China y Estados Unidos: ¿la punta del iceberg de un modelo fallido? Raquel León de la Rosa, directora del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Director OPCh

Los sucesos de esta semana han dejado ver la directa confrontación entre Estados Unidos y China. El diálogo logrado a finales del siglo pasado ha quedado atrás ante este segundo mandato de Donald Trump, pues la diplomacia del ping-pong que en su momento los acercó, se ha convertido en un ping-pong de barreras arancelarias en el comercio entre estas dos economías. Al momento que este texto es escrito, Washington ha impuesto ya un 145% a los productos chinos; mientras que en Beijing se estableció un 125%, además de dar a conocer un listado de 12 empresas americanas que estará bajo controles, así como la prohibición de suministro de productos de doble uso a empresas de este país. Entendiendo a estos productos como aquellos que son utilizados para fines civiles y militares, que para el caso del comercio entre estos países, recaen en productos tecnológicos. Todo esto aunado a la demanda impuesta por China ante la OMC sobre la violación de los principios de este marco regulatorio a partir de los porcentajes impuestos.

Estos acontecimientos han permitido visibilizar la interdependencia económica que existe en todo el mundo a partir de eso llamado globalización. Dato que al parecer desde la oficina oval es algo que no se reconoce. Al mismo tiempo, esto ha llevado a una serie de especulaciones que han tenido impacto en los mercados financieros, por lo que llamar a este fenómeno una guerra comercial, es algo que queda corto.
Experimentar en menos de 5 días tantos altibajos debe llevar a la academia a entender qué está pasando y por qué esta pasando. Entre estas dos preguntas existe una transversal, que es ¿debemos repensar el modelo económico en el que vivimos y sus alcances políticos?

Uno de los puntos en común a lo largo de los análisis en los medios es que nos encontramos en medio de una transición. Sin embargo, las narrativas y los enfoques que cada persona ha apropiado conlleva desde una visión catastrófica, de nacionalismo exacerbado, multipolaridad, minilateralismo o de búsqueda de un sistema internacional más equitativo.

Respecto al título de este artículo, este análisis plantea que esta confrontación hace visible cómo el modelo capitalista occidental y su narrativa política ha llevado a un momento crítico a nivel sistémico; en donde se contraponen una potencia legitimada y que es la quintaescencia de este modelo, y una potencia de identidad antisistémica, pero insertada en este modelo, por lo que no está totalmente legitimada y cuya mayor ventaja es que ha adaptado este modelo a sus necesidades. Aunado a esto, a diferencia de otros momentos en la historia de las relaciones internacionales, el eje de la confrontación no es necesariamente un tema de alta política, sino de baja política. Justo este factor, rebasa a las Relaciones Internacionales, desde su visión tradicional y dicotómica para poder explicar a profundidad qué está pasando. Ante este vacío, este artículo se centrará a explicar a partir de estas características sui géneris ¿Qué está pasando?

Nueva fase y nuevo estilo de negociar: ¿por qué China sí y el resto no?

El 2025 ha reafirmado que la imagen de los Estados Unidos y de China no es necesariamente la que se tenía. Con esto se enfatiza que ambos actores han evolucionado y cuentan con características que son muy distintas a las de la primera administración de Donald Trump. Por ejemplo, ambos mandatarios se encuentran legitimados de manera distinta a hace ocho años. La dinámica económica y el posicionamiento internacional de cada uno de estos actores también es diferente. Tal vez esto suene obvio y reiterativo, pero es un hecho que no se rescata para entender por qué 2025 no es igual al 2017. Esto reafirma la idea de una nueva fase.

No obstante, sí hay un factor que ambos casos mantienen, y es cómo desde una visión muy a la Waltz, el hombre determina al Estado y esto a su vez, a la política exterior. Justo en este punto, la nueva fase y la forma en que cada uno “da un toque” a su política exterior ha dado como resultado un nuevo estilo de negociar.

En la narrativa trumpista, China se ha mantenido como la mayor amenaza. Desde su primera administración, el discurso libertario de este empresario-político y el contexto de los últimos ocho años han permitido que las fallas estructurales y funcionales de los Estados Unidos y la romantización de la democracia occidental sean invisibles ante un enemigo en común entre republicanos y demócratas, que es China.

Esta situación ha permitido que en la “caprichosa” y desorientada estrategia de Trump, exista “clemencia” ante algunos actores. Sin embargo, antes de rescatar este punto, es importante señalar que algo que la “estrategia” de aranceles recíprocos ha visibilizado es que existe un pragmatismo en la toma de decisiones desde Washington, en donde los aliados tradicionales pueden llegar a ser desconocidos, como es el caso de la UE. La idea de “America First” es justo eso, sin ninguna consideración ética o histórica. En ese mismo sentido, y retomando la idea, la clemencia hacia Beijing es algo prácticamente imposible. Desde Nardone y los estratagemas, la estrategia de Trump se puede comprender bajo la idea de “si quieres enderezar algo, primero aprende a retorcerlo aún más”. Eso que retuerce para enderezar la narrativa de la ahora clase política estadounidense se llama China.

