta su primacía. Ello hace de la confrontación entre ambas un hecho natural. Esta realidad se expresa de muchas maneras en la actual medición de fuerzas entre Washington y Pekín.
En definitiva, la relación entre este par de potencias habrá de desenvolverse en medio de la tensión dinámica entre las dos “g”. Sin embargo, el día en que la geopolítica opaque a la globalización la paz tendrá sus días contados.