Parece que hay consenso mayoritario, entre los analistas de la economía mundial, al situar la actual crisis financiera internacional, destapada en Estados Unidos por la quiebra del sector inmobiliario, como otro síndrome recurrente de las crisis sistémicas intrínsecas al modo de producción capitalista. Igualmente, sus manifestaciones, más permanente que cíclica, entre otros hechos, se expresan en las guerras de rapiñas por el control de los recursos naturales, el deterioro del medio ambiente, etc. Entonces, no debe asombrar, el interés que experimenta actualmente la vuelta al estudio del Capital de Marx.
Esta crisis tiene sus motivaciones más raigales en la economía “ficticia”. La explosión devino imparable cuando una cadena de impagos, originada en la concesión de millones de pequeños créditos destinados a incrementar el consumo, particularmente, en la esfera de la construcción de viviendas – “préstamos subprime”- que, a su vez, dieron lugar a nuevas hipotecas; pasaron a ser obligaciones que fueron compradas y avaladas por bancos y compañías aseguradoras que ahora no pueden honrar sus deudas. Como el clásico fichero del dominó, al no poder los consumidores originarios de los créditos devolverlos, estalló en cadena la “burbuja”.
El capitalismo, como formación económico-social está sustentado en el trabajo asalariado para la obtención de ganancia –plusvalía-; además, no puede existir si no es a condición de revolucionar permanentemente las condiciones de producción. Esto es, realizar nuevas inversiones para obtener más ganancias, con las cuales invertir más, para continuar elevando las ganancias. Sin embargo, cuando las inversiones no aportan los dividendos esperados, se rompe la dependencia inversora en la “economía real”, y surge la recesión. Es lo que ha ocurrido al invertirse miles de millones en la economía “de papeles” (hipotecas), que dieron lugar a otras “acciones” que nada producen; convirtiéndose en una gigantesca operación especulativa de capitales.
Aunque la realidad de la crisis económica global en ciernes quiera adornarse, la necesidad para mantener y ampliar los dividendos del capital, mediante la especulación; esta termina por convertir en cero la cuota de ganancia. Vuelve a ser actual la “ley de su tendencia decreciente”, explicada en el segundo tercio del siglo XIX por Marx, y sepultada en el olvido por los “economistas neoclásicos”. La única mercancía que crea más “plus valor” – ganancia- es la fuerza de trabajo. Así, el aumento permanente del costo del capital constante (medios de producción), reduce de continuo el monto del capital variable (fuerza de trabajo), lo que lleva a la disminución incesante de la cuota de ganancia. En el caso del capital especulativo, el colmo radica en que es cero la inversión en fuerza de trabajo.
Los “sicofantes” de la ciencia, alimentados por el capitalismo, creyeron haber encontrado la salida para el sistema entronizado por la burguesía imperialista, expandiendo de modo ilusorio el crédito en la esfera de la circulación monetaria. Por esta vía la realidad los volvió a traer al mundo de la “economía real”; se impuso la ley de la tendencia de la caída de la cuota de ganancia. Las “burbujas” creadas artificialmente no escaparon, entre otros efectos indeseables, al destape de procesos inflacionarios y, lo decisivo, el capital invertido ni se asignó y recicló siguiendo patrones productivos. Finalmente, el “globo” explotó y como resultado, más temprano que tarde, del sector inmobiliario la crisis crediticia se extiende a otras ramas y sectores productivos.
Ahora, todo está concentrado en aplicar paliativos que mantengan a flote al sistema. Pero antes, la gran masa asalariada volverá a encarar el cierre de fábricas, el despido de obreros se hará masivo, habrá que aceptar recortes salariales, la jornada de trabajo se prolongará, los servicios sociales verán reducidos sus asignaciones, diminuirán los fondos de la seguridad social, etc.
Con este panorama de telón de fondo, además de las medidas que se busca “consensuar” en el plano internacional, destaca el papel que parece tendrá en el devenir de la economía mundial el área del Pacífico, y en particular, Asia. En el continente asiático un actor “silencioso” pero que, sin dudas, cada día gana mayor protagonismo es la República Popular China (RPCh).
