China y la presidencia española de la UE

In Análisis, Política exterior by PSTBS12378sxedeOPCH

España intentará allanar obstáculos entre la UE y China durante su presidencia de turno, afirmaba un despacho de la agencia de noticias Xinhua el pasado 26 de enero. Ante el jefe de la delegación de la Comisión Europea en China, Serge Abou, el día 21, coincidiendo con la decisión del Parlamento Europeo de reclamar la inmediata puesta en libertad del disidente Liu Xiaobo, recientemente condenado a 11 años de prisión, el embajador español en China, Carlos Blasco, reiteraba en China Daily, la disposición española a facilitar la mejora de las relaciones bilaterales, aludiendo expresamente al reconocimiento de China como una economía de mercado y al levantamiento del embargo de armas, cuestión esta última desmentida posteriormente. Ambas cuestiones tienen un gran significado e importancia para Beijing. 

Las afirmaciones del embajador español han producido sorpresa en ciertos medios, más que la decisión citada del Parlamento europeo. ¿Existe coherencia en las decisiones y pronunciamientos europeos? Además de las estrategias o actuaciones particulares que expresan las diferentes instituciones de la UE, ¿cuántas estrategias nacionales diferenciadas existen en el seno de la UE en relación a China?  ¿Obedece la posición española a una estrategia nacional orientada a exhibir méritos ante China que pudieran traducirse en una mayor presencia o fortalecimiento de las relaciones bilaterales? ¿Nos hallamos ante una muestra más de la prevalencia de un hipotético interés nacional en detrimento de las estrategias comunitarias? 

Al abogar por levantar el embargo de armas impuesto por la UE a raíz de los sucesos de 1989 o instar el reconocimiento de China como una economía de mercado, España parece afirmar un discurso propio en el seno da la UE, si bien quizás compartido por algunos países más, pero no mayoritario, al menos por el momento. Se dice que el ministro Moratinos estudia los pros y los contra del levantamiento del embargo. En 2005 poco le faltó. La indecisión europea, en buena medida cediendo a las presiones de EEUU, contribuyó a devaluar ante Beijing la imagen de la UE, agrandada entonces por las discrepancias con EEUU a propósito de la estrategia a seguir en la lucha antiterrorista o en la guerra de Iraq, que daban a entender cierto empeño autónomo en la voluntad de Bruselas. Con independencia de lo correcto o no de ambas propuestas, la falta de resultados plausibles en la apuesta española puede derivar ahora en otra frustración más y dejar al pairo a la diplomacia española si poco o nada llega a conseguir. 

En la cumbre bilateral de noviembre pasado entre la UE y China celebrada en Nanjing, los acuerdos han sido muy escasos. Plantearse, pues, como objetivo, mejorar dichas relaciones es loable y necesario. Además, la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la agilización del proceder diplomático europeo sugiere nuevas posibilidades formales, si bien no disipa per se las dificultades.     

Las fricciones comerciales entre China y la UE han aumentado a raíz de la crisis económica y financiera. Las disputas y las medidas antidumping adoptadas por la UE han puesto en relativa cuarentena la asociación estratégica integral. Ha habido pocos o nulos avances en la liberalización comercial, el acceso a los respectivos mercados, la apreciación del yuan, etc. La UE inició en 2009 siete nuevas investigaciones comerciales contra China (desde ruedas de aluminio a tablas de planchar), más del 50% de las iniciadas por Bruxelas en todo el mundo. Ese contexto hace muy dificil que las propuestas españolas avancen a buen ritmo. 

Más que una carrera de méritos por congraciarse con China, de resultado bastante incierto, probablemente la primera y gran aportación que España puede hacer a la relación de Bruselas con Beijing sea la adopción, sobre lo ya reflexionado y hecho, de una estrategia comunitaria ante China adaptada a la nueva situación mundial surgida tras la crisis financiera de 2008 y un código de conducta que asegure la coherencia debida entre las diferentes instituciones comunitarias y los propios estados de la Unión. Sin duda, esa contribución aportaría la solidez minima exigible a la-s diplomacia-s de la UE y ayudaría mucho a ganarse el respeto y la consideración de la propia China.