Las relaciones entre EEUU y China constituyen una de las claves esenciales que pueden definir el sistema internacional del siglo XXI. Washington sigue con mucha atención la evolución del poderío chino, asumiendo a regañadientes pero cada día con mayor claridad que China no solo tiene vocación de ser una potencia comercial de proyección regional y mundial, sino que aspira a traducir en términos globales ese notable incremento de su capacidad económica.