Por ello, a continuación esbozaremos algunas reflexiones acerca del derrotero a seguir por el “dragón que despierta”, y que, con determinación asiática, parece encaminado a reconquistar el lugar cimero que, hasta la segunda mitad del siglo XVIII, desempeñó en la economía mundial.
II
Una de las vertientes más llevadas y traídas entorno a la actual crisis financiera desencadenada desde el colapso del sistema crediticio en Estados Unidos, se asocia a la magnitud con que pueda llevar a la parálisis de la “economía real”. Así, se especula que tendrá más o menos el alcance mundial que el “crac” de 1929. Ante todo, es bueno puntualizar algunos elementos comunes y destacar las distancias más gruesas que separan a ambas crisis.
Una primera aproximación destacaría que, en 1929, la primera gran crisis mundial del sistema capitalista se manifestó como plétora de mercancías que no encontraron salida en la esfera del consumo. Vino precedida de una fase “proteccionista” que conoció el comercio internacional como reacción de las economías europeas que se reponían de las secuelas de la Primera Guerra Mundial. Aunque ciertamente, ya en ese momento se detectaron síntomas colaterales en la esfera financiera. Las crisis periódicas, desde entonces, se convirtieron en signos constantes del derrotero del capitalismo como sistema.
Otro rasgo, destacaría que aquella crisis que envolvió al mundo en su totalidad, significó el fin de la llamada etapa del capitalismo de libre concurrencia. El monopolio como rasgo principal y definitorio del capitalismo marcaría en lo adelante el desarrollo del modo de producción burgués. La academia brindó una salida: el “keynesianismo”, o lo que es lo mismo, el control de las principales variables macroeconómicas, se entronizaría en las ciencias económicas, abriendo así, una nueva fase en el devenir del capitalismo.
Aquí, es posible marcar una coincidencia y diferencia en relación con la actual crisis generada en la esfera financiera. Primero, se está en presencia de otro evento que corresponde a la naturaleza del sistema; es la continuación de los ciclos de crisis cortos o largos que ineludiblemente debe experimentar el sistema, y que, brotan de su propia esencia, al elevar a cotas impensadas por la economía crítica clásica, la contradicción entre la socialización de la producción y la apropiación, cada vez más privada, de los resultados de la producción obtenidos por la explotación de la fuerza de trabajo a escala mundial.
La diferencia esencial hay que buscarla en el fetiche del dinero y el papel de las finanzas en las economías de “bolsas” que desde mediados de 1950 llevó al capitalismo por los senderos imperativos de la economía monetaria. Así, en los últimos 30 años la variante del capitalismo “neoliberal”, al redescubrir los “encantos del libre mercado”, y con ello, hacer de la demanda el centro de la gestión económica, alumbraron las “burbujas especulativas” generadas en la “economía ficticia” o de papeles que, finalmente, al quebrar y repercutir en todo el sistema de la economía global están marcando un nuevo antes y después en sistema del capitalismo globalizado a escala planetaria.
Ya es consenso aceptado que, con independencia del grado y profundidad que abarque al conjunto de la economía internacional, la crisis en desarrollo envolverá a todo el planeta, y lo más importante, el capitalismo pasará a una nueva fase que, entre otros rasgos, puede o no reafirmar al centro de poder económico mundial (Estados Unidos); o se producirá un renovado equilibrio y redistribución de las áreas del poder global. No puede pasarse por alto que, hoy la “aldea global” asiste a una acerba lucha, a veces abierta otras ocultas, pero todas ellas, tendentes a la afirmación de EE.UU., como potencia hegemónica; y que es, precisamente, el centro generador de la crisis. Lo novedoso y paradójico hoy consiste en que todos los implicados en la puja “geopolítica” coinciden en unificar sus intereses en aras de evitar la catástrofe.
El otro momento involucra a los llamados países emergentes que, sin duda, contribuyen a fijar una impronta ausente en la crisis de 1929. Entre estos implicados, ocupan la primera línea, los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China). En este caso, el actor y factor más importante lo constituye RPCh. La emergencia de China prima por encima del resto de los BRIC, por haberse convertido un una “locomotora” que tira de la economía mundial en más de un 20%. Igualmente, otros elementos vienen a potenciar el papel de China.