Del lado chino, desde hace más de una década, algunos especialistas de este país, como Jin C., plantearon que China se encontraba en un proceso de evolución respecto a sus responsabilidades en el sistema internacional; desde el cumplimiento de las normas internacionales, para después ser un actor que mantenga el orden, y finalmente tener protagonismo en la renovación de estas. Justo el tercer mandato de Xi y constructos como la “xiplomacy” reflejas esta última fase. Por lo que proyectos como la Comunidad de Destino Compartido y las iniciativas globales no es algo ajeno. Al mismo tiempo, es importante señalar que esta institucionalización del pensamiento de Xi en la política exterior china lleva ya 10 años sucediendo. En este sentido la idea de “diversificación” que hoy varios mandatarios del mundo plantean, es algo que China ha realizado desde hace ya un par de décadas e incluso bajo el autoproclamado liderazgo del Sur global, es que se fundamente su crítica al sistema actual y su capacidad de negociación. Respecto a este último punto, la lectura de China como actor que negocia y construye agenda internacional, ya no puede hacerse desde la visión de un Estado con un bajo perfil. Justo lo planteado por Jin abre el espacio para entender que desde la administración Biden, Beijing no asume un papel de subordinación frente a Washington. Por lo que es imposible pensar en un escenario de negociación al estilo Trump y Zelenski. Por lo tanto, es aquí en donde se encuentra el dilema de negociación entre estos dos mandatarios, ya que desde los argumentos que cada uno tiene, la llamada que Trump está esperando es algo que no va a suceder. A nivel institucional, esta escalada de aranceles trajo la publicación del libro blanco «La posición de China sobre algunas cuestiones relativas a las relaciones económicas y comerciales entre China y Estados Unidos», en donde se reafirma la postura china dejando entre las últimas líneas su disposición a la cooperación y el diálogo bajo un esquema de respeto a cada uno de los implicados. Este es un ejemplo de cómo se ha construido la diplomacia china de la última década, en donde China busca que sus contrapartes del Norte global la vean como una potencia en ascenso y propositiva, y no como un Estado subordinado. Esto también recae en la estrategia china de mejorar su imagen a nivel internacional y ser visto como un país que respeta las instituciones del actual sistema internacional, pero que eso no quiere decir que se somete ante las potencias que crearon ese sistema de gobernanza. Ejemplo de esto, es justo la acción de demandar ante la OMC, mostrando el apego hacia las instancias que existen, más allá de la eficiencia que tengan al momento de resolver este tipo de conflictos.

 

Más allá de lo comercial: a río revuelto, cosecha de pescadores

La confrontación entre estas dos potencias ha escalado en varios escenarios. Sin embargo, el foco de atención permanece en lo arancelario. No obstante, esto se expande hacia otras áreas directas e indirectas; en donde se identifican impactos en los mercados financieros, el tema del Canal de Panamá, la prohibición a los nacionales chinos para viajar a Estados Unidos y la carrera tecnológica, por mencionar los más representativos.
El lugar que ocupan estos dos actores en el sistema internacional genera una alta especulación que resulta un río revuelto, en donde el sector público y privado de todo el mundo se ve afectado. Las acciones de estos dos gobiernos muestran una mano visible que “regula(influye) el mercado”. Es aquí en donde las características del actual sistema financiero internacional basadas en un dólar-centrismo, vuelven altamente vulnerable a aquellos mercados y economías que funcionan totalmente bajo estas reglas. Cabe destacar que el mercado chino no se encuentra totalmente alineado a esto, debido a la mano visible del PCC en todos los aspectos de la vida económica de China. El control del tipo de cambio y apostar a commodities como los metales son ejemplos de lo que Beijing ha hecho a lo largo de este proceso de ascenso. Por lo que acciones como devaluar su moneda también es algo que puede llegar a tener impacto a corto, mediano y largo plazo. Del lado americano, esto es algo que al parecer no se tiene muy medido; incluso conocer cómo esto puede llegar a ser contraproducente para su propia economía. Es decir, ya no sólo los efectos en las cadenas de suministro de las empresas estadounidenses y su impacto en el consumo, sino el costo que significa tener un dólar caro para transacciones internacionales.

En este río revuelto o mar con tormenta, los bloques regionales han tendido a reagruparse ante la amenaza que significa Trump al frente del mercado más importante del mundo; pues los efectos bursátiles de principio de semana mostraron cuán vulnerables son algunas economías, tal es el caso de Japón. Claramente esto exime momentáneamente al TMEC, que con lo que sucede, no está descartada una revisión profunda de este acuerdo para el 2026. Por lo tanto, este escenario ha posicionado la premisa de que esta situación genera espacios de diálogo entre China y el resto del mundo. La decisión suspender de 90 días los aranceles recíprocos impuestos por Washington da una parcial estabilidad para estas economías del resto del mundo. Sin embargo, no resuelve el punto medular de la tormenta, que es el caos que puede llegar a generar la continuidad de esta confrontación entre China y Estados Unidos. Por esto, una de las grandes preguntas es ¿qué tan preparado están China y el resto del mundo para replantear un modelo económico alterno al dólar-centrismo?

Si bien es una transición drástica y compleja, algo que deja esta experiencia es que las economías del mundo deben ser capaces de adaptarse rápidamente ante cualquier tormenta. A nivel discursivo, una mayor tensión económica entre estas potencias ayuda a legitimar las iniciativas globales chinas. En la capacidad de planeación a largo plazo que tiene Beijing, es altamente probable que China pueda generar condiciones para adaptarse fácilmente, pero ¿qué pasa si el resto de las economías no pueden dar “saltos cuánticos”? Por lo que esto es el principal reto para China y el resto del mundo para un nuevo modelo.