El próximo 6 de Mayo, Hu Jintao, el presidente chino, iniciará una importante visita a Japón. Será la primera vez en diez años que un jefe de Estado chino visite el país vecino. La iniciativa diplomática viene precedida de encuentros bilaterales al máximo nivel, incluyendo la visita de Wen Jiabao en abril del año pasado y la presencia en China de Yasuo Fukuda, el primer ministro nipón, en diciembre último. Los esfuerzos de ambos por recrear una nueva atmósfera positiva parecen evidentes, aparentemente solo interferidos por el reciente episodio de los ravioles envenenados que ha justificado un ligero retraso de la cumbre. Las expectativas sobre esta visita fueron definidas recientemente por el vicepresidente chino Xi Jinping como de “profundo impacto”.
El encuentro entre China y Japón se llevará a cabo en un contexto marcado por otros movimientos de relieve. El más importante, el acercamiento entre el continente y Taiwán, lo que puede trastocar buena parte de la geopolítica de Asia oriental. El anunciado fin de la guerra fría entre la República de China y la República Popular China y el acercamiento económico y a otros niveles que se vislumbra, fruto de un entendimiento cuajado entre el PCCh (Partido Comunista de China) y el KMT (Kuomintang) en el diálogo directo iniciado en 2005 y que abarca a las elites empresariales de uno y otro lado del Estrecho, puede activar dinámicas diferentes en Asia.
Los recientes encuentros entre Japón y Corea del Sur, donde ambos líderes han decidido construir una relación “madura”, ahora el siguiente de China y Japón, y el previsto, antes de que acabe el año, de los tres países en Tokio, pudiera poner los relojes en hora en Asia. Si China logra desbloquear el litigio norcoreano e incentivar una dinámica similar en la península a la que ahora reinicia con Taiwán y, al tiempo, encontrar un lenguaje común con Tokio, sin duda podríamos hallarnos en el umbral de la refundación de Asia oriental, dejando atrás las hipotecas heredadas de la II Guerra Mundial, con un impacto regional y mundial mayúsculo.
Las grandes potencias asiáticas han tomado buena nota de la debilidad económica estadounidense, y también de la profundidad de las discrepancias conceptuales con Occidente en asuntos de importancia que afectan a la identidad del sistema político y a la soberanía de sus respectivos países. No es casualidad que las críticas a lo sucedido en en Tibet en marzo pasado o los reclamos de boicot a los JJOO hayan tenido escaso eco en la propia Asia. No solo se trata de hipotéticos temores a las reacciones de Beijing sino de una visión diferente de dichos problemas.
En materia de seguridad, Corea del Sur y Japón sustentan su política en la alianza con EEUU, con implicaciones recientes de Australia e incluso India en la estrategia de contención de China. La reciente visita del nuevo líder surcoreano Lee Myung Bak a Estados Unidos sirvió para reforzar la alianza estratégica entre Seúl y Washington. No obstante, Fukuda, aun sin contar con unanimidad al respecto en su partido, es claro partidario de primar el entendimiento con China. Un acercamiento efectivo entre China y Japón tendría enormes consecuencias, lo que, sumado a otras dinámicas en curso en la región, podría dar carpetazo a la guerra fría, impedir de facto la plasmación de una nueva política de bloques en la región y situar a Asia camino de independizarse de la tutela estadounidense.