Ante todo, los excedentes en cuenta corriente y el flujo de inversiones foráneas, como partidas principales, han llevado las reservas de divisas del país más allá del billón 900 mil millones de dólares al finalizar septiembre del 2008. El Banco Central de China (BCCh) posee, según estimaciones, cerca de billón de dólares, en bonos emitidos por el gobierno de Estados Unidos para cubrir el déficit del presupuesto. Este hecho le concede a China un papel nada despreciable en el mantenimiento de la estabilidad del sistema financiero internacional. Un cambio brusco en la cartera de deuda del BCCh repercutiría de inmediato en el tipo de cambio del dólar y las tasas de interés.
Por otra parte, si nos atenemos a los rendimientos esperados de los bonos del Tesoro, hay que reconocer que el BCCh ha realizado un “negocio enano”. Desde el 2006 el dólar ha experimentado una caída de un 17% con relación al yuan y, en general, de un 25% frente al resto de las divisas. E igualmente, los réditos de los bonos han descendido hasta el 1,75% anual. Sin embargo, no había muchas opciones rentables para colocar tales excedentes de recursos en divisas. También las autoridades monetarias chinas acumularon deudas de entidades privadas que prometían mejores réditos y que, además, estaban respaldadas por garantías gubernamentales. Este es el caso de las entidades “Freddie Mac y Fanny Mae”, que han sido nacionalizadas, pero aún no hay claridad si los acreedores puedan hacer efectivos los adeudos.
Como resultado final, parece que el BCCh no recobrará los totales de los adeudos y, por consiguiente, también hizo en este caso otro “negocio chiquito”. Por cierto, tiempo llevan algunos economistas del patio y de otras latitudes explotando este lado negativo de las reservas chinas, es decir, las contabilizadas en dólares. Sin embargo, todo indica que el BCCh ha perseguido otros objetivos, menos visibles, para hacer una inversión que no parece racional. Veamos brevemente algunas de estas otras oportunidades “cosechadas” por la “sabiduría asiática”.
Lo más importante, la financiación del déficit presupuestario estadounidense ha facilitado el sostenimiento de la cotización del dólar. Además, contribuyeron a no saturar la oferta monetaria, evitando abrir procesos inflacionarios, y así mantener la estabilidad de yuan. Con ello, en primer lugar, las exportaciones originadas en China al mercado norteamericano han seguido un ritmo ascendente, hasta situarse en el primer socio comercial chino. El auge que han conocido las exportaciones del país ha constituido uno de los pilares de la modernización de la economía.
En tanto, si miramos al pasado reciente, ante la crisis que conoció en 1998 el sureste asiático, China no devaluó el yuan. Con ello, además de aportar financiamiento a algunos países, sentó un precedente, no impulsar medidas que llevaran a desestabilizar el sistema. Asimismo, el país esta lejos de afrontar problemas de liquidez internacional; no está urgido de saldar activos; la política del tipo de cambio protege de la salida de capitales; y la cuenta corriente aporta saldos para mantener una sana liquidez. Antecedentes que predicen que China evitará, de cara a la actual crisis de financiamiento, dar pasos que tiendan a desequilibrar la economía norteamericana, o en su caso, hagan peligrar el sistema financiero internacional.
Así, lo que no es descartable es que China busque, poniendo en juego su ya antológica discreción, hacer valer su posesión acreedora, y con ello, extraer el máximo de ventajas comerciales, financieras y de otra índole, como pueden ser, aplacar las exigencias de Estados Unidos, por el ajuste más rápido de las tasas de cambio del yuan; o limitar el acceso a bienes de interés para el país. Sin excluir que las críticas y campañas orquestadas entorno a cuestiones internas como son las relaciones chino-taiwanesas o las derivadas de la situación de las etnias como la tibetana o de los uijures, reciban un tratamiento menos estridente.
Además, no pocos frutos rinde a China, en otro ámbito, la crisis financiera surgida en Estados Unidos. Si bien los flujos del excedente de dólares acumulados en el resto del mundo, en busca de liquidez y seguridad, fluían hacia Norteamérica, hoy es perceptible e indetenible el papel que asume en la economía internacional la región de Asia-Pacífico, y dentro de este contexto el protagonismo que adquiere la “Nueva China”.
III
Por otro lado, China hará sentir su activa presencia en otros ámbitos para mejorar la cooperación internacional, evitar un mayor deterioro y el desbordamiento de la crisis y restaurar la estabilidad económica y financiera global. Ante todo, el país a diferencia de otras economías, no está envuelto en problemas en la esfera del crédito. La presencia de las finanzas chinas en el área internacional abarca algo menos del 4% de los activos bancarios, y lo más importante, no invirtió en los “productos subprime”, factor desencadenante del marasmo financiero actual. Control gubernamental y una política cuidadosa de apertura al capital foráneo, se constituyeron en los pilares que la alejan del fantasma de la crisis.
A la vez, el desempeño económico sugiere que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) se mantendrá, en los próximos años alrededor del 8-9%. Los resultados de los primeros 9 meses del 2008 así lo sugieren. El PIB se situó en el 9,9%. El comercio exterior totalizó un billón 963 mil 100 millones de dólares; las exportaciones se ubicaron en un billón 70 mil millones de dólares, con un incremento de más del 22%. Las importaciones alcanzaron los 893 mil 100 millones de dólares, creciendo en un 29%. El saldo de cuenta corriente fue de 176 mil 900 millones de dólares. Ciertamente, la economía china mostró una desaceleración. Sin embargo, todo parece indicar que, en futuro inmediato, la troika: consumo- inversión-exportaciones, tenderá a una mayor armonía.
La demanda interna está en el centro de la gestión económica. Aquí se trata de potenciar el consumo de los habitantes de las zonas rurales. Para ello, se impulsa un basto programa de apoyo a la agricultura, incluido los subsidios a los campesinos, aumentando los precios mínimos de compra de cereales y otras materias primas industriales, así como mejorar los índices de educación y salud mediante las ayudas estatales.
El consumo medio de China no alcanza el 60% de la producción, muy por debajo de los estándares mundiales. La población mantiene una alta propensión al ahorro; el estimado de los montos acumulados por la población se sitúa alrededor del billón 600 mil millones de dólares. Una reacción positiva en este rubro lo mostró el resultado de los 9 meses del 2008, al totalizar el consumo interno el billón 130 mil millones de dólares, para un incremento del 22%, respecto al 2007. Asimismo, la inflación, del 7%, resultó un 2,9% mayor en el mismo periodo anterior, pero 9 décimas menores que en los primeros 6 meses del año. Evitar el excesivo aumento del PIB y de los precios es una de las metas gubernamentales para el presente año.
Las reservas internas del mercado en expansión más grande del mundo abre una puerta a la economía china, en tal magnitud, que la pone en situación muy favorable para enfrentar con éxito el “parón” que la crisis financiera proyectará en la economía mundial. Por tanto, es de esperar que el crecimiento económico del país, influya de modo positivo, en continuar “tirando” de la demanda mundial. En particular, en lo materias primas y energéticos; aunque, la disminución de los precios, evidentemente, significaran menos ingresos para los países exportadores, en este caso, los designados en vías de desarrollo. Si bien, la crisis también afectará a estos últimos, es indudable que no será en la misma proporción y profundidad que la generada por el “crac” de 1929.
Todavía hay otros tres ámbitos en que la sombra del ascendente papel protagónico de China se hará sentir. El primero, se refleja en el entorno de la llamada “área económica de China”. El preservar las Regiones Administrativas Especiales (RAE) de Hong Kong y Macao de las sacudidas o repercusiones negativas más gruesas de la crisis financiera es una prioridad en la política económico-financiera del país. No faltarán las medidas preferentes de apoyo financiero, de facilidades comerciales, garantías y respaldo a todo lo que tienda a fortalecer la solidez de los bancos establecidos en ambas RAE, dentro de la política implementada para enfrentar la turbulenta coyuntura internacional.
En segundo lugar, de forma más indirecta, pero también con prioridad, los vínculos con Taiwán tenderán a la apertura de canales que contribuyan al apalancamiento de la economía de la Isla. Las razones son dobles: en lo económico, las relaciones con el continente representan un decisivo factor de estabilidad para el “territorio rebelde”. Las cifras son elocuentes. Hasta agosto del 2008, el comercio entre ambas partes totalizó 93.110 millones de dólares; creció en un 20%; las exportaciones taiwanesas ascendieron a 75 mil 10 millones de dólares; e importaron de tierra firme, por valor de 28 mil 100 millones. El saldo acreedor para Isla llegó a los 56 mil 910 millones de dólares.
La segunda razón, es predecible que la crisis de las finanzas internacionales aportará dividendos para suavizar el camino que lleve a avances sustanciales para salvar el conflicto político que separa a ambos lados del Estrecho. Los nexos parecen evolucionar con una inusitada rapidez, gracias a los esfuerzos que ambas partes han desplegado en los últimos tiempos.
Un tercer elemento involucra a la “realpolitik” que en la actuación internacional de China toca a las relaciones con los países en vías de desarrollo. En el mundo globalizado – asumido plenamente por China -, de nuevos replanteos geopolíticos mundiales, búsqueda de influencia política, la seguridad nacional no se limita sólo a capacidades militares, sino también al poder económico, la buena gestión y elevado conocimiento. Cuenta, además, la estabilidad política, diplomacia fuerte y coherente, credibilidad internacional, tolerancia y respeto de las normas comunes de convivencia interna y externa.
Entonces, puede hablarse de coincidencias “estratégicas” en el “pragmatismo chino” en la consecución de objetivos políticos y económicos favorables para sí misma; y los intereses inmediatos de los países en vías de desarrollo en el contexto de la actual crisis financiera internacional. De convertirse en recesión económica mundial, desde luego, los que más sufrirán sus consecuencias son, precisamente, los países del “Tercer Mundo”. Por ello, rinde dividendos políticos a China tender puentes para estrechar los vínculos con las naciones tercermundistas; así como defender de los intereses más apremiantes de estas naciones, en medio de la actual desfavorable coyuntura internacional,
Sin embargo, lo anterior no anula la prioridad que China le concede a las relaciones político-económicas con los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. La segunda, se desplaza al entorno regional asiático; la tercera, al conjunto de las naciones en vías de desarrollo. No obstante, China continuará estructurando una política de apoyo activo a las causas que tocan los intereses de los Estados del “Tercer Mundo”; aunque esta alineación navegará entre la “retórica solidaria” y la búsqueda de un afianzamiento de las posiciones nacionales, mayor riqueza y poderío en el sistema global mundial.
Finalmente, vale señalar que, la divisoria de los siglos XIX y el entrante XX, estuvo marcado por dos significativos acontecimientos. Uno, el ascenso de nuevos actores en la palestra internacional: Alemania y el Japón. El otro, el modo de producción capitalista, como sistema, marchaba a paso forzado por los derroteros del monopolio. El surgimiento aquellas potencias llevó a la pugna por un nuevo reparto geopolítico; lo resolvió la “Primera Guerra Mundial”.
Mientras, los albores del siglo XXI, asisten, a un nuevo estadio del capitalismo como sistema político-económico globalizado. A la vez, la desaparición de la “bipolaridad”, ha planteado un nuevo reparto de influencias geopolíticas donde, el surgimiento de potencias en ascenso, y en primer lugar de China, desempeña un papel central. En estas circunstancias, se rebela con alcance de largo aliento, la impronta del curso del “desarrollo pacífico” seguido por el “coloso asiático”.
Por último, para finalizar, resulta de utilidad recodar lo apuntados por Deng Xiaoping decenios atrás, pues parecen de una claridad meridiana para medir el alcance y papel que China, en silencio, pero con firmeza viene desarrollando en la arena internacional: “Observar sobriamente los acontecimientos, mantener las posiciones, enfrentar con calma los desafíos, esconder las capacidades y esperar el momento propicio, permanecer libres de ambición y nunca reclamar el liderazgo”. Postulados que en buena lid, son descifrables en: fortalecer la confianza, reducir las disputas, expandir la colaboración, y evitar las confrontaciones.
Principios que al orientar la política internacional del país, están dirigidos, en lo interno, al desarrollo de las “fuerzas productivas”, ascender al dominio de las tecnologías más avanzadas, incluida la espacial, y elevar el nivel de vida de la población, hasta conseguir una sociedad armónica y de desarrollo medio. Condición para que, la “Nueva China”, no sea apartada del camino del desarrollo mundial; y recupere su lugar como “país del centro”.